Este es un post de invitado de mi amigo Alejandro Castrelo
de CasiNativo.com
Mi nombre es Alejandro Castrelo, tengo 27 años y saber inglés me ha cambiado la vida. Gracias a mi dominio de este idioma puedo consumir la mejor información a nivel mundial, ya sea a través de blogs, ebooks o vídeos en YouTube. Puedo entender las conferencias TED, sin subtítulos. Ver películas en versión original sin problemas. Tengo amigos de varios países con los que me comunico en inglés habitualmente. Me ha servido para poder viajar en múltiples ocasiones al extranjero y para entrar en procesos de selección de empresas.
El inglés me ha ayudado a hablar mejor mi propio idioma y a tener una visión más amplia de la realidad. Me ha permitido conocer a gente interesantísima, además de mil y una razones que ni siquiera son cuantificables. El inglés es la herramienta de comunicación de este siglo, y me atrevo a decirte sin vacilación que si no sabes inglés estás en desventaja. Si no sabes inglés eres un analfabeto moderno.
Mucha gente, cuando me escucha hablar inglés por primera vez, me pregunta que dónde he aprendido el idioma, y a menudo suele sorprenderse cuando les digo que no estuve en un colegio bilingüe ni en la Escuela de Idiomas, sino que lo aprendí yo solito por mi cuenta.
Como sé que muchos de los lectores de este blog estáis interesados en aprender inglés, le he pedido a Ángel que me deje compartir mi historia por si a alguno le resulta útil e inspiradora.
Simplemente es una historia de cómo aprendí inglés solo y conseguí ser bilingüe sin utilizar ninguno de los métodos tradicionales que ves en televisión o que te recomienda el 99% de la gente.
Una historia que te demostrará que se puede aprender ingles solo si te lo propones.
Mis inicios con el inglés
A los 16 años, después de insistirles mucho a mis padres, tuve la oportunidad de irme durante el verano a la sureña localidad de Brighton, en Inglaterra, a aprender inglés. Creía inocente que esa estancia (clases + residencia), que duraría 2 semanas y que supuso el desembolso económico de 3.000, iba ser la clave para mi fluidez en el idioma. Así que en plena adolescencia rebelde, con una incipiente melena sesentera que empezaba a surcar los vientos y una actitud exploradora y de descubrimiento, justo después del viaje de fin de curso de primero de bachillerato en la Costa Brava, tomé un avión destino Brighton.
Decidido a aprender inglés y con la convicción de haber sido de los mejorcitos de la clase en el colegio, me armé de coraje y empecé a hablar en inglés desde que aterricé “con todo el que se cruzara en mi camino”. El primer intento fue dentro coche que habían mandado desde la academia, con dos chicas lituanas que iban a ser también participantes del programa: «¿Cómo estáis? ¿Cómo os llamáis?», les dije. «No entiendo», me respondió una de ellas. Repetí las mismas frases. Primero, incredulidad en sus caras. Luego, risas. «Tienes un acento raro. No pronuncias. No entendemos lo que dices».
Ya en el colegio, y tras realizar la prueba de nivel, acabé entrando en el grupo pre-intermediate (más o menos un A2). Fui a mi primera clase y cuanto más hablaba el profesor británico, más larga se me ponía la cara. No lograba entender nada. Quizás alguna palabra aquí o allá, pero frases enteras era tarea imposible. Los ejercicios de lectura y escritura se me daban mejor, ya que era a lo que estaba acostumbrado en las clases de inglés del colegio, pero en las habilidades orales y auditivas fallaba estrepitosamente.
En la residencia había estudiantes de todas las nacionalidades: turcos, albanos, checos, franceses, y españoles, distribuidos entre los niveles básico e intermedio. Durante el tiempo de estancia, se avanzaba algo y te esforzabas en comunicarte; intentabas hablar como podías, incluso con señas. Al final hice muchos amigos y me lo pasé bien, pero la experiencia supuso todo un baño de realidad: si quería avanzar con el idioma tenía que hacer algo diferente. No bastaba con vivir en Inglaterra, especialmente si pasaba la gran parte del tiempo con no-nativos.
Primeros contactos con nativos
A los 18, en el primer año de Universidad, junto con mi compañero de habitación, me aficioné a ver series de TV en versión original con subtítulos (Nip & Tuck, Prison Break, Lost y How I met your mother, entre otras). Aunque al principio lo que decían los personajes me sonaba a chino, gradualmente se iban repitiendo algunos patrones. Un personaje utilizaba las mismas expresiones en cada uno de los episodios y sus muletillas me iban resultando cada vez más conocidas. Inolvidables, por ejemplo, el “Suit up” o el “Have you met Ted?” de Barney Stinson.
En esa época, gracias a un amigo de la residencia universitaria, conocí a un inglés de 26 años de origen kurdo que no hablaba una pizca de español a excepción de un “maj o menoj” que respondía a cualquier pregunta que le formulaban. Si le preguntabas si ya había encontrado piso te respondía con “el maj o menoj”, o si un agente policial le hubiera preguntado si llevaba sustancias estupefacientes, igualmente le habría respondido con ese ya famoso “maj o menoj”, que pronunciaba con una cantidad de jotas seguidas proporcional al nivel de intensidad que se quería transmitir.
Junto a Kev, el kurdo, y otros compañeros de residencia empezamos los trabajos de trinchera. Salíamos desde el jueves a los bares de guiris de La Alfalfa para establecer conversación con toda señorita que pareciera extranjera. Al principio de la noche, el inglés parecía que se había quedado en el libro de texto y que no quería salir. Pero, poco a poco y tras aumentar la frecuencia de chupitos, parecía que las cuerdas vocales se compinchaban para que el inglés fluyera con soltura. Fueron mis primeras experiencias hablando con nativos.
Saliendo de mi zona de confort: viajes al extranjero para practicar inglés
Un día, un amigo de la carrera me habló acerca de los campos de trabajo, unas estancias en el extranjero donde un grupo de jóvenes internacionales «trabajaba» voluntariamente en alguna actividad al aire libre: pintar las paredes de un colegio, construir un jardín de infancia o edificar una muralla de piedras. En estos programas te ofrecían, a cambio de 4-5 horas al día de tu relativo esfuerzo, comida, alojamiento y, lo que es mejor, un micro-hábitat para practicar inglés, ya que este idioma era la lengua vehicular que se empleaba para todo. Me pareció una buena idea, así que busqué más información y me apunté.
Gracias a esta buena experiencia y a los viajes consecutivos que realizaba al estilo “interrail” por los distintos países del este de Europa, no tuve más remedio que emplear el inglés para comunicarme. En muchas ocasiones te cruzabas con personas cuyo nivel de inglés era envidiable; en otras tantas ocasiones escuchabas un inglés tan rudimentario que no sabías si era inglés o una mezcla entre el idioma local y alguna deficiencia verbal del sujeto; pero con todos ellos practicabas y mejorabas.
A partir de ese primer verano en el extranjero, mi amigo Pablo y yo decidimos preparar nuestro verano desde el invierno. Cuando salían las plazas para los campos de trabajo, éramos los primeros en ir a las oficinas de juventud para asegurarnos un hueco en el mismo campo de trabajo. Además de eso, en los años venideros nos enteramos de otros programas, y acabamos uniéndonos a las famosas “Summer Universities” de la Asociación de jóvenes europeos (AEGEE), y a esas frenéticas 2 semanas de fiestas entre varias ciudades europeas.
De esta manera, con pocas horas de sueño y muchas locuras bañadas en inglés, fui mejorando mi fluidez y comprensión del idioma.
Becas erasmus y más
A los 24 conseguí una beca Erasmus para el destino más exótico que aparecía en el catálogo de plazas ofertadas por la Universidad. No era ni Hawaii, ni Bali, ni las Bahamas, sino el lugar más exótico que mi bolsillo se podía permitir: Iasi (Rumanía).
Para mi grata sorpresa, los rumanos eran gente muy simpática. Me trataban bien y todos parecían dispuestos a querer conocerme. Al ser Iasi una ciudad de estudiantes y con escaso tránsito de extranjeros, el exótico allí contra todo pronóstico era yo. Aun así, de entre todos los estudiantes internacionales que había en la residencia universitaria, el 75% eran españoles y el 25% turcos, holandeses, italianos y franceses.
Tras arreglarlo todo para cursar todas mis asignaturas en inglés, tomé fue una decisión que fue clave durante el transcurso del año: me fui a un piso con un turco y un portugués que había conocido en la residencia. Vivir las 24 h con compañeros que no dominaban el español fue clave para familiarizarme con el idioma.
Aprender idiomas por tu cuenta. La comunidad políglota
Hacia el final de la etapa Erasmus, descubrí a través de YouTube al genial políglota autodidacta Luca Lampariello, un italiano capaz de hablar 10 idiomas con sorprendente fluidez:
Intrigado por la capacidad sobrehumana de este personaje, seguí investigando y me encontré con una pequeña pero creciente comunidad de políglotas en Internet, que intercambian consejos y materiales de aprendizaje y que ante todo aprendían idiomas de forma totalmente independiente. Por ejemplo, Tim Doner, un joven neoyorquino de 16 años que subía videos a YouTube hablando idiomas tan diversos como el hindi, el swahili, el árabe y el hebreo:
O Richard Simcott, un británico de carácter afable de treinta y pocos, conocido como el rey de los idiomas, ya que hablaba tantos idiomas como años tenía (a distintos niveles, por supuesto).
O el señor de pelo cano canadiense de sesenta y tantos, Steve Kaufmann, que subía vídeos hablando en rumano, checo, español, ruso y varios idiomas más:
Estas personas no habían aprendido idiomas pasando por academias ni escuchando audios hipnóticos. Ni siquiera habían vivido largas temporadas en el extranjero. Eran personas normales como tú y como yo, y lo que realmente les diferenciaba del resto era “el método” y su incansable afán de hacer sus vidas a través de esos idiomas, día sí y día también. Luca, el italiano, con una pronunciación americana perfecta; Richard, con sus estrategias para ver las películas con subtítulos en los idiomas que iba aprendiendo. Cada uno de ellos contaba con una aproximación diferente al aprendizaje de idiomas.
Motivación en estado puro
Inspirado hasta la médula, me sumergí en las técnicas de aprendizaje de idiomas. Me compré varios libros de gramática de inglés y algunos diccionarios de vocabulario. Vi todos los vídeos, leí todos los artículos y me metí en todos los foros. Incluso me hice con unos cursos de audio para el aprendizaje de alemán que recomendaban estos políglotas. Nombres de métodos de aprendizaje tales como Assimil, Pimsleur y Michel Thomas sonaban con fuerza.
Al mismo tiempo, y a medida que me sentía cada vez más familiarizado con el inglés, empecé a leer libros de emprendimiento, psicología o estilo de vida en ese idioma. Al principio existían muchas palabras que no comprendía, pero gradualmente iba a asimilando la información y de esta manera entendía más y más.
Mentalidad adecuada: autoestima y confianza
Después de 2 años investigando y asimilando todo este material, me concedieron una beca de mi universidad de origen para continuar mis estudios en una universidad mexicana, y cuando me enteré de la posibilidad de recibir un curso de inglés allí, sin dudarlo me presenté a la prueba de nivel.
Cuál fue mi sorpresa cuando la examinadora (que era profesora del departamento) me dijo que ya no tenían cursos para mi nivel avanzado que aparecía en los resultados, pero que, si yo aceptaba, estarían encantados de que colaborase con ellos como facilitador de conversación con los estudiantes de último curso.
Cada vez 6-10 alumnos diferentes venían a las clases a practicar inglés. Muchos de ellos entraban al aula de conversación a regañadientes, como parte de la obligatoriedad del programa, pero algunos otros venían entusiasmados a practicar el idioma. Por lo general, cada sesión consistía en la introducción de 1-2 temas sobre los que se discutía a continuación: geografía, relaciones personales, viajes, trabajos, etc. Cada uno daba su punto de vista, mientras que el resto de compañeros aguardaban a responder los comentarios de sus compañeros.
Ahí fue cuando empecé a darme cuenta de que había estudiantes que, a pesar de su poca experiencia, se tiraban a la piscina y hablaban en inglés con confianza. Sin embargo otros, a pesar de tener vocabulario suficiente, eran mucho más tímidos y no les lograbas sacar de sus bocas más que unas cuantas onomatopeyas. A todos ellos siempre les explicaba que podían tener un nivel más alto de inglés, “viviéndolo” cada día a través de la infinita fuente de recursos que es Internet.
Algunos me hacían caso. Otros simplemente querían terminar el programa de inglés de la universidad, ya que no podían titularse sin haber superado todos los niveles.
La verdad sobre las academias de inglés
Emocionado con la experiencia y decidido a seguir inspirando a cualquier persona que quisiera estudiar inglés, decidí buscar trabajo de profesor. Después de ofrecer mis servicios en varias academias, me quedo alucinado con lo que encontré: aulas masificadas, antiguos materiales de texto, profesores con una preparación mínima o promesas imposibles como “sé bilingüe en 3 meses” (tras firmar contrato de permanencia, claro).
Ya para ese entonces había aprendido que la clave consistía en la motivación y en hacerte responsable estratégico de tu proceso de aprendizaje. Entre una cosa y otra, acabé entrando en una academia como profesor de inglés de nivel básico. El material lectivo eran una serie de PDFs imprimibles con listas de vocabulario, puntos gramaticales y pequeños diálogos que iban introduciendo al estudiante en el idioma. Básicamente, el estudiante pagaba una alta cuota mensual para recibir un material que fácilmente podría haber encontrado en Internet y estudiado por su cuenta.
Yo siempre les decía a esos estudiantes: «Si quieres avanzar en inglés y llegar a tener un nivel del que te puedas sentir orgulloso, debes estudiarlo por tu cuenta. No bastan 3 horas a la academia en la semana. Debes hacer más en casa, ya sea leer novelas simples, escuchar podcasts o escribirte con amigos extranjeros.» Muchos me daban la razón, pero en realidad la opinión popular les había convencido de que si querías aprender inglés ir a una academia era obligatorio. Si estabas apuntado, simplemente por asistir y hacer los deberes, el inglés vendría a ti.
Ir a una academia puede ser una buena opción a la hora de iniciarte en el estudio del inglés. Desempolvar los libros, refrescar los conceptos nunca está de más. La verdadera clave está en elegir la academia adecuada para ti.
Haz tu «Due Diligence»
A la hora de elegir una academia de inglés, prueba una clase gratis y hazte las siguientes preguntas:
- ¿Te gusta el estilo del profesor? (más adelante te explicaré las características de un profesor adecuado en cada etapa)
- ¿Te gusta el material?
- ¿Parecen contentos los otros alumnos?
- ¿El profesor deja espacio para que los estudiantes interactúen?
Indicaciones de alerta roja
- ¿Te prometen ser bilingüe en 3 meses? ¡Huye!
- ¿Te piden que firmes contrato de permanencia? No way! ¡Nunca!
- ¿Insisten demasiado en que te apuntes? Cuidado, están desesperados.
- ¿Demasiados alumnos en la clase? Lo ideal son de 3 a 4 estudiantes por clase, para que puedas interactuar y preguntas tus dudas; si hay 20 alumnos, sal pitando.
Si finalmente, y después de haber valorado todos los aspectos anteriores, decides que te gusta el profesor y la metodología de enseñanza; si crees firmemente que obtendrás más valor atendiendo las clases que guardándote el dinero en el bolsillo… ¡enhorabuena! Posiblemente hayas dado con una Academia que sea adecuada para ti. Sin embargo, recuerda que ni la mejor academia del mundo te enseñará todo lo que necesitas.
Un método para aprender inglés que funciona
Si realmente quieres tomar las riendas de tu aprendizaje de inglés, te recomiendo lo siguiente en cada una de las siguientes etapas:
PRINCIPIANTE
En la fase de principiante empiezas a dar los primeros pasos en el idioma. Todo es completamente nuevo, los sonidos te parecen muy extraños y no comprendes una sola palabra. Al enfrentarte a un texto, el vocabulario no tiene sentido y la gramática parece ser completamente diferente a la española.
En esta etapa el cerebro, además de pasar por el proceso de absorber grandes cantidades de información, también necesita tiempo para acostumbrarse a los nuevos sonidos, palabras y estructuras del idioma.
Para empezar con tamaña gesta, tienes que dar los siguientes pasos:
- Encuentra un “porqué” poderoso. La motivación es el requisito sin qua non.
- Establece tus objetivos personales. Comprométete a dedicar 30 minutos al día al inglés. Establece cuántas sesiones harás el día, la duración de la sesión y lo que harás en esas sesiones. Ponlo por escrito.
- Encuentra un buen método para iniciarte. Como mencionaba, el factor “calidad” en el estudio del inglés es fundamental en las etapas iniciales. Por tal motivo, deberás encontrar un libro de texto que te muestre el idioma de manera progresiva. Un método de estudio de textos paralelos en “Inglés y Español” con audio asociado es ideal. Mi recomendación es que te hagas con Assimil: El Inglés sin esfuerzo. Si prefieres, antes de adquirirlo puedes tomarlo en préstamo en la Biblioteca.
- Toma el texto y léelo. Escucha los audios y repítelos en voz alta. Traduce del inglés al español y del español al inglés. Absorbe cada palabra. Juega con la lección. Pregúntate cosas. “Vive el diálogo”. Prueba a formar frases propias con lo aprendido en cada diálogo. Crea tus propios diálogos. Absorbe el idioma lentamente. No se trata de que te salgan las frases perfectas, sino de que hables.Compleméntalo con cuentos para niños, vídeos en YouTube; utiliza, en general, cualquier tipo de material que te suministre las estructuras gramaticales básicas y el vocabulario necesario.
El objetivo de esta etapa es que logres una base en el idioma, con la que te puedas comunicar. Un vocabulario limitado, pero lo suficientemente amplio como para poder comunicar tus deseos.
INTERMEDIO
En esta etapa ya el idioma no te parece extraño. Puedes entender a un hablante nativo en situaciones familiares y eres capaz de expresarte en inglés en temas cotidianos. Además de tener la capacidad de discernir los patrones de conversación, cada vez los sonidos te resultan más familiares.
Esta etapa es ideal llevar a cabo las siguientes actividades:
- Asistir a campos de trabajo en el extranjero (busca en Google el de tu comunidad autónoma)
- Ver vídeos cortos acerca de una temática en específico
- Artículos de Internet (traducción del inglés al español o viceversa)
- Memorizar vocabulario con Anki o Memrise
- Visualizar dibujos animados para niños
- Cuentos populares (versión audio + texto)
- Conversaciones en persona o a través de la plataforma virutal: Italki, Skype, etc.
Llegados a este punto, es conveniente que estudies libros de texto ligeramente más difíciles, de la misma forma que hiciste la etapa inicial. Además, intenta mantener siempre que puedas conversaciones de situaciones cotidianas en inglés, ya sea a través del chat propio, por vía escrita u oral.
En esta fase mucha gente se queda estancada para siempre. Si notas que te estancas, presiona un poco y sigue hacia adelante. O simplemente, cambia de estrategia y haz otra cosa distinta, ya que “lo novedoso” se asimila mejor. En muchas ocasiones, echar mano de un profesor motivado te permite salir de ese estancamiento y te da ese empujoncito hacia el siguiente nivel.
AVANZADO
En la etapa avanzada ya manejas el idioma con soltura. Eres capaz de entender casi todo. Lo que había sido difícil en la etapa intermedia, de repente se vuelve más sencillo.
Mantener conversaciones con nativos, leer la prensa y ver películas en versión original son actividades que realizas sin esfuerzo.
Una vez que llegas a este punto, el aprendizaje de inglés se ocurre casi sin esfuerzo por tu parte. Ya puedes utilizar el idioma en situaciones reales como la lectura de novelas, el seguimiento de podcasts y blogs o la visualización de series y películas en V. O. Esto te permite incrementar tu conocimiento y habilidad con el idioma sin la necesidad de recurrir a cursos o libros de texto.
En esta etapa es cuando empiezas a explorar la riqueza del inglés y estableces así una profunda conexión con el funcionamiento del mismo.
La elección de una actividad u otra, técnicas, tutor elegido, etc., dependerá enteramente de tus gustos personales y preferencias. Esta guía final solo pretende ser una estructura orientativa acerca de la manera con la cual abordar tu estudio del inglés. Es tarea tuya adaptarla a tu estilo personal de aprendizaje.
Para terminar…
Aprender inglés es una tarea que te va a llevar el resto de tu vida. Pero, si te he convencido tras leer este post, espero que te haya quedado claro que se puede aprender ingles solo (si de verdad quieres).
El inglés no es el fin en sí mismo, solo un simple medio; es un vehículo para llegar a algo más. El inglés te abre puertas, te da posibilidades y te invita a que amplíes tu percepción de los acontecimientos y de la vida.
Saber inglés te va a cambiar para siempre. Nunca volverás a ser el mismo tras hacerlo y eso, indudablemente, es positivo, ya que implica crecimiento personal.
Aprende poco a poco y sin presiones. Esfuérzate cada día más y sé curioso. La mejor enseñanza te la da las ganas de conocer. Hazte preguntas y busca respuestas. No desesperes, todo llegará.
Se humilde y enfréntate a los miedos. Te estás exponiendo. Sal de tu zona de confort. Lánzate al vacío y construye tus propias alas en caída libre.
Divide tu tiempo de estudio en pequeñas partes… y vencerás. El éxito en el aprendizaje de un idioma extranjero, en breves palabras, es la exposición continua al idioma. Si vives en el idioma un poquito cada día, vas a ver grandes resultados.
Tanto si me crees, como si no, ponte ahora mismo con el inglés. Y, si tienes que quedarte con algo de este artículo, que sea lo siguiente: Motivación + Tiempo de Exposición. Estos son los dos ingredientes fundamentales para el éxito.
Aunque con todo lo que te acabo de contar tienes suficiente para ponerte en serio con e inglés, tengo algo más para ti…
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Si quieres saber todo acerca de cómo tú también puedes aprender inglés por tu cuenta, te animo a que te descargues de Amazon mi primer libro:
Casi nativo: Consejos, recursos y estrategias para aprender inglés de verdad
En el libro encontrarás entre otras muchas cosas, lo siguiente:
- Mitos del aprendizaje de inglés
- Consejos prácticos
- La mentalidad adecuada: motivación y confianza
- Cómo elegir a un profesor con acierto
- Recursos gratuitos para practicar inglés
- Programas de intercambio en el extranjero
- Practica el inglés sin salir de casa
- La importancia de la mnemotecnia para aprender vocabulario
- Consejos inusuales y mucho más…
El ebook estará disponible de manera completamente gratuita durante los días miércoles 29 y jueves 30 de Julio de 2015 (hora GMT +1: Madrid, España). Puedes leer la descripción completa y descargar el libro haciendo clic en la imagen:
Y cuéntame, ¿cuál es tu mayor dificultad con el inglés? Comenta aquí en el artículo o escríbeme a casi.nativo (arroba) gmail.com. ¡Intentaré responderte lo antes posible!
Un abrazo grande… ¡y a por el inglés! 🙂