Esto es un post invitado de Marina Díaz
de Psicosupervivencia
Voy a contarte algo: estoy muy preocupada por los jóvenes (y no tan jóvenes) de hoy en día. Esto suena muy abuela Cebolleta, lo sé, pero permíteme que te lo explique.
Tengo 31 años y formo parte de una de las generaciones más castigadas por la crisis: la que se preparó para un mundo y se encontró otro totalmente distinto. Y ahora veo que muchas personas de mi entorno (gente valiosa, inteligente y preparada), dan vueltas sin rumbo y no saben hacia dónde tirar.
Te pongo tres ejemplos inventados a partir de ingredientes de la vida real:
- Victoria estudió Matemáticas durante tres años. Después se cambió a Filología y, tras terminar la carrera, cursó un master especializado en edición. Ahora ha decidido que no le gusta la filología y se ha puesto a estudiar de nuevo Matemáticas.
- Luisa estudió Ingeniería de caminos durante nueve años. Después trabajó en una empresa durante tres, pero no le gustaban ni el empleo, ni el horario. Cuando la despidieron por la crisis, se mudó a Londres, donde ha pasado dos años más en puestos no cualificados. Ahora quiere empezar una familia, pero no se lo puede permitir.
- Jaime todavía no sabe si trabajará este curso. Después de terminar Bellas Artes, decidió hacer un master y buscar empleo como profesor en una academia, pero tras sustituir todo el verano no sabe si habrá un hueco para él a partir de octubre.
¿Sabes cuál es el problema en estos ejemplos?
No, no es la crisis. Tampoco es la maldita sociedad, que solo valora el dinero y no permite que los artistas y pensadores se abran camino. Ni siquiera es la competencia.
El problema de los protagonistas de estos ejemplos, y quizá el tuyo también, es que no tienen ni idea de qué hacer. Están confundidos, no saben hacia dónde tirar y se limitan a reaccionar a lo que les pasa en lugar de actuar dirigidos por sus objetivos. Su falta de claridad les impide avanzar.
La otra cara de la moneda son las personas que saben lo que quieren y que están dispuestas a lo que sea para conseguirlo. Por ejemplo: Ángel, que soñaba con ser su propio jefe y tener libertad geográfica, y no paró hasta convertir Vivir al Máximo en un blog de referencia y un negocio rentable. O Rafa Fernández, que como vio clarísimo que no quería ser un mileurista y estar encerrado en una oficina, se mudó a un pueblecito de Asturias y vive de los libros que él mismo publica y distribuye.
Hay otros factores, claro: el esfuerzo, el talento, la suerte… Pero trabajar duro, tener talento y que la suerte nos sonría no sirve de nada si no sabemos hacia dónde ir. Es como tener un Ferrari último modelo y no saber a dónde queremos viajar con él.
¿Cuál va a ser tu historia? ¿Vas a dar tumbos, siempre en el primer capítulo de tu propia novela? ¿O estás dispuesto a decidir de una vez qué es lo que quieres y empezar a recorrer el camino?
Esta pregunta es muy importante, porque en el momento, en tu día a día, estar perdido no parece tan grave. “Ya se solucionará”, piensas. “Todo ocurre por una razón”. “A ver qué pasa”. Pero cuando transcurren los años y lo pones sobre el papel, como en las historias que te contaba hace un momento, te encuentras con que sí, hay experiencias, y aprendizaje, y vida… pero también hay parálisis, bloqueo y sufrimiento.
La parte positiva es que la falta de claridad es un problema que puedes arreglar tú. No tienes que esperar a que los de arriba tomen decisiones o a que la economía mejore. Puedes poner en marcha el coco, decidir una dirección y avanzar hacia tu objetivo como el caballo de Atila. Y hoy estoy aquí para contarte cómo hacerlo utilizando una herramienta sencilla, barata y práctica: la escritura.
Las noticias, por tanto, son doblemente buenas: puedes solucionar tu problema de claridad por ti mismo, y además puedes hacerlo aquí y ahora, porque me apuesto un brazo a que en tu casa hay algo con lo que puedes escribir.
La solución está literalmente en tus manos.
¿Quién soy yo para decirte esto?
Soy psicóloga clínica y escritora. Llevo escribiendo desde que a los siete años empecé una novela sobre dos hermanas gemelas que viajaban a Hawaii. La escritura me permite ganarme la vida en Internet pero, sobre todo, me ha servido siempre que he necesitado tomar una decisión o saber cómo enfrentarme a mí misma y a los obstáculos externos.
En este artículo, compartiré contigo:
- Cuáles son los errores más comunes cuando tratamos de descubrir qué hacer con nuestras vidas
- Cómo te ayuda la escritura a encontrar claridad
- Seis ejercicios de escritura sencillos que puedes completar en cualquier parte (con limitaciones: igual en la ducha o mientras conduces no, pero tú me entiendes) y que te ayudarán a saber, de una vez por todas, qué es lo que quieres.
¡Espero que te guste y que lo aproveches a fondo!
Índice
Tres errores comunes cuando tratas de descubrir qué hacer con tu vida
Decidir qué dirección darle a tu vida es un proceso complejo en el que intervienen tus intereses, tus pensamientos, las opiniones de los demás y otros muchos factores; y como hay tantas cosas a tener en cuenta, es fácil atascarse y pasarse meses dándole vueltas al coco sin llegar a una conclusión definitiva.
Mi experiencia con pacientes y lectores me ha enseñado que todos solemos cometer errores muy parecidos cuando intentamos descubrir qué camino tomar. Por eso, hoy quiero contarte cuáles son los más comunes: para que puedas identificarlos y solucionarlos cuanto antes.
Error 1: ponerse a discutir con los pensamientos negativos
Cuando tratas de reflexionar sobre lo que quieres en tu vida, es posible que aparezcan en tu cabeza estas frases u otras parecidas:
- “¿Qué van a pensar los demás de mí?”
- “Yo no valgo para emprender”
- “Estos son problemas del primer mundo y debería estar agradecido por tener un trabajo”
- “Soy un desastre. A mi edad y todavía sin saber qué hacer”
Seguro que ya has identificado estas frases como lo que son: pensamientos negativos.
Y quizá hayas invertido algún tiempo (puede que incluso mucho tiempo) en discutir con ellos:
- “No debería hacer caso a lo que piensen los demás”
- “Si otros pueden emprender, yo también”
- “Mis problemas son importantes”
- “Tampoco soy tan mayor”
Este tipo de afirmaciones pueden servirte para mantener tus preocupaciones a raya durante algún tiempo, pero… ¿has conseguido que las dudas desaparezcan de una vez y para siempre?
Si no lo has logrado, no te preocupes, porque tener pensamientos negativos recurrentes es absolutamente normal. De hecho, es parte de lo que nos hace humanos.
Sin embargo, discutir con ellos no soluciona el problema. Se parece un poco a estar atrapado en arenas movedizas: mientras más luchas, más te hundes. Mientras más te peleas con tus pensamientos negativos, más atención les prestas y más poder les das.
Además, discutir con los pensamientos nos paraliza. Empleamos nuestra energía en cambiarlos o en ser más racionales, en vez de utilizarla para reflexionar de manera productiva sobre lo que queremos hacer y pasar a la acción.
La alternativa que te propongo es que te distancies de tus pensamientos negativos: que no luches con ellos, pero tampoco te los creas. Sé que parece complicado, y por eso más adelante te explico con detalle cómo puedes lograrlo con ayuda de la escritura.
Error 2: no tener claros los valores que hay detrás de tus objetivos
Examina tu vida y piensa en los objetivos que te has marcado en el pasado y que has logrado completar con éxito. Desde ahorrar para comprarte un coche, a ligar con la chica de tus sueños o aprobar una oposición. Lo que sea.
Si analizas cómo te sentiste después de cumplir esas metas y el impacto que han tenido en tu vida, seguramente notes dos patrones habituales.
El primero es que la satisfacción que te proporciona alcanzar tus objetivos suele ser menor y más breve de lo que habías imaginado cuando te los planteaste. Enseguida te acostumbras a haberlo logrado, aceptas el nuevo statu quo y no te queda más remedio que plantearte nuevos objetivos, esperando que esta vez sí te den la felicidad duradera que deseas. Te propones conseguir un coche más potente, una chica más guapa o un trabajo donde te paguen mejor.
El segundo es que es habitual darse cuenta, poco después de lograr tus objetivos, de que en realidad no era eso lo que querías. Por ejemplo: quizá hace unos años te hacía muchísima ilusión lograr tu primer trabajo, pero ahora te parece que es un empleo aburrido que no te lleva a ninguna parte. Eso hace que te sientas como alguien que siempre está hecho un lío y cambia de opinión como una veleta.
Por eso, a pesar de estar constantemente marcándote objetivos y cumpliendo algunos de ellos con mayor o menor éxito, puede que sientas que sigues sin tener ni idea de a dónde vas; que te falta una visión más amplia, un propósito claro que guíe todas tus acciones. Esto contribuye a la desagradable sensación del “no sé qué hacer con mi vida” de la que hablábamos al principio.
¿Cómo es posible marcarse objetivos que te aporten una satisfacción duradera? ¿Qué puedes hacer para no pasarte la vida esperando una felicidad que nunca llega, y para asegurarte de que de aquí a diez, veinte o cincuenta años estarás satisfecho con las decisiones que tomaste?
El secreto es tener claros los valores que guían nuestros objetivos y utilizarlos para determinar la dirección general que queremos que lleve nuestra vida.
Los valores son las cualidades que te gustaría desarrollar en ti: aventura, libertad, amabilidad, creatividad, coraje… Por su parte, un objetivo es un punto concreto en el tiempo: no lo tienes hasta que no has llegado allí.
La gran diferencia entre ambos es que, mientras que después de conseguir una meta ya no puedes lograrla nuevo, un valor es algo hacia lo que puedes avanzar siempre.
Por ejemplo, un objetivo para mí puede ser viajar a Japón. Hasta que no vaya, no lo habré logrado, y una vez que haya ido a Japón ya está, ya “tengo” ese objetivo. Sin embargo, el valor de la aventura es algo que puedo poner en marcha ya, aquí y ahora. Puedo apuntarme a una actividad nueva, o salir a investigar un barrio de mi ciudad que no conozca, o entablar conversación con una extraña.
Los valores son más flexibles que los objetivos y te permiten avanzar continuamente en direcciones que son importantes para ti. En lugar de pasarte la vida persiguiendo la felicidad temporal que te da lograr una meta, puedes experimentar el sentido de propósito y realización personal que hay detrás de las acciones cotidianas cuando están orientadas a tus valores.
Además, los valores suelen ser bastante estables a lo largo de nuestra vida, y te ayudan a elegir objetivos alineados con lo que de verdad te importa. Así en el futuro, cuando mires atrás, te sentirás satisfecho con tus decisiones.
Esto no quiere decir que no debas marcarte objetivos, sino que es mejor hacerlo teniendo en cuenta los valores que hay detrás.
Alinear tus objetivos con unos valores que te entusiasmen te dará una sensación continua de vitalidad y propósito, opuesta a la confusión y falta de sentido que tenías hasta ahora. Verás mucho más claro el camino a seguir.
Error 3: dejarse llevar por la evitación
Cuando un cliente mío está planteándose cómo hacer un cambio, una de las consignas que suelo darle es “simplemente imagina cómo lo harías, sin comprometerte. No estás obligado a hacerlo”.
¿Por qué? Porque a la hora de tomar una decisión, a menudo nuestro juicio y nuestra capacidad de razonar se ven enturbiados por nuestro instinto de evitar emociones desagradables.
Evitamos hacer (e incluso pensar) aquello que creemos que nos va a generar algún tipo de malestar más adelante, porque tenemos interiorizado que desagradable=malo y que si algo nos hace sentirnos mal, más nos vale huir.
El problema es que evitar estas emociones tiene un precio: descartamos de antemano opciones que podrían servirnos para lograr objetivos y actuar de acuerdo con nuestros valores.
Imagina, por ejemplo, que te estás planteando dejar tu trabajo e irte de voluntario a África. Sin embargo, anticipar la incertidumbre, el agobio y la vergüenza que te generaría renunciar a un empleo seguro en los tiempos que corren hace que descartes esa posibilidad sin darte siquiera espacio para explorarla de verdad. Nunca llegas a reflexionar sobre si irte a África significaría actuar de acuerdo con tus valores de aventura y generosidad, ni te planteas si la experiencia puede ayudarte a reorientar tu carrera hacia trabajar con ONGs, que es lo que siempre habías deseado. En vez de eso, etiquetas esa opción como inviable o imposible y la desechas.
La solución pasa por aceptar el hecho de que el miedo, la incertidumbre y la ansiedad son parte de cualquier camino que merezca la pena, y darse cuenta de que hay que explorar todas las opciones, incluyendo aquellas que contengan emociones desagradables.
De esta forma, tendremos sobre la mesa todos los caminos posibles, y no solo aquellos que nos resultan más cómodos o que ofrecen menor resistencia, y dispondremos una visión mucho más nítida y precisa de cuáles son nuestras opciones y qué nos conviene escoger.
Por qué la escritura puede ayudarte a encontrar la claridad que necesitas
Ya hemos identificado el problema y a nuestros principales enemigos, y ahora por fin vamos a la parte que estabas esperando: ¿cómo cambiamos esta situación? ¿Cómo hacemos para no discutir con los pensamientos negativos, averiguar cuáles son nuestros valores y no dejar que la evitación tome las decisiones por nosotros?
La respuesta, como te he anticipado al principio del artículo, es escribiendo. Podrías hacerlo simplemente pensando, pero hoy te quiero “vender” la escritura como el arma definitiva porque sirve para corregir los tres errores que hemos identificado en la sección anterior.
Estoy convencida de que la escritura tiene superpoderes que han transformado a la Humanidad y que también te pueden transformar a ti. Déjame que te explique cuáles son.
Superpoder 1: escribir te ayuda a observar tus pensamientos desde fuera
Es muy difícil no discutir con nuestros pensamientos, porque tendemos a dejarnos arrastrar por ellos y a hacerles caso. Creemos que sólo podemos hacer algo si todo lo que pensamos al respecto es positivo, y eso hace que nos enzarcemos en largas conversaciones mentales donde el angelito y el diablo se pelean sin parar, tratando de eliminar los pensamientos negativos y quedarnos solo con los buenos.
Pero luchar con los pensamientos nos hunde en las arenas movedizas y nos paraliza. Por eso, te propongo una estrategia alternativa: que los observes y les des espacio. De esta manera podrás actuar a pesar de ellos, sin perder energía en discusiones inútiles.
¿Cómo te ayuda la escritura a lograrlo?
Al escribir agarras a tus pensamientos por la cola, como a un gato escurridizo, y les obligas a estar quietos. De repente, esa voz de tu cabeza toma forma –letras sobre papel, palabras y frases–, y puedes separarte de ella y observar tus pensamientos negativos como algo que tienes, y no como algo que eres.
Hace unos años, estuve asistiendo a unos grupos de terapia como apuntadora: me sentaba en una esquina y escribía lo que decían los asistentes. Después, cuando lo pasaba a limpio en casa, me llamaba muchísimo la atención que todos aquellos problemas, que para ellos eran inmensos y probablemente abarcaban toda su realidad, podían reflejarse en un número concreto de caracteres, palabras y frases. Aunque nunca tuve la oportunidad de mostrárselo, me habría encantado ver cómo reaccionaban al ver sus preocupaciones resumidas de esa forma.
Superpoder 2: escribir te ayuda a identificar tus valores y transformarlos en objetivos
Es muy difícil identificar tus valores solo pensando, porque los pensamientos son a menudo tan abstractos y dispersos que nos distraemos con facilidad. Sin embargo, cuando te entrenas en la disciplina de escribir lo que piensas, utilizas tu mente de la forma más poderosa que existe: para planear, recordar, reflexionar y decidir lo que es importante para ti.
Poner tus pensamientos en papel te invita a darles coherencia y estructura, a no repetirte, a buscar dónde empiezan y terminan tus ideas. Buceas en tu pasado y en tus conocimientos para recabar datos relevantes sobre lo que estás escribiendo en ese momento. De esta forma, puedes sacar conclusiones bien fundadas sobre lo que es importante para ti y qué camino debes tomar para conseguirlo.
Imagina, por ejemplo, que te digo que pienses durante un rato sobre lo que has hecho este verano. Es posible que te salga algo como “sí, bueno… mi verano ha estado bien… he ido a la playa, he comido demasiado… por cierto, ¿qué habrá hoy de comer en mi casa? Espero que no sean lentejas, porque no me apetecen con este calor. ¿Cuándo va a entrar de verdad el otoño?”. Tu mente se ha distraído y apenas ha sido capaz de persistir en el mismo pensamiento más de unos segundos.
Sin embargo, si te sientas a escribir una redacción como las del colegio, te esforzarás para que tenga sentido, recopilarás más detalles acerca de tus vacaciones y puede que incluso te des cuenta de algo en lo que no habías pensado hasta entonces.
Superpoder 3: escribir te ayuda a superar la evitación y convivir con tus miedos
¿Sabías que una de las formas de superar la fobia a los aviones es usar un simulador de realidad virtual? ¿Y si tú pudieras crear tu propia realidad virtual escribiendo?
Los detalles que utilizas escribiendo y leyendo tienen el poder de trasladarte a la realidad emocional de una situación. Puedes recrear con exactitud lo que vas a sentir en el futuro o lo que has experimentado en el pasado, y a veces incluso te puede llegar a parecer “que lo tienes delante”.
Esta capacidad de simular la realidad te permite enfrentarte en tu imaginación a situaciones incómodas para fortalecer tu capacidad de tolerar sensaciones y emociones desagradables. De esta manera, serás capaz de superar la evitación y explorar diferentes alternativas cuando te preguntes qué quieres hacer con tu vida.
Te cuento un ejemplo curioso de mi infancia: cuando iba de acampada con los scouts, los mayores contaban a menudo historias de miedo y yo lo pasaba fatal. Más de una vez me iba llorando a la tienda o no podía dormir en toda la noche. Así que decidí escribir mis propias historias de miedo en casa: de esta forma, experimentaba las sensaciones de terror en un entorno más amigable y me acostumbraba a ellas. Funcionó tan bien que acabé siendo yo la que atemorizaba al personal en las veladas de campamento.
Averigua lo que quieres (bolígrafo en mano)
A estas alturas, espero haberte convencido con mis malvadas dotes escritoriles de que ponerte a escribir hoy, aquí y ahora, es lo mejor que puedes hacer para encontrar claridad y avanzar como un meteoro hacia tus sueños más salvajes.
Ha llegado el momento de la parte práctica y poco glamurosa: ponerse a escribir de verdad.
Te advierto de antemano que cuando te proponga un ejercicio, al principio no te va a apetecer hacerlo. A mí tampoco suele apetecerme escribir. Sé en abstracto que me gusta y que, una vez estoy metida en faena, lo disfruto muchísimo, pero siempre se me ocurren 200 actividades más atractivas, como echarme una siesta u ordenar los armarios.
No hagas caso a esas distracciones de la mente: son simple pereza. En lugar de eso, córtales la cabeza como un samurái, siéntate en tu mesa y escribe.
Voy a proponerte seis ejercicios, seis: dos para cada uno de los súper-poderes que te he mencionado antes. Me gustaría que elijas uno, el que más te inspire o más rabia te dé, y lo empieces ahora mismo, en cuanto acabes de leer el artículo. Y que después me cuentes en los comentarios qué tal te ha ido.
Enfréntate a tus demonios
Los ejercicios que te presento a continuación te ayudarán a quitarle el poder a tus pensamientos negativos. Así te será mucho más fácil actuar a pesar de ellos, sin creer a pies juntillas lo que te dicen.
Ejercicio 1: el lector extranjero
Habilidad que adquirirás: DEFUSIÓN
Que sí, que la palabra “defusión” parece sacada de Dragon Ball… pero simplemente significa separarte de tus pensamientos y observarlos como algo que tienes, y no como algo con lo que te identificas. No tienes que eliminarlos ni racionalizarlos: solo mirarlos desde fuera para que disminuya el poder que tienen sobre ti. Este ejercicio te servirá justamente para eso.
Pasos del ejercicio:
- Durante 10 minutos, escribe los pensamientos negativos que se te vengan a la cabeza cuando te planteas un cambio de rumbo, o cuando tratas de contestar a la pregunta “¿qué hago con mi vida?”. Deja hablar al crítico interno al que tratas de acallar normalmente. No te censures ni te preocupes demasiado por la ortografía y la gramática: simplemente, comprométete a seguir escribiendo desde que empieces hasta que suene la alarma del móvil.
- Después, relee lo que has escrito en voz alta con acento extranjero: chino, francés, inglés, argentino… el que mejor te salga. Si no se te dan muy bien los acentos, puedes poner música a tus pensamientos, imitar a un robot, rapearlos… lo que se te ocurra y que implique leerlos de forma distinta a como lo haces habitualmente..
- Reflexiona sobre este ejercicio: al leer en voz alta, ¿tenían tus pensamientos más o menos poder sobre ti que al principio? ¿Te ha resultado más sencillo verlos como algo externo a ti? ¿Te molestan ahora menos cuando te planteas tomar una decisión?
Ejercicio 2: las historias de la mente
Habilidades que adquirirás: DEFUSIÓN y ACEPTACIÓN
Quizá ya te hayas dado cuenta de algo: nuestra mente es muy repetitiva, y las mismas preocupaciones aparecen día sí y día también. En este ejercicio identificarás las historias principales que aparecen en tu mente para darles así menos importancia. De nuevo, no se trata de cambiarlas ni discutir con ellas, sino de quitarles poder.
Pasos del ejercicio:
- Durante tres días, lleva una libretita contigo. Cuando te descubras dándole vueltas a una preocupación o pensamiento negativo, apúntalo en tu libreta. Si se repiten, pon una marca junto al pensamiento o preocupación.
- Después de esos tres días, observa lo que has apuntado. ¿Qué pensamientos se repiten con más frecuencia? ¿Qué “historias” hay detrás de esos pensamientos?
- En adelante, cuando te descubras teniendo un pensamiento negativo, trata de identificar qué historia hay detrás. Cuando lo hagas, puedes decirte a ti mismo: “vaya, ¡pero si solo es la historia de soy un perdedor total! Gracias, mente, por esta historia, pero voy a seguir adelante con mi vida.”
Por ejemplo: la libreta de Andrea, una universitaria en el último año de su carrera, podría contener los siguientes pensamientos (con sus marcas al lado cada vez que se repiten):
- No sé si buscar trabajo cuando termine o tomarme un año sabático III
- Nadie me va a contratar II
- ¿Y si me voy al extranjero? III
- Mi novio aún no ha llamado y es súper tarde II
- Las relaciones a distancia son una mierda IIII
- ¿Qué voy a hacer con mi pareja si me voy de viaje? I
- Me duele la cabeza II
(Por supuesto, tenemos muchísimos pensamientos a lo largo del día. El objetivo de este ejercicio es que hagas un muestreo: que identifiques algunos que sean significativos)
Las historias de Andrea podrían ser:
- La historia de “no sé qué hacer con mi vida”
- La historia de “mi relación va mal”
- La historia de “mi salud es un desastre”
Después de hacer el ejercicio, cuando aparece el pensamiento “no me van a contratar en ningún lado”, Andrea piensa: “vaya, ya está otra vez aquí la historia no sé qué hacer con mi vida. ¡Gracias, mente! Ahora voy a seguir con lo que estaba haciendo ahora mismo”.
Descubre tus valores y sé fiel a ellos
En esta sección te voy a pedir que reflexiones de forma más intensa sobre lo que es importante para ti, y vamos a hacerlo utilizando la capacidad de la escritura para ayudarnos a viajar en el tiempo e imaginar. Después, identificaremos los objetivos que están de acuerdo con esos valores para descomponerlos en acciones sencillas.
Ejercicio 3: imagina tu funeral
Habilidad que adquirirás: CONCIENCIA DE TUS VALORES
Hace poco asistí al funeral de una amiga de mi edad. Fue terrible: había fallecido muy rápido de leucemia y todos los asistentes estábamos hechos polvo. Cuando su padre habló de ella, contó que había estado de voluntaria en varios países extranjeros, que había trabajado como intérprete de lengua de signos ayudando a los demás y que era, en definitiva, una persona valiente y bondadosa.
Estoy segura de que irse de voluntaria o trabajar con los más necesitados no fueron experiencias sencillas para ella, quizá ni siquiera resultaron agradables en muchos momentos… pero estaban de acuerdo con sus valores, dieron significado a su vida, y son los logros por los que la recordaremos en la Tierra.
Este ejercicio te ayuda a poner en perspectiva aquello por lo que quieres que te recuerden, que suelen ser proyectos complicados, pero gratificantes.
Pasos del ejercicio:
- Imagina tu funeral y descríbelo por escrito utilizando cuantos más detalles, mejor. ¿Quién está ahí? ¿Qué dicen de ti? ¿Qué es lo que te gustaría que recordasen sobre tu paso por este mundo en el futuro?
- Relee lo que has escrito. ¿Qué valores o cualidades puedes identificar? En el caso de mi amiga, sus valores eran la amabilidad, la alegría, el esfuerzo y la generosidad. ¿Cuáles son los tuyos?
- ¿Cómo puedes hacer esos valores presentes en las decisiones que estás considerando ahora mismo? ¿Cuáles se alinean mejor con la forma en que quieres que te recuerden?
Otra manera en la que puedes utilizar este ejercicio es escribir dos (o más) funerales alternativos: uno para cada gran opción de vida que te estés planteando. Por ejemplo, imagina que no sabes si quieres tener hijos. Puedes recrear el funeral A, donde tus hijos y nietos están reunidos para recordarte, y hablan de todo lo que has significado para ellos, y el funeral B, al que acuden tus amigos o tus compañeros de trabajo para celebrar tus otros logros. La versión con la que mejor conectes será la que mejor represente tus valores.
Ejercicio 4: la Hoja de Ruta
Habilidades que adquirirás: ALINEAR TUS OBJETIVOS CON TUS VALORES
El objetivo de este ejercicio es examinar tus objetivos en función de tus valores, para asegurarte de que están de acuerdo con ellos y de que tu vida se encamina en una dirección coherente con lo que deseas.
Pasos del ejercicio:
- Escribe todos los objetivos que estés considerando para el próximo mes/trimestre/año, y anota a qué área corresponde cada uno (por ejemplo: amigos, familia, trabajo, hobbies…).
- Después, escribe qué valores son importantes para ti en esas áreas de tu vida. Si has hecho el ejercicio anterior, puedes utilizar la información que obtuviste en él.
- Para cada uno de los objetivos que has planteado, pregúntate: ¿se alinea con mis valores? Si no es así, puedes pensar en uno alternativo. También puedes replantearte los valores que has escogido (quizá caigas en la cuenta de que un valor en el que no habías reparado te importa más de lo que pensabas).
- Pregúntate: aunque no consiga este objetivo, ¿estaré satisfecho de haber actuado de acuerdo con mis valores?
- Por último, selecciona aquellos objetivos que se alineen con tus valores y que anticipes que te van a proporcionar más satisfacción, consigas o no lo que buscabas en un principio.
Por ejemplo: imagina que estoy planteándome si el próximo año debería dedicarlo a viajar por el mundo o a trabajar en mi negocio para hacerlo crecer. Mis objetivos, por tanto, podrían ser:
- Visitar cinco nuevos países
- Conocer a gente nueva y culturas distintas a la occidental
- Crear dos nuevos cursos y atender al menos a veinte pacientes nuevos de psicoterapia
- Llegar a una cifra determinada de ingresos anuales
- Aumentar el número de lectores de Psicosupervivencia
Estos objetivos tienen que ver con las áreas laboral y personal. Algunos de los valores importantes para mí en esas áreas son: libertad, creatividad, aprendizaje, disciplina, prosperidad, curiosidad, aventura, conexión…
A continuación, voy a anotar cuáles de estos valores veo representados de forma más potente en cada uno de los objetivos.
- Aventura, aprendizaje
- Conexión, aventura, aprendizaje
- Creatividad, aprendizaje, disciplina
- Libertad, disciplina, prosperidad
- Conexión, aprendizaje, creatividad
Si reflexiono sobre ello, creo que todos estos objetivos me proporcionarían satisfacción a lo largo del camino, incluso aunque el resultado no sea el que yo espero.
Los objetivos relacionados con hacer crecer mi negocio parecen alinearse mejor con mis valores. Por otra parte, al hacer este ejercicio me doy cuenta de que tampoco hay tanta diferencia entre una opción y otra, es decir: que en mi caso probablemente me sentiría satisfecha con los dos caminos. Esto puede quitar parte de la presión a mi decisión, así que es un efecto secundario positivo de la propuesta.
También me sirve para reparar en que el valor de aventura se me queda un poco colgado si finalmente no me voy de viaje, e incorporar otro objetivo compatible con mi opción que se alinee con él como, por ejemplo, hacer un par de viajes más cortos a lo largo del año.
Da espacio a las emociones y sensaciones difíciles
En esta última sección aprenderás a montarte tu propia realidad virtual sin gastarte un duro, y entrenarás tu capacidad para aceptar, e incluso abrazar, emociones complicadas y situaciones desagradables.
Ejercicio 5: escribe tu propia aventura
Habilidad que adquirirás: TOLERANCIA A LAS SENSACIONES DESAGRADABLES
En este ejercicio recrearás en tu cuaderno algo que te dé miedo o te agobie. En psicología, esta técnica se llama exposición en imaginación, y consiste en afrontar en tu mente esta situación. Así, cuando te enfrentes a ella en la realidad te resultará más sencillo.
Pasos del ejercicio:
- Piensa en una de las opciones que hayas barajado alguna vez para tu futuro que te dé miedo o que te genere incertidumbre, ansiedad o preocupación
- Descríbete a ti mismo afrontando esa situación. Hazlo en primera persona, con todo el detalle del que seas capaz. ¿Qué sentirías físicamente? ¿Qué pensamientos se te pasarían por la cabeza? ¿Qué acciones llevarías a cabo a pesar de tener esos pensamientos, o de sentir esas emociones?
Por ejemplo, si estás planteándote viajar al extranjero, puedes escribir acerca de cómo llegarías al aeropuerto, qué sentirías al hablar con alguien y no entender bien lo que te responde, qué pensarías si pasan las semanas y no encuentras trabajo, qué acciones emprenderías para solucionarlo, etc. - Presta atención a cómo te sientes y a lo que piensas durante el ejercicio, mientras realizas el acto físico de escribir. Quizá se te pase por la cabeza el pensamiento “ni de coña sería capaz” o “me moriría de la vergüenza”; quizá te entren náuseas o un nudo en la garganta. Acepta esos pensamientos y sensaciones y sigue adelante con la escritura.
Puedes repetir este ejercicio tantas veces como desees: cuantas más veces lo hagas, más desarrollarás tu tolerancia a las sensaciones desagradables, y más sencillo te resultará enfrentarte a esa decisión en el mundo real, o, simplemente, considerarla como una alternativa válida cuando tengas que decidir qué hacer.
Ejercicio 6: lo peor que podría pasar
Habilidad que adquirirás: TOLERANCIA A LAS SENSACIONES (AUN MÁS) DESAGRADABLES
Este ejercicio lleva la exposición en imaginación un paso más allá. En lugar de imaginar la situación de una forma más o menos “estándar” (no te va a ocurrir nada muy horrible, solo las incomodidades y contratiempos esperables), te invito a que les des alas a tus peores miedos y pienses en lo peor que podría pasar.
Pasos del ejercicio:
- Escoge una de las opciones que te estás planteando para tu futuro.
- Describe la situación como si estuvieras allí, pero esta vez plantéate: ¿qué es lo peor que podría pasar? Mantente dentro de lo razonable: si vas de viaje al extranjero, lo peor que podría pasar es que se estrelle el avión, pero estamos de acuerdo en que no es demasiado común.
Algunos ejemplos más probables son: que se te pierda la maleta; que te roben el pasaporte y el dinero; que tu compañero de piso resulte ser traficante de drogas; o que no encuentres trabajo en varios meses y tengas que volverte a casa con el rabo entre las piernas. - Describe las emociones que experimentarías y los pensamientos que se te pasarían por la cabeza. Trata de ser lo más específico posible: ¿qué sensaciones físicas sentirías? ¿Qué te diría exactamente tu “crítico interno”?
Al igual que en el ejercicio anterior, puedes repetir este tantas veces como te haga falta para desarrollar tu capacidad de convivir con tus peores temores.
Sé que leer todos estos ejercicios de golpe quizá te abrume; si prefieres recibirlos de uno en uno en tu mail a lo largo de tres semanas, he preparado un mini-curso gratuito por mail que te puede servir.
Y colorín, colorado… este artículo se ha acabado
Pero no sin antes hacerte un breve resumen de lo que hemos trabajado, para que recuerdes lo más importante y puedas aplicarlo en tu vida de forma efectiva.
Lo que me gustaría imprimir a fuego en tu cabeza es lo siguiente: la claridad es uno de los factores más importantes para tener éxito en la vida. Si no sabes hacia dónde vas, avanzar es imposible. Y si sabes lo que quieres, si tienes una idea definida de lo que te importa y de lo que vas a hacer para lograrlo, serás imparable.
Sin embargo, tener claro hacia dónde quieres ir no es algo definitivo. No es una decisión que tomes un día y que solucione tus problemas para siempre, sino un proceso continuo. Por eso, elijas lo que elijas, a lo largo del camino tendrás que seguir lidiando con los pensamientos negativos, recordando cuáles son tus valores, y mostrándote dispuesto a aceptar las emociones y sensaciones desagradables.
Si desarrollas estas habilidades con paciencia y persistencia, te darás cuenta de que empiezas a avanzar: poco a poco, quizá dando dos pasos hacia adelante y uno hacia atrás… pero con mucha más confianza y compromiso que antes. Y para practicar, nada mejor que la escritura: una herramienta sencilla, barata y a tu alcance que te permite investigar tu mente de una forma sistemática y productiva.
Te animo a que empieces ahora mismo a escribir. Ya. No te lo pienses. Ataca cualquiera de los ejercicios; después, me encantaría que compartieses tu experiencia en los comentarios y que me preguntases cualquier duda que te haya surgido.
¡Muchas gracias por leerme y espero que volvamos a vernos muy pronto!
Foto: Escritora