A finales de marzo, nada más llegar a Argentina, entré en un periodo de crisis tanto en mi vida como en el blog. Tenía miles de cosas entre manos y mucha gente pendiente mí, y yo no quería decepcionar a nadie:
- No quería decepcionar a mis suscriptores, que esperaban que publicase un nuevo post de calidad todos los lunes y jueves a las 9 AM
- No quería decepcionar a los lectores interesados en crear su propia página nicho, que esperaban la evolución de mi nueva web de afiliados
- No quería decepcionar a los alumnos de El Nicho Perfecto, que habían pagado 97 euros por el curso y estaban muy ilusionados con sus futuros proyectos y con ganas de trabajar
- No quería decepcionar a las 200 personas que me habían escrito un e-mail en las últimas semanas y que esperaban mi respuesta
- No quería decepcionar a mi hermano, con el que había empezado una nueva página web sobre la que os hablaré algún día de estos
Al mismo tiempo, acababa de empezar mi viaje por Sudamérica y sentía la obligación de salir a conocer Buenos Aires y disfrutar de la ciudad. Por primera vez, fue demasiado para mí.
La ansiedad y el estrés me empezaron a pasar factura. Me levantaba sin energía, no me apetecía hacer nada y me salieron mis primeras canas. Me pasaba horas tirado en la cama, bloqueado, sin saber por cuál de las tropecientas tareas pendientes empezar, mientras que más y más mensajes se acumulaban en mi bandeja de entrada. Cuando mi amiga Ali me escribió preocupada porque había visto unas fotos mías en Facebook «y le parecía que estaba triste», me di cuenta de que no podía seguir así.
Hacer menos, cuidarme más
Aunque nunca había pasado por una situación similar, intuía que sólo había una solución posible: hacer menos y cuidarme más. Así que eso hice.
Empecé por reducir o eliminar todo lo que estaba añadiendo estrés a mi vida:
- Cambié la frecuencia de publicación de dos a un post por semana
- Interrumpí la serie de posts sobre páginas de afiliados
- Acabé el programa El Nicho Perfecto
- Cerré temporalmente el formulario de contacto del blog
- Dejé de responder a los e-mails y a los mensajes de Facebook que me seguían llegando
- Hablé con mi hermano para decirle que no tenía tiempo para nuestra web, pero que me ofrecía a pagar a alguien para que se encargase de hacer mi parte del trabajo
Luego, añadí a mi rutina semanal cuatro clases de CrosssFit a la semana y almuerzos diarios en un restaurante con barra libre de ensalada, y rellené el resto de mi tiempo libre con actividades de ocio. Durante las siguientes semanas me dediqué única y exclusivamente a salir con mis amigos, ver la Champions League, ir a quedadas de CouchSurfing, conocer Argentina (pero sin prisas), visitar viñedos, leer y dormir.
En cuanto a la parte profesional, sólo me ocupaba del blog, y además en ‘modo mantenimiento': un post a la semana y ya está. Cada vez que alguien me contactaba para hacer una entrevista, proponerme una colaboración o pedirme que promocionase su producto como afiliado, amablemente rechazaba su oferta. Era consciente de que estaba perdiendo buenas oportunidades y miles de euros, pero no tenía elección: era eso o yo.
Y el plan funcionó. Poco a poco fui recuperando la energía, la ilusión y saliendo de mi particular burnout existencial. Regresaron las ganas de dedicarme al blog, retomar algunos proyectos y empezar otros nuevos, y decidí que cuando terminase el Mundial me tomaría un mes sólo para relajarme, descansar (demasiada fiesta en Brasil) y trabajar.
Ahora mismo estoy en Medellín haciendo justamente eso, y la verdad es que me encuentro muy bien. Era exactamente lo que necesitaba: recordar que yo soy lo más importante en mi vida y que de vez en cuando tengo que parar 🙂
Una lanza a favor del egoísmo
La vida nos obliga continuamente a elegir entre nuestras necesidades y las de los demás.
¿Me salto el gimnasio para echar una mano con un problema de última hora en la oficina o me largo porque ya he cumplido con lo que dice mi contrato?
¿Le pago un máster a mi hijo o me gasto ese dinero en dar la vuelta al mundo?
¿Respondo a las preguntas de mis lectores o me voy a dar un paseo con mis amigos?
Si te gusta ayudar a los demás como a mí, seguramente te cueste decir que no y poner por delante tus intereses en este tipo de situaciones.
Es normal. Anteponer nuestros deseos a los de otras personas –especialmente cuando nos importan– no es nada fácil porque nos hace sentir que somos unos egoístas y que sólo pensamos en nosotros mismos. De hecho, cuando alguien quiere que hagamos algo por él y nos negamos, es común que intente manipularnos sutilmente con un «vamos, tío, no seas egoísta» para que cambiemos de opinión. Y claro: ¡nadie quiere ser un egoísta!
El que la palabra egoísmo tenga asociadas tantas connotaciones negativas no es casualidad. Desde pequeños nos han repetido una y otra vez que hay que dar antes que recibir, que hay que sacrificarse por los demás y que no existe virtud más honorable que el altruismo. El héroe que da su vida por el bien común es el ciudadano ideal. Esto, obviamente, a quien beneficia es a nuestros queridos políticos, que nos piden que realicemos «el noble acto de apretarnos el cinturón» mientras ellos se dedican a navegar en su yate por el Mediterráneo.
La realidad es que el egoísmo no es malo. Una persona que sólo se preocupa de sí misma y de su propio beneficio no hace daño a nadie (siempre que sus ganancias no sean a expensas de otros, claro). Además, si a esa persona le va bien y tiene éxito, acabará dándole a la sociedad más de lo que recibe de ella en forma de impuestos y puestos de trabajo, y quizá incluso en forma de obras benéficas cuando tenga tanto dinero que no sepa qué hacer con él.
Por eso, hoy quiero pedirte que seas un poquito más egoísta. No que te vuelvas un capullo integral al que le importa él y solo él, sino simplemente que antes de ayudar a los demás te ocupes primero de ti mismo y de tus necesidades.
Ponte la mascarilla de oxígeno tú primero
Cuando viajas en avión, siempre hay una amable azafata que explica las medidas de seguridad antes de despegar:
«En caso de una pérdida de presión en la cabina, se abrirán automáticamente los compartimentos situados encima de sus asientos» dice por los altavoces. «Si esto ocurriese, tire fuertemente de la máscara, colóquesela sobre la nariz y la boca, y respire normalmente. Asegúrese de tener su máscara ajustada antes de ayudar a otros pasajeros.»
Lo más importante de este mensaje es entender que primero tienes que ponerte TU máscara, porque nadie va a poder ponértela tan bien como tú y porque si cada pasajero se dedica a ponérsela al vecino lo único que puede pasar es que acaben todos asfixiados.
Aunque esto puede parecer muy obvio dentro un avión, a veces nos olvidamos de hacerlo en nuestra propia vida. Queremos ponerle la máscara a todo kiski a nuestro alrededor y no nos damos cuenta de que con tanto ajetreo se nos ha desajustado la nuestra y nos está empezando a faltar el aire.
Antes de dar oxígeno a los demás tienes que asegurarte de que puedes respirar correctamente, y para ello necesitas ocuparte de tres áreas:
- Salud. Cuando te pones enfermo no puedes ayudar a nadie. Además te conviertes en una carga para tu familia y tus amigos, que están preocupados por ti, y para la sociedad, que tiene que pagarte el tratamiento médico. Por eso nunca deberías renunciar a horas de sueño, a hacer ejercicio o a seguir una dieta sana para contentar a otros. La salud es la base de todo y tu prioridad #1
- Dinero. Te guste o no, el dinero es importante y necesario. Cuando tienes problemas económicos vives preocupado, tus opciones se limitan y te ves obligado a pedir a ayuda a tu círculo más cercano o al estado. De ahí la importancia de cuidar tu carrera profesional y saber gestionar tus finanzas. Tienes que conseguir ser económicamente independiente.
- Ocio. Sí, hacer actividades que te gustan simplemente por puro placer es fundamental. Pasar tiempo con la gente que te quiere y dedicarte a tus hobbies te ayudará a recargar pilas, sentirte bien y mantener el estrés alejado de tu vida.
Una vez que tengas todo lo anterior bajo control ENTONCES estarás en condiciones de ayudar a otros, pero no antes.
Cómo ser generoso sin morir en el intento
Para cerrar este post, me gustaría proponerte un modelo de generosidad basado en el egoísmo, de manera que puedas ayudar a los demás sin sufrir, sin dejar de ser feliz y sin que te pase lo mismo que me pasó a mi cuando llegué a Buenos Aires 🙂
La idea central del mismo es que TÚ eres la persona más importante de tu vida, y que por tanto deberías tratarte como tal.
Las reglas son las siguientes:
- Sin comportarte como un imbécil, dale siempre prioridad a tus necesidades (salud, dinero, ocio), ya que nadie más lo hará por ti
- No sacrifiques tu bienestar por el de otros. Lo más importante eres tú y si no estás al 100% no ayudarás a nadie
- Busca siempre tu felicidad y tu éxito, ya que eso es bueno para ti Y TAMBIÉN para los demás. Si lo haces de una manera honrada ayudarás a muchos por el camino
- Si algún día te encuentras en una posición en la que todas tus necesidades están cubiertas, pon tu foco en el exterior y dedícate a ayudar a los demás de forma directa y a contribuir a hacer del mundo un lugar mejor
¡Espero que te sea útil!
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Y tú, ¿qué opinas sobre todo esto? ¿Cuál crees que es la mejor manera de equilibrar nuestras necesidades y las de los demás? ¿Crees que pensar que lo más importante eres tú mismo es demasiado egoísta?
La foto es en el Cristo Redentor de Río de Janeiro. Para mí, lo más espectacular que tiene la ciudad (y eso que tiene muchas cosas).
Este post está inspirado en la reflexión que hace Scott Adams en el capítulo 10 de su libro ‘Cómo fracasar en casi todo y aun así triunfar‘, el cual te recomiendo encarecidamente 🙂