Como seguro que te has imaginado al leer el título, este post va sobre mi alimento favorito: los huevos.
Desde que tengo conciencia de memoria, hemos cenado huevos fritos en mi casa. No todos los días, pero sí la mayoría. Quizá por eso me gustan tanto 😉 No obstante, a pesar de consumir huevos frecuentemente, también he crecido escuchando a mi madre repetir una y otra vez que «comer muchos huevos es malo». Me lo decía cuando era pequeñito y yo le pedía que me preparase dos huevos, como a mi padre, y me lo decía también cuando era más mayor, cada vez que comía huevos varios días consecutivos.
Lo de que comer huevos a diario es perjudicial para la salud viene de que éstos tienen un alto contenido en colesterol –unos 200 mg por unidad–, y en consecuencia se cree que su consumo frecuente eleva el colesterol en sangre, que a su vez aumenta el riesgo de sufrir un infarto al corazón. Por eso, las organizaciones de salud recomiendan no superar los 300 mg diarios de colesterol, o lo que es lo mismo, no comer más de un huevo al día (aunque hay quien lo limita a un máximo de cinco por semana o incluso tres).
Yo, que soy un buen hijo, siempre me porté bien y controlé mi consumo de huevos. Al fin y al cabo, todo el mundo sabe que comer demasiados huevos es peligroso, ¿verdad? Sin embargo, mi opinión al respecto cambió cuando me fui a vivir a los Estados Unidos. De hecho, si hubiera descubierto todo esto antes, le hubiera dicho a mi madre «Mamá, ¡no toques los huevos de mi comida!».
Después de ponerme gordo como un cochinillo y sufrir un ataque de asma durante un partido de racquetball, empecé a estudiar nutrición por mi cuenta y a experimentar con diferentes dietas para poner remedio a mi situación. Algunas de esas dietas recomendaban reducir el consumo de carbohidratos y aumentar la ingesta de proteínas, lo cual me obligó a sustituir mi querido desayuno mediterráneo de tostadas con aceite oliva por uno más americano basado en huevos revueltos. Pero claro, si comía dos huevos todos los días, moriría a los 25 años con las arterias obstruidas… ¿Qué podía hacer entonces?
Un “eggsperimento” personal
Si me conoces, sabrás que soy una persona muy estructurada para algunas cosas, hasta el punto de ser capaz de almorzar lo mismo durante cuatro años seguidos. Por eso, el tener que alternar dos desayunos diferentes no me hacía ninguna gracia. Yo quería empezar todos los días comiendo huevos, y pasaba de mezclar un huevo con varias claras porque las claras no saben a nada. Así fue como, por pura necesidad, me pregunté por primera vez si la sabiduría popular sobre los huevos era realmente cierta.
Lo primero que hice fue buscar en Internet. Allí encontré los típicos posts que hablaban de no comer más de cinco huevos a la semana, pero me crucé con algunos artículos que aseguraban que la relación entre los huevos y el colesterol era un mito. Según sus autores, los últimos estudios científicos demostraban que no existía ninguna relación entre ingerir colesterol como parte de la dieta y el aumento del colesterol en sangre, y que, por lo tanto, no tenía sentido limitar el consumo de huevos. Algunos iban más lejos y afirmaban que comer huevos frecuentemente podía incluso mejorar los niveles de colesterol HDL o colesterol «bueno».
Una vez que te parabas a pensarlo, tenía sentido que los huevos no fuesen tan terribles. La yema de huevo es uno de los alimentos más completos que existe, con proteínas de alta calidad y toda clase de vitaminas y minerales, y la madre naturaleza no suele crear algo tan sano y peligroso al mismo tiempo. Sin embargo, seguían existiendo multitud de opiniones y estudios en contra del consumo frecuente de huevos, y yo necesitaba una manera de confirmar mi tesis de que no pasaba nada si los comía todos los días.
Con ese objetivo en mente y siempre fiel a mi naturaleza investigadora, decidí llevar a cabo un pequeño experimento: durante tres meses, desayuné dos huevos al día en vez de tostadas, sin alterar el resto de mi dieta ni mi rutina de ejercicio, y me hice unos análisis de sangre antes y después para comparar los niveles de colesterol.
Los resultados corroboraron mi tesis: no sólo mi colesterol total se mantuvo estable, sino que mi ratio entre colesterol HDL y LDL mejoró. Exactamente lo mismo que le pasó a Adam Bornstein de Live Strong.
A pesar de que mi experimento no había sido riguroso y de que sus resultados no se podían extrapolar a toda la población, para mí era más que suficiente. Después de aquello, no volví a dejar que nadie me tocase los huevos. Y si alguien se atrevía a decirme una y otra vez que comer tanto huevo es malo, me cabreaba y pasaba a un sinónimo a no me toques los huevos que utilizamos aquí en España para la gente que te está cansando: «Por favor, ¡no me toques los cojones con el tema!».
Guiones invisibles
Existen muchas creencias que aceptamos como ciertas sólo porque llevamos escuchándolas desde pequeñitos. No tienen ninguna base lógica o racional, simplemente son cosas que «sabe todo el mundo» y que condicionan nuestras decisiones sin darnos cuenta. De hecho, suelen estar tan profundamente integradas en nuestra cultura que nunca nos planteamos la posibilidad de que a lo mejor no sean verdad.
Aquí tienes varios ejemplos, pero seguro que a ti se te ocurren muchos más:
- Comer más de cinco huevos a la semana es malo
- Para conseguir un buen trabajo necesitas ir a la universidad
- Comprar una casa es una buena inversión
- Alquilar es tirar el dinero
- Los empresarios siempre están intentando aprovecharse de sus empleados
Algunas de estas creencias, como la de los huevos, no nos afectan más allá de lo que cenamos cada noche. Sin embargo, otras, como las relacionadas con la compra y el alquiler de viviendas, le han arruinado la vida a muchas personas.
En Vivir al Máximo trato de animarte a que desactives el piloto automático y vivas intencionadamente. Es decir: a que hagas las cosas por un motivo, y no sólo porque las haga todo el mundo o porque tu abuela te lo dijese de pequeño. Quiero que te cuestiones tus creencias más arraigadas y decidas por ti mismo qué es verdad y qué es mentira. El problema es que a veces esto no es tan sencillo…
¿Cómo podemos distinguir la realidad de la ficción?
Los seis filtros de la verdad
En su fantástico libro «Cómo fracasar en casi todo y aun así triunfar» (sí, te lo he recomendado varias veces porque es MUY bueno; ¿todavía no lo has leído?), Scott Adams comparte el sistema que utiliza para separar realidad y ficción.
Según Scott, para considerar algo como cierto primero tiene que pasar al menos dos de los seis «filtros de la verdad». Ninguno de estos filtros es 100% fiable, pero cuantos más supere nuestra suposición, más probable es que sea verdadera.
Estos son los seis filtros de la verdad:
1. EXPERIENCIA PERSONAL
Soy muy partidario de estar siempre dispuesto a aprender y experimentar, para luego quedarte con aquello que te funciona y desechar todo lo demás. Si una teoría se cumple para ti, puede que sea válida. Sin embargo, la experiencia personal también tiene algunas debilidades que no debemos olvidar:
- Aunque algo te funcione a ti, no tiene por qué ser cierto universalmente. Cada persona es un mundo, y lo que a uno le va bien a otro le puede ir fatal
- La memoria no es tan fiable como creemos. Nuestros recuerdos pueden ser manipulados fácilmente, y a veces lo que recordamos no sucedió así realmente
- A veces, lo que funciona no lo hace por las razones que pensamos. Como veremos en el filtro #4, correlación no implica causalidad
- El que algo se cumpla una vez no quiere decir que lo haga siempre. A lo mejor sólo tuviste suerte
2. EXPERIENCIA DE CONOCIDOS
Si no te puedes fiar al 100% de tu experiencia personal, imagínate de la de los demás 😉 No obstante, si algo le funciona (o no le funciona) a varias personas de confianza, es bueno tenerlo en cuenta.
3. EXPERTOS
Un experto es alguien que sabe mucho sobre un tema concreto. Sin embargo, los expertos no siempre están en posesión de la verdad. Concretamente, tienen dos debilidades:
- Trabajan por dinero, no de una manera romántica para llegar a la verdad. Eso hace que muchas veces su opinión esté influenciada por intereses económicos
- A veces pecan de exceso de confianza y son incapaces (o no quieren) ver algo que contradice su opinión, por muy obvio que sea
Por eso, suele ser tan común el encontrar expertos con opiniones completamente opuestas. ¿De quién fiarse?
4. ESTUDIOS CIENTÍFICOS
Los estudios científicos suelen ser más fiables que las opiniones de los expertos, ya que están realizados en un entorno controlado, siguiendo un proceso estricto y documentado, y antes de ser publicados los revisan otros expertos en la materia. Pero a pesar de eso, hay muchos estudios que parten de premisas erróneas o que confunden correlación con causalidad. Y te explico en que consiste esto último.
Imagínate un estudio que demuestra que tener los pies pequeños hace que leas peor. Obviamente, estas dos variables están relacionadas (los niños pequeños leen peor que los adultos, y también tienen los pies más pequeños) pero no es el tamaño de los pies la causa de que lean peor, sino la edad. Correlación no implica causalidad.
Aunque el ejemplo anterior pueda parecerte absurdo, confundir correlación y causalidad es un error más difícil de evitar de lo que parece. Por ejemplo, aunque observases que la gente que desayuna huevos tiene el colesterol más elevado, no puedes concluir inmediatamente que la causa sean los huevos. Quizá todas esas personas acompañen los huevos con pan blanco con mermelada y un café con mucha azúcar, y sean esos los verdaderos culpables…
Además de esto, muchos estudios científicos están financiados por grandes empresas y no buscan la verdad, sino un resultado concreto que pueda ser utilizado luego en una campaña de marketing. ¡No lo olvides!
5. SENTIDO COMÚN
Suelo confiar bastante en todo aquello que, cuando lo analizo, me hace asentir con la cabeza y pensar: «sí, esto tiene sentido». Desafortunadamente, los seres humanos somos muy fáciles de engañar, y un buen orador puede darnos dos puntos de vista opuestos sobre un mismo tema y convencernos de ambos. Debes, por lo tanto, ser precavido y no confiar demasiado en tu sentido común.
6. PATRONES
El último «filtro de la verdad» consiste en encontrar algún tipo de patrón que verifique tu creencia. Por ejemplo, si lees por ahí que comer antes de irse a la cama es malo y recuerdas que las últimas tres veces que cenaste tarde dormiste fatal, puede que sea cierto… pero también puede que haya sido casualidad. Quién sabe.
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Aunque los seis “tests” anteriores son muy útiles, comparto la opinión de Scott de que, al final, la consistencia es el mejor indicador de que algo es cierto.
Si una creencia pasa varios de los filtros (cuantos más mejor) y además los pasa de manera consistente a lo largo del tiempo, entonces estamos ante una creencia que posiblemente refleje la realidad. No es un método infalible, pero es lo mejor que tenemos.
Una semana especial
El campo de la alimentación, más que ningún otro, está lleno de sabiduría popular y falsas creencias. Aunque no soy nutricionista profesional ni me considero un experto en el tema, llevo años estudiando y experimentando con todo tipo de dietas para descubrir qué es lo que realmente funciona. No lo hago sólo por temas de aspecto físico y salud, sino para ver con qué alimentos y con qué manera de comer soy más productivo, tengo más energía y me siento mejor.
Desde finales del 2013 he estado probando una nueva forma de alimentarme con muy buenos resultados. Gracias a este «método», he simplificado mi vida, he vuelto a España sin un kilo de más a pesar de todos los asados, arepas y caipiriñas de Sudamérica, y me he liberado de una vez por todas de las complicaciones que imponen las dietas tradicionales.
De momento no puedo decirte nada más, pero a lo largo de esta semana iré compartiendo contigo más detalles. ¡Estáte muy atento!
Antes de despedirme, tengo dos preguntas para ti:
- ¿Cuál es el mito o «falsa creencia» en el campo de la nutrición que más rabia te da?
- ¿Qué plan de alimentación sigues actualmente y cuál es tu mayor dificultad a la hora de cumplirlo?
Deja un comentario con tus respuestas. Prometo leerlos todos, incluso aunque me rompas el corazón y me digas «no me gusta el huevo» 🙁
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Varios lectores me han escrito recientemente para informarme de que Hotmail está mandando la newsletter de Vivir al Máximo a la carpeta de spam. Si eras uno de los afectados, por favor añade el e-mail «angel (arroba) viviralmaximo.net» a tu libreta de direcciones. ¡Gracias!
PD: El miércoles te contaré cuál es el gran problema que tienen todas las dietas tradicionales. No te lo pierdas 🙂
Foto: pietroizzo