Tenía 18 años y estaba en casa con mi amigo Marco. Estábamos preparando un viaje a Madrid con la universidad y teníamos que encontrar alojamiento para la noche del sábado. Marco estaba sentado frente al ordenador buscando albergues baratos:
– Toma sonk, llama a este y pregunta si tienen habitaciones —dijo mientras me pasaba el teléfono inalámbrico.
Empecé a presionar los botones muy lentamente y noté como empezaba a invadirme una intensa sensación de nerviosismo. Cuando iba por el sexto número paré.
– Marco, ¿te importa llamar a ti? Es que a mí me da mucha vergüenza —le confesé.
– ¿Pero estás tonto o qué? ¡Que es un puto albergue!
– Ya lo sé, pero es que no soy capaz, no sé por qué.
Mientras Marco hablaba por teléfono con la recepcionista me di cuenta de que mi timidez no tenía ninguna lógica y que tenía que hacer algo para eliminarla cuanto antes.
Introversión vs Timidez
Es muy común confundir introversión con timidez y, si bien es cierto que muchas personas introvertidas también son tímidas, los dos conceptos no están necesariamente relacionados entre sí. Veamos cuáles son las diferencias.
Introversión y Extroversión
Los términos Introversión y Extroversión explican las distintas actitudes que tenemos a la hora de dirigir nuestra energía. ¿Dónde pones normalmente tu atención y cómo “recargas las pilas”? ¿Te gusta pasar tiempo en el mundo exterior, interaccionando con objetos y personas (Extroversión), o prefieres quedarte en tu mundo interior de ideas e imágenes (Introversión)?
Todos tenemos momentos de introversión y de extroversión, pero siempre hay uno de los dos comportamientos que nos resulta más natural y con el que nos encontramos más cómodos. ¿Cuál de estas dos descripciones refleja mejor quién eres?
Introversión
Extraigo energía de las ideas, imágenes, recuerdos y reacciones que tengo en la cabeza, en mi mundo interior. Normalmente prefiero hacer las cosas solo o con una o dos personas con las que me siento cómodo. Paso tiempo reflexionando para tener una idea clara de qué hacer cuando decido actuar. Las ideas son cosas casi sólidas para mí. A veces me gusta más la idea de algo que ese algo en realidad.
Las siguientes afirmaciones sobre mí suelen ser ciertas:
- Los demás me consideran una persona “reflexiva” o “reservada”
- Me siento cómodo estando solo y me gustan las cosas que puedo hacer por mí mismo
- Prefiero conocer sólo a unas pocas personas, pero conocerlas bien
- A veces me paso demasiado tiempo pensando las cosas y no actúo lo suficientemente rápido
- A veces me olvido de comprobar en el mundo real si mis ideas realmente reflejan la realidad
Extroversión
Extraigo mi energía de la participación activa en distintos eventos y actividades. Me siento bien cuando estoy con gente y me gusta animar a los demás. Me gusta actuar y hacer que las cosas pasen. Normalmente me siento como en casa cuando estoy en el mundo exterior. Suelo entender mejor los problemas cuando puedo hablar sobre ellos en voz alta y escuchar la opinión de los demás.
Las siguientes afirmaciones sobre mí suelen ser ciertas:
- Los demás me consideran “extrovertido” o una persona “con don de gentes”
- Me siento cómodo cuando estoy en grupo y me gusta trabajar con otras personas
- Tengo una amplia gama de amigos y conozco a mucha gente
- A veces me involucro en una actividad demasiado rápido y sin pensarlo
- A veces, antes de empezar un proyecto, se me olvida pararme a pensar qué quiero hacer y por qué
Timidez
La definición que de la RAE del adejtivo tímido es “temeroso, medroso, encogido y corto de ánimo.” Para mí, una persona tímida es aquella que tiene miedo a expresar su opinión o hacer lo que quiere, generalmente por temor al “qué dirán”.
No hay nada positivo en ser tímido. Si no te atreves a expresar claramente lo que quieres, vas a perder muchas buenas oportunidades, y serán otros que sí se atrevan los que acabarán dirigiendo tu vida.
Introvertido sí, tímido no
Me considero una persona introvertida. Aunque me gusta estar con gente y me encuentro cómodo en situaciones sociales, cada cierto tiempo necesito estar solo para “recargar”. A la hora de trabajar también soy introvertido, prefieriendo hacerlo solo o en grupos pequeños.
Cuando me he parado a pensar en el por qué de mi introversión, la conclusión más coherente a la que he llegado es que se debe al ambiente en el que he crecido y a la educación que he recibido durante mi infancia. Mis padres son personas muy tranquilas. No les gusta salir por la noche y rara vez participan en actividades sociales; en vez de eso, prefieren quedarse en casa leyendo o viendo una película. A mí me transmitieron esos valores. Aunque nunca tuve problemas para relacionarme con otros niños y me gustaba jugar con mis amigos en la calle, desde pequeño me he sentido muy cómodo realizando actividades solitarias como leer o estar en el ordenador. Prefería escuchar a hablar, los grupos pequeños a los grandes e intentaba pasar desapercibido siempre que podía.
Ser introvertido no es algo malo. Para mí es un placer el ir a una cafetería a leer un libro, salir a correr solo con mis cascos o preparar una ensalada al llegar a casa mientras escucho el podcast de El partido de las 12. Sin embargo, lo que no me gusta nada es ser tímido; es muy frustrante el no ser capaz de expresar mis deseos o el que otras personas decidan por mí por no atreverme a llevarles la contraria. Por eso, un día decidí dejar de ser tímido y sustituir esa cualidad por una más útil y beneficiosa para mí.
Cómo vencí la timidez
Cuando decidí dejar de ser tímido no sabía muy bien cómo ser más abierto y empezar a abandonar mi timidez. Sin embargo, intuitivamente hice lo correcto: observar a aquellas personas que eran justamente lo contrario a tímidas; aquellas personas que no tenían miedo a hablar con desconocidos, a pedir lo que querían o a expresar su opinión. Me di cuenta de que, aunque en ocasiones los consideraba “chulos”, “descarados” o “cara duras”, la realidad es que les iba bastante bien en algunos aspectos de la vida que yo no dominaba. Parecían divertirse cuando estaban en situaciones sociales, ligaban mucho y el resto del grupo solía hacer lo que ellos querían. Además, irradiaban solidez y confianza. Yo quería ser como ellos, así que dejé a un lado mis prejuicios y empecé a imitarlos.
Mi estrategia fue apuntarme a todo tipo de actividades, cuanto más sociales mejor, y durante las mismas comportarme como el tipo de persona que quería ser. Fake it 'til you make it, como dicen los americanos. Lo que más me ayudó fueron los campamentos de verano. En un campamento podía pasar 15 días rodeado las 24 horas de gente de mi edad; además era gente desconocida, que no sabía nada de mí, lo que me permitía crearme una nueva identidad desde 0. Recuerdo que me forzaba a ser el primero en hablar con los otros acampados en cuanto se bajan del autobús, a ser el primero en tirarme al agua en la hora de baño y a ser el primero en salir voluntario para cualquier actividad. Hasta hubo en un campamento en el que me sorprendí flirteando con una de las monitoras, que era 6 años mayor que yo.
Lo que ocurrió a partir de entonces fue muy interesante. Al hacer cosas distintas, empecé a ver resultados distintos. Los nuevos resultados me gustaban más que los que había estado obteniendo hasta el momento, así que decidí seguir comportándome así. Al principio me sentía un poco raro porque “no era yo”, pero progresivamente empecé a sentirme más y más cómodo en mi nuevo papel y a integrar esa nueva forma de actuar en mi personalidad, hasta que se convirtió en una parte de quien soy.
Hoy en día, casi 10 años después, sigo considerándome introvertido, pero el ser ABIERTO es una de mis cualidades principales. La gente que me conoce por primera vez me considera un chico “extrovertido” y “muy social”, e incluso de vez en cuando recibo algún “le echas mucho morro”, “tienes mucha cara” o “eres un Don Juan”. Cuando alguien me dice algo así, no puedo evitar sonreír y pensar en que, no hace tanto tiempo, era una persona totalmente diferente.
Como puedes ver, dejar de ser introvertido está en tu mano. Yo pasé de no poder llamar por teléfono a un albergue a flirtear con una monitora de un campamento que me sacaba 6 años de edad. Si yo pude, tú puedes.
¿Sabes quién eres?
En los últimos tres posts te he contado cuáles son las tres cualidades que me definen —DETERMINADO, COMPROMETIDO CONMIGO MISMO y ABIERTO— y por qué.
Ahora, me gustaría hacerte a ti algunas preguntas:
- ¿Cuáles son tus tres cualidades principales?
- Si le preguntásemos a varias personas cercanas a ti por tus cualidades principales, ¿crees que estarían de acuerdo contigo?
- Si la respuesta a la pregunta anterior es no, ¿qué puedes hacer para que tus actos sean más congruentes con quien eres (o con quien quieres ser)?
Anímate a compartir tus respuestas en en los comentarios.
###
Este post es el último de la serie Momentos decisivos. Si te perdiste los anteriores: Momentos decisivos I: Ana Vera, Momentos decisivos II: cómo el ejercicio me cambió la vida.
La foto es de la última barbacoa internacional que organicé con Amadeo en nuestra antigua casa de 1700 Madison. Fue todo un éxito.