La amistad es algo muy importante para mí.
Muchos de mis mejores recuerdos los he vivido con amigos, y soy de la opinión de que los colegas te aportan cosas que nunca te van a poder aportar tu pareja o tu familia.
Por ese motivo, intento pasar regularmente tiempo con ellos.
El problema es que, según nos hacemos mayores, cada vez es más difícil quedar.
Todos estamos súper liados con la pareja, el trabajo, los niños… y encima en muchos casos vivimos en ciudades diferentes, y eso hace que organizar un fin de semana con amigos se haya vuelto prácticamente misión imposible.
Parece que la única manera de que la amistad se convierta en una prioridad es casarse.
Si te casas, entonces los colegas sí que se lo toman en serio y son capaces de hacer un hueco en sus apretados calendarios para ir a verte.
Yo quiero pasar tiempo con mis amigos, pero tampoco puedo casarme cada dos por tres, así que lo que vengo haciendo durante los últimos 7 años –con la excepción de los 2 del COVID– es celebrar mi cumpleaños.
Pero no la típica celebración de adulto que solemos hacer en España, en la que compras unos pasteles y vienen un rato por la tarde tus padres y tus tíos a verte y ya.
Estoy hablando de una celebración de verdad: como esas que hacíamos cuando éramos pequeños, que repartíamos invitaciones en el cole y organizábamos una merienda con Fantas, sándwiches de Nocilla y una tarta con forma de conejito.
En mi caso, lo que suelo hacer es preparar un plan currado para el fin de semana, reservar un local chulo con comida y bebida abundante en el que organizar la fiesta oficial (que pago yo de mi bolsillo), y enviar una invitación personalizada por email a todos los colegas a los que me gustaría ver.
Siempre hay muchas a los que les resulta imposible asistir, porque justo en esas fechas tienen la cena de la empresa o cualquier otro compromiso…
Pero hay otros que lo ven como un evento lo suficientemente especial e importante como para cogerse un avión y venirse a pasar unos días conmigo.
Por ejemplo, este viernes 16 de diciembre fue mi 37 cumpleaños, nos juntamos más de 15 amigos en Praga para celebrarlo y estuvo genial:
- Hicimos un escape room de miedo y ambos grupos escapamos a tiempo
- Paseamos por el centro de Praga a -5º grados y vimos el reloj astronómico y los puestos navideños con todo nevado
- Fuimos a beber Pilsner Urquell de barril y a comer queso frito, tartar y otras delicatesen checas a una de mis cervecerías favoritas
- Salimos a bailar al Plataforma de Praga y vivimos varios sucesos surrealistas
- Hicimos una porra de la final del Mundial y la vimos todos juntos en mi casa
…y por supuesto, mis amigos me cantaron “cumpleaños feliz”, soplé las velas como manda la tradición, y brindamos con slivovice por un año más de amistad.
Como te puedes imaginar, montar este sarao me quitó bastante tiempo.
Y no te voy a engañar: en octubre-noviembre, cuando llegó el momento de empezar a organizarlo todo, me dio una pereza horrible, porque por aquel entonces tenía entre manos mil cosas y todas me parecían súper urgentes.
Sin embargo, hice el esfuerzo porque sabía por experiencia que luego me iba a alegrar, y gracias a eso he podido pasar un fin de semana irrepetible con mis colegas.
Así que el mensaje que me gustaría trasladarte hoy es que cuides tus amistades.
Que las cuides y las mimes, porque es una de las cosas más importantes que tienes.
Y como reto, te animo a que tú también celebres tu próximo cumpleaños.
Pero que lo celebres por todo lo alto.
Que te lo curres y organices algo especial, porque la ocasión lo merece y porque es una de las mejores “excusas” que conozco para reunir a toda esa gente que te quiere y a la que no siempre es fácil ver.
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