Hoy hago un pequeño parón en la serie sobre «Cómo ser libre en un mundo de esclavos» para traerte un post invitado de mi amigo Roberto Gamboa de Facebook Ads 365.
También aprovecho para recordarte que este jueves a las 6 PM habrá una quedada VAM en Madrid en la que podrás conocerme a mí, a Rober y a otros muchos lectores.
***
¿Alguna vez te ha pasado que te estás vistiendo por la mañana y te parece estar viviendo una copia exacta de todos los días anteriores?
Es un sentir a medio camino entre el desánimo y la falta de energía. Es intuir que hay algo que mal en tu vida, que deberías estar haciendo otra cosa, o que quizás debería estar en otro lugar. Pero no es fácil pasar de esa intuición a la certeza de que debes cambiar algo para llevar el estilo de vida que deseas.
Entre tanto y tanto, y casi sin darte cuenta te has puesto el traje, has desayudado y te encuentras camino al trabajo casi en piloto automático.
Levantas la vista, y sólo con mirar a las 3 o 4 personas que tienes en frente, sentadas en el vagón del metro, te percatas de que al parecer no eres el único que vive en el día de la marmota.
Las caras de algunas personas a ciertas horas de la mañana son más propias de un animal camino al matadero que de un ser humano camino al trabajo. Y en mi caso era así.
Cuando el éxito tiene sabor amargo
Siempre he sido un “culo inquieto” en busca de oportunidades. Nunca me importó mancharme las manos y pasar por trabajos menos cualificados, mal pagados y en algunos aspectos mucho más duros que un puesto de oficina. Cuando era más joven trabajé en el aeropuerto descargando maletas, en el bar de mi padre sirviendo mesas, de repartidor en Telepizza y un largo etc. Todo valía y todo contaba mientras me diese el dinero que necesitaba para pagar la formación que me llevaría al puesto soñado.
Y lo logré.
Tras mucho esfuerzo conseguí un trabajo de esos que muchos denominan “exitoso”: programador –y más adelante consultor– en una empresa informática top, contrato indefinido, buen horario y un salario 6 veces superior al salario mínimo establecido. Justo lo que mi madre siempre quiso, sentadito delante de un ordenador y con traje, como dios manda.
¡Al fin! ¡Lo tenía!
Uno lee esto y se imagina a un joven de veintitantos, henchido de orgullo y felicidad, con una sonrisa permanente y comiéndose el mundo a cada paso como si acabara de salir de un anuncio de vitaminas. Y en cierto modo fue así. Esa sensación existe; el problema es que no dura más de unos meses. El resto corresponde a los dos primeros párrafos de este post leídos en bucle… un bucle que en mi caso llegó a durar 8 años antes de que decidiese ponerle remedio.
La conversación que lo cambió todo
Tras un tiempo como consultor, llegué a un punto en que cada día me sentía más cansado. Mi buen humor comenzó a ser cosa del pasado, y la sensación de vacío se convirtió en compañera de cada uno de los pasos de mi rutina.
Y el que piense que el trabajo se queda en la oficina que se quite la venda. Una actividad en la que pasas tantas horas empaña –o en este caso contamina– toda tu vida, y acaba afectando a tu ocio y, por supuesto, a tus relaciones.
Mi novia se daba cuenta, y como es mucho más inteligente que yo me lo hizo saber con una pregunta que terminó cambiando para siempre mi visión de las cosas y, sobre todo, cambiando mi destino.
Era viernes, habíamos salido a cenar y, tras no sé cuánto tiempo despotricando hablando de mi trabajo, me dijo:
“Rober, quiero que me respondas a 3 preguntas: ¿cómo te ves dentro de 1 año, cómo te ves dentro de 3 y cómo te ves dentro de 10?”
Me hizo sentir incómodo, pero al menos estuve rápido:
«Pues me veo contigo y más mayor»
Yo me reí, ella me siguió el rollo, pero ambos sabíamos que algo no iba bien en mi vida.
Un golpe de timón
Necesité varios días, varías mañanas de metro con mi bolsa de «tuppers» bajo el brazo, y varias horas delante del ordenador de la oficina para darme cuenta de cómo no quería verme ni dentro de un año, ni dentro de tres y mucho menos dentro de diez. Y al final fue un hecho de lo más simple el que me dio la claridad que necesitaba.
Estaba en el trabajo, saboreando lo que debía ser un café durante un descaso a media mañana, y vi por la ventana a un chico más o menos de mi edad. Estaba en un parque había y él corría: ligero, tranquilo, libre…
Me di cuenta de que yo quería ser ese chico. Quería poder elegir.
Elegir mis vacaciones, mis días libres, mi jornada de trabajo. Elegir cuando quiero salir a correr. Elegir incluso donde y sobre todo para quien quiero trabajar. Tener control mi vida y sobre mi destino.
Ahí fue cuando empecé a buscar forma de construir el estilo de vida que buscaba.
Para encontrarlas, decidí hacer la típica lista de pros y contras, pero la versión 2.0. Se trata de un ejercicio simple, basado en dos círculos, que terminó dándome mucha información sobre cuál era el vehículo que me transportaría al lugar donde quería estar.
De esta manera, llegué a la conclusión de que quería iniciar un nuevo proyecto en solitario.
Formar y ayudar a otras personas a dejar de ser invisibles, conseguir más suscriptores, fans, contactos y generar más clientes de forma rentable por medio de anuncios en Facebook.
Un proyecto online, escalable y lo más autónomo posible que tuviera como pieza angular un blog.
Pero a partir de ahí empezaba la parte interesante. Si quería hacer realidad mi plan, mi primer obstáculo era conseguir ser visible entre cientos de miles de webs.
¿Qué podía hacer?
El contenido es el rey… ¿o quizá no?
En mi opinión, el error más común a la hora de iniciar un blog o un proyecto online es creerte el nuevo gurú o YouTuber de moda. Pensar que, con solo crear contenido y compartirlo en las redes sociales, tus vídeos u artículos se volverán virales y llegarán a millones de personas. O que como lo que escribes es tan genial, Google te posicionará en los primeros puestos, tendrás millones de visitas y tu tráfico tendrá un crecimiento exponencial.
Desafortunadamente, la realidad es que esto ocurre en contadas ocasiones, y que el 95% de las webs que nacen cada año no llegan a cumplir los 12 meses de vida.
¡¡El 95%!!
Muchas frases sobre las bondades del marketing de contenidos, como la célebre “El contenido es el rey”, esconden grandes mentiras o, mejor dicho, grandes “medias verdades”. Conseguir visibilidad y visitas para tus contenidos es algo que requiere que hagas bien muchas cosas, y que también requiere mucho tiempo, mucho esfuerzo y mucha dedicación. ¡Y a veces ni con esas!
Además, por si fuera poco, si tienes suerte y logras posicionarte de forma orgánica todavía tendrás que lidiar con dos inconvenientes más:
- Nunca tendrás control sobre la fuente que te proporciona lectores, es decir, Google. Si un día decide que no eres relevante tiene el poder de “borrarte del mapa”
- Las visitas que te llegan no siempre son de buena calidad, y en muchos casos no están interesados en tu contenido.
Por suerte, crear contenido no es la única manera de ser visible en Internet.
Cómo conseguir visibilidad de forma rápida, segura y con menos esfuerzo
Dejar mi trabajo fue una decisión difícil, y no quería correr riesgos con mi nuevo proyecto. No tenía ninguna intención de hacer el pardillo y pasarme meses trabajando en un blog que no leyese nadie, encerrado durante horas produciendo contenido de calidad y mendigando a amigos y familiares para que lo compartiesen.
Sabía que por este camino no iba a llegar a ningún lado, así que como iba en serio con mi web decidí invertir en ella.
Y no hablo de comprar el tema de WordPress más molón ni los mejores plugins premium, sino de invertir en lo que iba a marcar la diferencia entre el éxito y el fracaso: invertir en visibilidad, en tráfico web cualificado hacia mi proyecto.
Di un paso al frente y salí en busca de mi lector ideal al lugar donde pasa más tiempo: Facebook.
Fui sobre seguro y generé un flujo de visitas constantes a mis contenidos, llevando a las personas interesadas en mi temática a mi blog. Personas que pueden convertirse en suscriptores, suscriptores que pueden convertirse en clientes, y clientes que me pagarán y que darán sentido a mi negocio.
Ve a pescar donde están los peces
Piensa en esto.
Si tienes un blog de cocina donde escribes buenos artículos cada semana, ¿no te encantararía que te leyesen los fans de Karlos Arguiñano?
Y si escribes libros de desarrollo personal, ¿no te interesaría que los seguidores de Pablo Cohelo supiesen sobre más ellos?
Y eres coach, o si tienes un blog sobre aprender idiomas, o sobre marketing online, o sobre temas económicos… Da igual, porque siempre vas a poder encontrar a alguien a quien le interese lo que ofreces.
Facebook, al ser una red social, dispone de la base de datos más segmentada del mundo, con los gustos, preferencias, datos demográficos de miles de millones de usuarios. Eso te permite mostrar tus anuncios exactamente a las personas con el perfil que te interesa.
Hay varias maneras de hacer esto:
- Buscar un referente en tu nicho y anunciarte únicamente a sus fans.
- Subir un listado de emails, clientes o suscriptores a Facebook Ads y pedirle a la plataforma que encuentre personas similares en gustos, preferencias y otras características a las que mostrar tus anuncios.
- Hacer que sólo vean tus anuncios aquellas personas que ya hayan visitado tu web. De esta manera será mucho más sencillo convertirlos.
Pero para que lo entiendas mejor, he creado un vídeo en el que te explico cómo definir, localizar y llevar a tu lector ideal a tu blog:
De 0 a 1.000 subscriptores en 180 días. Un caso práctico
Cuando empecé mi negocio, tenía muy claros los pasos a seguir para estar dentro de ese 5% de proyectos online que sobreviven al primer año.
Más concretamente, necesitaba:
- Echar a andar mi blog
- Definir y localizar a mi lector ideal
- Crear un lead magnet irresistible para él
- Llevar a personas con ese perfil a mi web y convertirlos donde en suscriptores
- Crear productos que mejoren la vida de mis suscriptores y convertirlos en clientes felices.
Es la misma estrategia que expliqué en el vídeo anterior, y a continuación te voy a explicar cómo implementé cada una de las partes.
Mi lector ideal
La temática de mi blog está muy relacionada con marketing digital, así que por la afinidad de sus contenidos seleccioné a varios referentes como Victor Martín. Me interesaban sus fans, y además Facebook Ads te permite definir con aún más detalle quiénes van a ver tus anuncios dejándote filtrar por datos demográficos, edad, sexo, nivel de estudios y un largo etcétera.
Por lo tanto, decidí que mi primer “target” fuesen los seguidores de Víctor que tuviesen entre 28 y 55 años que viviesen en España.
Un lead magnet irresistible
Destacar en un entorno saturado conlleva hacer cosas diferentes, mejores o más grandes. Por eso, decidí no regalar un PDF a mis lectores a cambio de su e-mail como hace todo el mundo. En vez de eso, creé un video-curso online para aprender Facebook Ads desde cero y lo di gratis durante semanas.
Soy defensor de crear un lead magnet muy potente por varios motivos:
- Es más atractivo para tu audiencia, lo que significa que tus anuncios serán más rentables
- Maximiza el impacto de tu marca personal y mejora la imagen de tu proyecto
- Instala en el subconsciente del subscriptor la idea de “si esto es gratis, el material de pago debe ser increíble”
No obstante, no es necesario currárselo tanto. Un pequeño ebook de 5-10 páginas puede ser suficiente.
Anuncios que atraigan a las personas adecuadas
Es importante que entiendas que las personas que están en Facebook no te conocen. Están rodeados de amigos y familiares, y tú y tu anuncio os estáis colando en su vida.
Por eso, es importante que tengas claras las características de anuncios que triunfan en Facebook:
- Capturando su atención tanto en la imagen como en el texto
- Ofreciendo algo de valor
- Utilizando palabras como “hoy” o “gratis”
- Hablando de beneficios.
- Haciendo llamadas a la acción claras
Este fue el anuncio que yo utilicé en su momento y sigue todos los consejos anteriores:
Mi anuncio sólo era visible para los usuarios de Facebook con las características que había definido anteriormente, y que tras hacer clic en él era redirigidos a mi landing page. Allí, después de subscribirse a mi lista de correo, recibían los recursos prometidos.
Coste por subscriptor
Cuando usas Facebook Ads pagas por cada clic en tu anuncio, no por cada registro. Por lo tanto, el precio por subscriptor dependerá de tu destreza como anunciante.
En mi caso, yo gasto 0,10 y 0,21 céntimos por conversión.
Es un precio muy bajo, pero cada proyecto es un mundo, y gastar decenas o incluso cientos de euros por un lead no tiene por qué ser mala idea.
Por ejemplo, si vendes servicios de 1.000€ seguramente te sea rentable pagar 50, 100 o 300 por cada prospecto. Sin embargo, si vendes productos de 10€ tendrás que conseguir un coste por conversión mucho menor.
Mi negocio a día de hoy
En sólo unos meses he pasado de ser un completo desconocido a conseguir:
- +1500 suscriptores sin necesidad de estar años escribiendo grandes contenidos.
- +5 clientes para los que trabajo 1 a 1 y con los que estoy muy contento.
- +800 alumnos escribiendo y participando en mi programa «Formación 360º».
Además de eso, mi proyecto me ha aportado distintos beneficios intangibles, como notoriedad o tener la oportunidad de conocer a personas interesantes, y también cosas más concretas como un flujo constante de ventas de mi primer libro y de mi nuevo curso online, entrevistas en otras webs o tener la oportunidad de escribir en un blog como este.
Y gran parte de esto se lo debo a mi inversión en Facebook Ads, que me permitió lanzar mi proyecto con la seguridad de que no voy a fallar por falta de visitas y me dio control sobre la repercusión exacta de cada uno de mis acciones, algo clave a la hora de construir un negocio online rentable.
Sí, es cierto que tuve que poner dinero de mi bolsillo al principio, pero es que la visibilidad siempre se paga. De una u otra manera, pero se paga.
Cómo tú también puedes aprovechar el potencial de Facebook Ads
Si vas en serio con tu blog o con tu negocio online debes invertir en visibilidad, y Facebook Ads es una herramienta ideal para ello.
Piensa que no estamos hablando de un gasto, sino de una inversión, porque si no tienes visitas da igual lo que hagas que tu proyecto sí que habrá sido un desperdicio: de tiempo y dinero.
¿Decidido a dar el paso? Pues comienza por aquí:
- Define de la forma más concreta posible cuál es tu lector ideal: edad, sexo, localización, gustos, preferencias, deseos, miedos…
- Si no dispones ya de un listado de suscriptores, analiza el mercado en busca de esa persona o empresa de referencia que dispone de los fans más apetecibles para ti
- Crea un gancho que sea irresistible para ese lector ideal, y que esté relacionado con el producto o servicio que tienes en mente monetizar posteriormente
- Empieza una campaña en Facebook Ads con buenos anuncios: una foto que llame la atención y que deje claro cuál es el beneficio que ofreces, llamada a la acción…
- Asegúrate de que la página de aterrizaje a la que redirige tu anuncio cumpla la promesa que haces en el mismo. Para obtener buenos resultados debe ser limpia, clara y que estar más centrada en los beneficios que en las características de lo que ofreces.
- Traza una estrategia para mejorar tu relación con tu suscriptor y seguir aportándole valor hasta que se convierta en tu cliente.
Y sobre todo disfruta. Tener un proyecto online no es fácil. Relativiza las decepciones (que llegarán tarde o temprano), y maximiza y celebra las alegrías. Al menos es lo que yo hago… ¡y por el momento funciona! 🙂
###
Ahora te toca a ti. ¿Cuál es tu mayor duda respecto a mi esta estrategia o a Facebook Ads? ¿Tienes experiencia promocionándote en Facebook? ¿Cómo te ha ido? Si tienes cualquier duda sobre Facebook Ads, Roberto Gamboa te contestará en cuanto pueda, así que…
¡Cuéntanos todo en los comentarios!