Siempre que vivimos una experiencia emocional o que ocurre un evento importante en nuestra vida, nuestro cerebro se encarga de analizarlo para sacar conclusiones sobre «cómo funciona el mundo».
Estas conclusiones pasan a formar parte de nuestro modelo de la realidad, que es lo que determina nuestro comportamiento.
Por ejemplo, hace unos años en Salvador de Bahía (Brasil) me robaron una mochila con mis gafas de ver, mis gafas de sol graduadas y una cámara con cientos de fotos que aún no había guardado en el ordenador.
En ese momento estaba en medio de un viaje por Sudamérica, y la verdad es que me pillé un buen cabreo, fue una experiencia muy emocional para mí.
Así que mi cerebro hizo la siguiente reflexión:
- Experiencia: me han robado en Salvador de Bahía
- Conclusión: hay ciertas zonas de Salvador de Bahía que son peligrosas y en las que hay que ser precavido
- Efecto en mi comportamiento: evitar entrar en las zonas «menos buenas» de las ciudades con mucho dinero o pertenencias valiosas, y en caso de ir con una mochila no dejarla nunca desatendida
Personalmente, creo que extraje la lección correcta en función de lo que me pasó (de hecho, de ahí en adelante nunca más me volvieron a robar).
Sin embargo, hay veces que no hacemos un buen análisis de la situación y aprendemos la lección equivocada, y eso nos lleva a tomar malas decisiones o a limitar nuestras opciones durante el resto de nuestra vida.
Por ejemplo, imagínate que cuando me robaron en Salvador hubiese interpretado la situación de la siguiente manera:
- Experiencia: me han robado en Salvador de Bahía
- Conclusión: Brasil es un país horrible y extremadamente peligroso
- Efecto en mi comportamiento: no ir nunca más a Brasil
Si hubiese llegado a esa conclusión, me habría perdido lugares maravillosos que he conocido más adelante cuando he vuelto al país, como Florianópolis, Jericoacoará, o Minas Gerais.
E incluso puede que en el futuro hubiese acabado privando a mis hijos de conocer una ciudad tan increíble como Rio de Janeiro, al transmitirles esa idea de que «Brasil es un país peligrosísimo al que no hay que ir jamás».
Desgraciadamente, esto es lo que ocurre en muchas ocasiones.
Que aprendemos lecciones equivocadas y acabamos creando en nuestra cabeza un modelo de la realidad incorrecto que hace que nos comportemos de una manera que nos perjudica.
La pregunta es: ¿cómo podemos evitar que nos pase esto?
Pues hasta donde sé, no hay ningún método infalible para extraer las lecciones correctas…
Pero sí que puedo compartir contigo los 3 grandes errores que he cometido yo y que también veo cometer a otras personas para que no caigas en ellos.
Son los siguientes:
Error 1: Establecer las relaciones causa-efecto equivocadas
En cualquier evento o experiencia hay distintas variables que podrían haber influido en el resultado, y no suele ser sencillo determinar el impacto real que ha tenido cada una de ellas.
Por eso, no hay que precipitarse a la hora de establecer relaciones causa-efecto, y en general hay que evitar llegar a conclusiones simplistas que asignan toda la responsabilidad de un efecto a una única causa, ya que suelen ser erróneas.
Por ejemplo, imagínate que decides empezar un negocio y, como te va mal, llegas a la siguiente conclusión: «no valgo para los negocios».
En este caso es muy probable que estés aprendiendo la lección equivocada.
Porque sí, es cierto que el negocio lo has montado tú, pero las capacidades de la persona que empieza un negocio no es el único factor que determina el que tenga éxito o no.
Hay otras muchas variables a tener en cuenta: el modelo de negocio, la coyuntura económica, la ejecución…
Así que antes de concluir que «no vales para los negocios», deberías analizar bien el papel que han jugado el resto de factores.
Y también deberías plantearte si de verdad has nacido sin las capacidades necesarias para crear ningún tipo de negocio (poco probable), o si simplemente has tenido mala suerte o has cometido errores por falta de experiencia.
Error 2: Sacar conclusiones absolutas de experiencia concretas
Vivimos en un mundo extremadamente complejo y lleno de matices, en el que rara vez las cosas son blancas o negras.
Por ese motivo, hay que evitar sacar conclusiones que incluyan términos absolutos como «todos», «ninguno», «siempre» o «nunca», porque seguramente sean falsas.
Por ejemplo, imagínate que te apuntas a un curso online y que quedas totalmente decepcionado.
Ante esta situación, mucha gente comete el error de concluir que «TODOS los cursos online son de mala calidad», y nunca más se apuntan a una formación por Internet.
O peor aún: llegan a la conclusión de que «TODOS los creadores de cursos online son unos estafadores», y acaban dedicando valiosas horas de su vida a escribir comentarios llenos de insultos cada vez que ven en su feed de Instagram a alguien promocionando su formación.
Cuando en realidad, la lección que deberían haber extraído es: «existen ALGUNOS cursos online de mala calidad, así que antes de apuntarme a una formación debo investigar sobre ella y sobre su autor para asegurarme de que lo que estoy comprando es bueno».
Error 3: Ignorar tu parte de responsabilidad en las cosas que te ocurren
Si algo te sale mal una vez, puede que se deba a factores externos o que simplemente hayas tenido mala suerte.
Pero si te pasa lo mismo 10 veces, lo más probable es que algo tenga que ver la única variable que tienen en común todas esas experiencias: tú.
Por ejemplo, recuerdo a un amigo que era incapaz de tener una relación de pareja duradera.
Siempre era la misma historia: empezaba a salir con una chica, estaba súper ilusionado… pero a las pocas semanas lo dejaba alegando que la chica en cuestión estaba loca.
La conclusión a la que había llegado mi amigo es que «tengo muy mala suerte, todas las novias que me echo están locas».
Sin embargo, la lección que debería haber aprendido es: «parece que hay algo en mí que me hace atraer a un perfil de chicas que no me conviene o que hace que todas las chicas con las que salgo acaben comportándose de una manera que a mí me parece irracional».
Esa lección le habría llevado a descubrir los errores que estaba cometiendo y que le estaban impidiendo tener una relación duradera, que es el primer paso para poder corregirlos.
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Como ves, extraer las lecciones correctas de las experiencias que vivimos no es nada fácil, ya que hay muchos detalles a tener en cuenta y muchas trampas en las que podemos caer.
Por eso, creo que debemos ser muy cuidadosos con este proceso de análisis y aprendizaje.
Pero sobre todo, creo que debemos ser humildes y estar siempre dispuestos a desaprender las lecciones del pasado.
Porque suelen ser esas lecciones que aprendimos hace años, cuando éramos niños o teníamos menos experiencia, las que nos bloquean, nos limitan y nos impiden crear una vida a nuestra medida.