«¿QUÉ QUIERES de la vida?» Con esta pregunta empieza A Guide to the Good Life, el libro de William B. Irvine sobre el estoicismo. «De todas las cosas a las que podrías dedicar tu vida, ¿cuál de ellas crees que es la más valiosa?» continúa. «Si vives sin un gran objetivo, no tienes una filosofía de vida coherente. ¿Y por qué es importante tener una filosofía tal? Porque si no la tienes, corres el riesgo de malvivir –de que, a pesar de todo lo que hagas, a pesar de todas las cosas placenteras de las que disfrutes, acabes viviendo una mala vida.»
Las palabras de William me hicieron reflexionar. Llevaba varios días dándole vueltas a cuál va a ser el siguiente paso en mi viaje, y la idea de «un gran objetivo vital» me hizo detenerme. Al fin y al cabo, tenía sentido empezar clarificando ese gran objetivo para poder alinear el resto de mis planes con él. Saqué un cuaderno, un bolígrafo y me puse a pensar.
Empecé descartando el vivir para ganar dinero o para acumular cualquier tipo de riqueza material. Sencillamente, no le veo el sentido a dedicar mi vida a algo así sabiendo que al morir lo voy a perder todo. Además, millonarios como Bill Gates o Warren Buffett, que ya han logrado ese objetivo, ahora se dedican por completo a la filantropía, lo que deja claro que el dinero no es un buen objetivo vital.
El siguiente «gran objetivo» que consideré fue la felicidad. ¿Era una buena idea dedicar mi vida a ser feliz? Cuando me puse a pensar en esto, me di cuenta de que no tenía muy claro qué era exactamente la felicidad. Sentía que el concepto de felicidad englobaba muchas emociones positivas, pero que unas eran muy diferentes de otras. Por ejemplo, soy feliz cuando me como un helado (placer físico) o cuando completo un proyecto importante para mí (satisfacción). En ambos casos siento felicidad, pero son dos tipos de felicidad muy diferentes.
Con la intención de resolver mis dudas, me puse a investigar más sobre el tema, y así es como encontré esta charla TED de Daniel Kahneman que me aclaró muchas cosas sobre cómo vivir la vida alineado a una filosofía que encajara conmigo al 100%.
Experiencias y recuerdos: dos tipos de felicidad
Es muy complicado pensar sobre la felicidad porque es una palabra con demasiados significados. El principal problema es que, tanto a nivel personal como a nivel académico, tendemos a confundir experiencias y recuerdos, a confundir el ser feliz EN tu vida con el ser feliz CON tu vida.
Por ejemplo, imagínate que tienes una cita con tu pareja. Salís a cenar a vuestro restaurante favorito, bailáis, dais un paseo… Regresas a casa de madrugada sintiendo que la noche ha sido perfecta. Entonces, cuando te metes la mano en el bolsillo para sacar las llaves, te das cuenta de que has perdido el iPhone. «¡Mierda!» –exclamas. «Con lo bien que iba la cita, y al final se ha echado todo a perder.»
No es cierto que TODO se haya arruinado. La noche ha salido perfecta, la has disfrutado, y el que hayas perdido el móvil no cambia eso en absoluto. Lo que realmente se ha estropeado ha sido TU RECUERDO DE LA NOCHE.
El motivo por el cuál en el ejemplo anterior sentimos que la cita ha ido fatal (a pesar de no ser cierto) es que procesamos el mundo, nuestra vida, a través de dos «yos» diferentes:
- El «yo experimentador», que sólo conoce el presente. Vive momento a momento, y es el que responde cuando el doctor te pregunta «¿te duele si te toco aquí?»
- El «yo recordador», que lleva la historia de nuestra vida. Para este yo, todo son recuerdos de experiencias. Es el que responde cuando el doctor te pregunta «¿cómo te has sentido los últimos días?»
Cada uno de estos yos está interesado en un tipo diferente de felicidad:
- Felicidad de bajo orden: El yo experimentador quiere que seamos felices EN nuestra vida. Sólo le preocupa que cada momento sea lo más agradable posible, y por eso siempre está buscando el placer e intentando evitar el dolor.
- Felicidad de alto orden: El yo recordador quiere que seamos felices CON nuestra vida. Evalúa los recuerdos y determina si son positivos o negativos de acuerdo a nuestras creencias. Busca congruencia entre lo que creemos y lo que hacemos.
Ambos tipos de felicidad apenas están relacionados entre sí –los estudios demuestran que la correlación entre ambas es sólo de .5– y, de hecho, a menudo entran en conflicto. Un buen ejemplo es la temporada que estuviste hecho polvo después de dejarlo con tu pareja (yo experimentador), y cómo ahora consideras lo que pasó algo positivo e incluso fundamental en tu vida (yo recordador).
¿Vivir para ser feliz?
Ahora que entendía la diferencia entre los tipos de felicidad, podía volver al tema inicial: ¿merecía la pena dedicar toda nuestra vida a perseguir la felicidad?
En el caso de la felicidad de bajo orden, estoy convencido de que NO.
Emociones como el placer o la alegría no son más que una mezcla de sustancias químicas en nuestro cerebro que nos hacen sentir bien durante una serie de momentos, y que se pueden generar fácilmente haciendo ejercicio o con drogas como la cocaína. Pero esos momentos de felicidad no son permanentes; cada uno dura unos 3 segundos, pasa y desaparece para siempre. Piensa en el último helado que te comiste. Sí, lo disfrutaste durante los 5 minutos que te duró… ¿y qué? ¿Qué importancia tiene eso? Posiblemente ya no recuerdes ni el sabor.
Dicho esto, pienso que es fundamental mantener la felicidad de bajo orden en unos niveles aceptables, del mismo modo que es importante mantener la salud en unos niveles aceptables. Si no tenemos suficiente felicidad de bajo orden, no funcionaremos correctamente, y entonces dará igual cuál sea nuestro «gran objetivo vital» porque no nos sentiremos dispuestos a llevarlo a cabo.
La felicidad de alto orden es diferente, porque no se puede conseguir directamente. No puedes experimentar satisfacción, triunfo, camaradería, realización personal o paz interior a partir de estímulos externos de la misma manera que puedes experimentar placer físico. Son emociones duraderas que sentimos como resultado de vivir de acuerdo a nuestras creencias, como resultado de «hacer las cosas bien.»
Creo que vivir de la que creemos que es la mejor manera posible es muy importante. La insatisfacción es la distancia entre cómo vivimos y cómo creemos que deberíamos vivir, y si queremos sentirnos en paz con nosotros mismos tanto en nuestro día a día como al final de nuestros días, debemos esforzarnos en reducir esta distancia.
Sin embargo, me resisto a hacer de «vivir de la que creo que es la mejor manera posible» el objetivo de mi existencia por un motivo muy simple: nuestras creencias pueden estar equivocadas. Por ejemplo, un yihadista islámico puede creer que inmolarse en un atentado suicida y matar a todos los «pecadores» que pueda es la mejor manera de vivir. Posiblemente abandonaría este mundo totalmente satisfecho, pero eso no quiere decir que haya vivido correctamente.
Una filosofía de vida correcta
Aunque vivir de la que creemos que es la mejor manera posible es un paso en la dirección correcta, parece que todavía tenemos que hilar más fino y hacernos otra pregunta importante: ¿cómo DEBERÍAMOS vivir? Es decir, ¿existe una manera de vivir que sea objetivamente, universalmente, la mejor manera de vivir?
Alguien podría argumentar que NO, que es algo totalmente subjetivo; sin embargo, ejemplos como el del yihadista me impiden pensar de esa manera. Aunque creo que la mejor manera de vivir varía de persona a persona, también opino que para sea válida tiene que cumplir una serie de requisitos.
Después de darle muchas vueltas a estos “requisitos universales para vivir correctamente», llegué a la conclusión de que son dos:
- Vivir virtuosamente. Existe una serie de valores universalmente buenos (honestidad, generosidad, compasión…) y otros universalmente malos (venganza, egoísmo, engaño…). Uno de los requisitos para que tu filosofía de vida sea correcta es que implique vivir un subconjunto de los primeros. Puedes elegir los que quieras, los que tengan un mayor significado para ti o los que consideres más importantes, pero deben ser valores buenos.
- Ser útil. Como seres humanos, necesitamos sentirnos útiles, sentir que nuestro paso por la tierra ha servido para algo. Por ello, la idea de pasarnos toda la vida en una playa del Caribe tumbados en una hamaca bebiendo piñas coladas no nos resulta atractiva, porque sentimos que habríamos malgastado nuestra existencia.
Ok, tenemos que vivir virtuosamente y ser útiles, pero… ¿útiles para qué?
Para responder a esta pregunta, observé mi vida desde el contexto de la historia de la humanidad. ¿Qué soy dentro de la historia? Un ser humano de entre otros 7 billones seres humanos que viven en este momento en el planeta tierra. Nuestra raza lleva existiendo desde hace 200.000 años, y desde entonces no ha parado de evolucionar. Llevamos recorrido un largo camino: hemos pasado de cazar y vivir en cuevas a construir rascacielos, crear arte y hacer increíbles avances científicos. Ahora, yo formo parte del presente de esa cadena evolutiva, y sólo tengo tres opciones: ir en contra de la evolución, no participar o contribuir. Las dos primeras serían una falta de respeto hacia toda esa gente que nos ha llevado hasta donde estamos hoy (en ocasiones sacrificando su propia vida), así que la única opción que me parece válida es intentar sumar, ser de utilidad a la evolución de la raza humana.
Para mí, la evolución de la raza humana tiene dos aspectos. El primero es mi propia evolución. Desarrollar mi consciencia y mi potencial. Llegar a ser el mejor ser humano posible. El segundo es la evolución del resto de seres humanos y de la vida en general. El desarrollo de la raza en su conjunto, incluyendo consciencia global, inteligencia, valores y todos los nuevos avances científicos y sociales que todavía están por inventar. Ambos conceptos están íntimamente relacionados entre sí, y se retroalimentan mutuamente. Trabajar en mi propia evolución me permitirá contribuir más a la evolución del resto de seres humanos y, a su vez, cuanto más evolucione mi entorno, más me ayudará eso a evolucionar a mí.
Combinando todo lo anterior
Al juntar todas las partes de mi reflexión, llegué a la siguiente filosofía de vida:
Fortalezas + Valores + Servicio + Desarrollo personal = Filosofía de vida
Fortalezas: las cosas que se me dan bien naturalmente. Aquellas facetas de la vida en las que destaco. [¿No sabes cuáles son tus fortalezas? Haz el cuestionario VIA de fortalezas personales]
Valores: las prioridades que me indican cuál es la mejor manera de invertir mí tiempo. Determinan lo que es importante para mí en la vida. [¿No sabes cuáles son tus valores? Aquí tienes una lista]
Servicio: para sentirme útil, tengo que poner mis fortalezas al servicio de la evolución.
Desarrollo Personal: desarrollar todo mi potencial me permitirá maximizar mis fortalezas y mi capacidad de servicio. [¿No sabes cómo desarrollar tu potencial? Te doy algunas ideas]
Es decir, mi filosofía de la vida consiste en poner lo mejor de mí mismo (fortalezas) al servicio de la humanidad, pero siempre de manera congruente con mis creencias. De esta manera, estaré satisfecho con mi vida porque habré vivido de acuerdo a lo que creo más importante (valores) y, al mismo tiempo, sabré que he vivido correctamente porque he hecho el bien (valores virtuosos) y he contribuido al proceso evolutivo (servicio).
Pienso que es una filosofía bastante sólida y aplicable a cualquiera, ya que los valores y las fortalezas varían según la persona.
¿Cuál es tu filosofía de vida?
Si todavía no tienes claro qué es lo que quieres, te recomiendo encarecidamente que te tomes unos minutos para pensarlo y dejar de navegar entre diferentes filosofías de la vida. Personalmente, el hacerlo me ha resultado tremendamente útil, y ha ayudado a clarificar qué es lo que quiero hacer a continuación, lo cual desvelaré en los próximos posts =)
Puede que llegues a la misma conclusión a la que he llegado yo, o a una totalmente diferente, pero estoy convencido de que en cualquier caso el proceso será tremendamente beneficioso para ti.
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Como se me estropeó el móvil, llevo varios días sin echar fotos. La que acompaña este post fue tomada por Eric Haglund y es de la famosa estatua ecuestre de Marco Aurelio, que se encuentra en el museo capitolino de Roma.