Este es un post invitado de
Juan Castillo, Fundador de GuruWalk
Cuando oigo a la gente decir que hay que animar a que la gente fracase, no se muy bien cómo sentirme.
Por un lado, fracasar no es una sensación nada agradable.
Pero por otro lado, creo que en España tenemos demasiado estigmatizado el fracaso. Sobre todo si lo comparamos con otros países como Estados Unidos, donde lo tienen como algo positivo.
Parece que allí si pones en tu curriculum que has cerrado 3 empresas como que te suma puntos, mientras que aquí no pasa tal cosa.
En mi caso no han sido 3, sino 7 los negocios que he cerrado en los últimos años, y créeme: es algo que no le deseo a nadie.
Me he tirado meses enteros sin vida social. Tuve que volver a vivir con mi madre. He pasado varias semanas seguidas comiendo sólo patatas y arroz. He estado meses deprimido. Y he sufrido el menosprecio e incluso la burla de otras personas que no pensaban como yo.
Y aún así, no puedo concebir mi vida de otra manera.
Pero… ¿por qué? ¿Cual es la razón que me mueve a todo esto?
En este post voy a contarte mi trayectoria como emprendedor, incluidos mis múltiples fracasos.
Quiero mostrarte que crear un un negocio no es un camino de rosas y que a veces se pasa realmente mal.
Pero también quiero que veas que los peores momentos te pueden hacen sacar lo mejor de ti mismo y crecer como persona, y que las pequeñas victorias son increíblemente satisfactorias. Por eso, a pesar de los problemas y las dificultades, creo que merece la pena intentarlo.
¿Listo? ¡Pues vamos al lío!
Estos son mis aprendizajes y aventuras emprendedoras.
Primera hostia: cuando me di cuenta que la carrera no me valía para nada
Estudié Arquitectura, una carrera en la que da igual que seas muy listo o medio tonto: el único secreto es currar como un campeón, 10 horas al día, 6 días a la semana.
Para nosotros, todos los días son iguales. O como decía Madonna: “todos los días son nochevieja”.
Yo era un estudiante ejemplar. Sacaba matrículas de honor y trabajaba al máximo para intentar cumplir mi sueño, ser un gran arquitecto.
Pero, después de 5 años de universidad bastante poco divertidos, sin salir de fiesta, sin salir con chicas, ni nada de eso que mola hacer con 20 años, me di cuenta de que no iba a trabajar de eso en toda mi vida.
Mi problema no era la tal crisis inmobiliaria. Eso se pasaría algún día.
Lo que me dió el golpe fue darme cuenta de que en España todo el mundo quería ser arquitecto y que había escuelas de arquitectura en todos lados. Muchas más de las que necesitábamos.
Las escuelas producían nuevos alumnos cada año, y las proyecciones de futuro eran que, aunque en España solo necesitamos unos 10.000 o 15.000 arquitectos, para el año 2020 seríamos más de 100.000.
Íbamos a tener que repartirnos el trabajo de 1 entre 10, y por tanto, en vez de cobrar 3.000€ de media al mes, tocaríamos a 300.
Bad news.
Así que pensé: “bueno, pues voy a dedicarme a lo que casi ningún arquitecto quiere dedicarse. Voy a calcular estructuras, que además se me daba bastante bien.”
Y con esta idea, al día siguiente de entregar mi Proyecto Fin de Carrera, declaré abierta mi consultoría de diseño estructural. Simplemente me hice una página de Facebook y colgué carteles por toda la facultad de Arquitectura, y eso fué suficiente para encontrar los primeros clientes.
La verdad es que esto no fue una mala idea, porque a pesar de no tener experiencia ni una cartera de clientes, siempre tenía trabajo. Lo cual indicaba que no había tomado una mala decisión.
No obstante, ganaba mis 800 o 900€ al mes trabajando como antes: 10h al día, 6 días a la semana.
Además, en ese momento no sabía nada de marketing, ni de comunicación, ni de marca personal. Y por tanto, no sabía cómo podía ampliar mi cartera de clientes para poder subir los precios.
No estaba dispuesto a seguir trabajando toda mi vida 60 horas a la semana para ganar 1.000 euros, así que decidí que tenía que dedicarme a algo diferente.
Primer aprendizaje
Ten siempre presentes el futuro y la ley de la oferta y la demanda. ¿Hacia dónde se va a mover el mercado? ¿Donde va a ser más fácil ganar dinero? ¿Merece la pena esforzarme en eso que me gusta tanto, o mejor me voy a otro sector?
Montando una tienda online, como mucha gente, pensando que sería la leche
Después de tomar la decisión de cerrar mi consultoría de diseño estructural pensé: “bueno, si me he movido un poco hacia donde hay más demanda y me ha ido mejor, voy a meterme en algo donde haya mucha más, algo que esté creciendo como loco.”
Al poco tiempo me topé con un montón de periódicos que decían que el comercio electrónico iba a crecer un 220% ese año y cosas así, así que pensé que quizá fuese una buena idea crear una tienda online.
La pregunta era: ¿sobre qué?
Ahí fue cuando me acordé de una charla de Emilio Duró en la que decía “a partir de cierta edad, o tomáis betacaroteno, o tomáis antioxidantes o hacéis deporte todos los días o moriréis…”
Todo esto me sonaba a chino, pero empecé a investigar y al final decidí que iba a montar una tienda online de nutricosmética y suplementos naturales.
Esta no fué una decisión a la ligera, de esas que tomas de la noche a la mañana. Ni mucho menos.
Estaba tirando mis 6 años de esfuerzo como arquitecto a la basura, dejando atrás mis sueños por una vida completamente nueva. Y para más inri, yo era un absoluto paleto de los ordenadores, que no sabía instalarse ni el antivirus, y estaba metiendome en algo que desconocía por completo, eso del interné.
Pero tenía claro que no por haber invertido 6 años en el sector equivocado, iba a quedarme ahí toda la vida, ¿no? Así que me lancé a la piscina.
Y así fue como nació lindavita.com, ¡mi primer proyecto online!
El resultado fue que pasé de trabajar 10 horas al día, 6 días a la semana, ganando 800€, a trabajar 7 días a la semana, y ganar casi 0€. Epic fail.
Conseguí aguantar 2 meses en esta situación, a base de comer arroz y patatas cocida todos los días, pero al final mi cuenta del banco llegó a 0€. Al final, no podía ni pagar mi barato alquiler de 150€ y no me quedó más remedio que volver a casa de mamá a vivir.
Sentía que estaba dando un paso atrás en mi madurez, pero supongo que esto nos ha pasado a muchos, ¿verdad? Ay, ¡qué haríamos sin las madres en este país! Jajaja 🙂
Aun así, a pesar de las dificultades económicas, conseguí que la tienda echase andar.
El primer mes, con un cupón de AdWords y con una web de esas chapuceras gratuitas drag & drop, conseguí vender mi primer producto: un producto que yo no tenía. Así que llamé al distribuidor y le dije que me mandase ese producto, que se lo pagaría a 60 días y que ya le iría pidiendo más.
Lo bueno de poder pagar más tarde es que con el dinero de ese producto podía comprar anuncios para tener 2 ventas más.
Y así, poco a poco, a base de tirar la pelota para adelante, vender productos que no tenía y pagar a 60 días vista, empecé a facturar.
Como trataba bien a los clientes y ofrecía productos que se buscaban mucho pero que no tenía casi nadie, conseguí tener un coste de adquisición de clientes muy bajo y una recurrencia de clientes bastante alta.
Sin embargo, me di cuenta de que en el mundo del e-commerce los clientes pueden encontrar todo casi a precio de coste y a una distancia de 2 clics.
Por tanto, los márgenes son muy ajustados, y necesitas facturar más de 5.000€ al mes para poder pagar un solo sueldo de 1.000€, lo cual no es nada fácil.
Y si vendes más de eso, ya empiezas a necesitar a más de una persona para operar la tienda, atender emails de clientes, preparar y enviar pedidos, pedir productos a proveedores, etc.
No me salían las cuentas, así que empecé a plantearme un cambio de estrategia.
Segundo aprendizaje
El ecommerce está bien para empezar si no tienes un duro, pero los márgenes son muy bajos y es difícil escalar el negocio. No mola. Sólo tiene sentido si sacas una marca propia, donde tú pones el margen, pero eso es otro negocio muy distinto.
Montando mi tercer negocio: ¡de locos!
Después de 6 meses con el e-commerce estaba facturando algo más, y cuando ya tenía 1500€ el en banco, aunque debía más de 2000€ a mis proveedores, decidí probar otra vez con algo distinto.
Ya tenía claro que debía prestar atención a la oferta y la demanda, pero además quería que fuera algo con grandes márgenes y operativa escalable.
Fue entonces cuando otro amigo arquitecto me comentó el tema de los certificados energéticos.
Resultaba que iba a salir una ley iba a obligar a cada propietario de una vivienda o de un local comercial a tener uno de estos certificados, el cual dijera cuán eficiente energéticamente era ese inmueble. Algo similar a las etiquetas energéticas de los frigoríficos: A+, A, B, C…
Podía ser una buena oportunidad. Así que me puse a investigar.
Entré en el Keyword Tool de Google Adwords, y para mi sorpresa la palabra “certificado energético” tenía ya 11.000 búsquedas al mes (frente a las 300 de los productos estrella de mi tienda online), y además el crecimiento en Google Trends para ese término era exponencial.
Ahí lo vi claro: había negocio y era el momento de hacer algo.
En ese momento faltaban 6 meses para que entrara en vigor la ley de certificación energética de edificios.
Pues bien, yo no sabía cómo lo iba a hacer, pero en 48 horas y de manera bastante cutre, subí la primera versión de mi nueva web: certificadosenergeticos.com.
En este negocio pasé de trabajar 10 horas al día, a trabajar 12 horas diarias, de lunes a domingo, nonstop.
Seguía reinvirtiendo cada euro que ganaba y llevaba ya 12 meses currando como una bestia desde que empecé con la tienda online.
No me había tomado una copa con mis colegas ni un fin de semana y llevaba los vaqueros rotos por no querer gastar dinero comprando otros. Pero eso sí: había contratado un empleado y por lo tanto cada vez tenía más gastos.
Mi competencia salía en el telediario, en los mejores periódicos nacionales y tenía financiación de inversores profesionales, mientras que yo tenía una web en Wordpress con el logo copiado de otra web, pero girado 90 grados.
No jugaba en la misma liga, pero estaba decidido a intentarlo.
Como el hambre agudiza el ingenio, se me ocurrió plantear una estrategia de comunidad, que consistía en que yo encargaba a alguien que escribiera artículos que aportaban mucho valor a mis usuarios, y a cambio de eso les pedía a estos usuarios que compartieran el contenido o que pusieran enlaces a mi web.
La iniciativa fue todo un éxito, y después de 7 meses trabajando como un loco en este nuevo proyecto, por fin vi en la cuenta del banco los primeros 1.000€.
Parecía que ya había dado con algo escalable, que funcionaba, y que me iba a poder permitir vivir de ello. Pero entonces ocurrió lo que nunca imaginé que podría pasar.
En una mudanza de oficina (oficinas que me dejaba gratis la universidad) dejé por un momento todas mis pertenencias en el maletero del coche de un amigo. Y en 15 minutos, todo había volado.
Me habían robado todo: dos portátiles, todos los papeles con la estrategia del negocio, e incluso mi cartera, la cual tenía dentro mi nueva tarjeta de débito. Como la tarjeta era nueva y yo tenía el portátil sin contraseña, el ladrón abrió el portátil y casualmente encontró el PIN de mi tarjeta.
En una hora el ladrón me había sacado todo el dinero del banco. Volvía a estar arruinado, con 0€ en mi cuenta y sin poder pagar ni el alquiler.
Después de más de un año trabajando más que nadie, sin ver la luz del sol, dejándome todo por poder tener algo de lo que vivir, estaba otra vez a cero. No podía ser verdad.
En ese momento no tenía fuerzas para más.
Había logrado luchar con empresas 10 veces más grandes que yo. Había recibido amenazas de denuncias por utilizar imágenes en mi blog, incluso amenazas de muerte de un usuario que se molestó mucho cuando pasé a monetizar la web. Había contratado a una persona que lo que hizo fue estar conmigo para copiarme el negocio. Y me habían pasado muchas otras putadas y sorpresas que no imaginaba en un inicio.
Todo para volver a estar en quiebra y emocionalmente churrascado.
Sentia que lo que me estaba pasando no era justo. Que no me merecía este resultado. Esperaba que el karma algún día me fuera a recompensar, porque eso no me podía estar pasando… Tenía que ser una pesadilla, o una broma muy mala.
Necesitaba un descanso para pensar, y por primera vez en más de un año me tomé unos días libres.
Necesitaba aclarar mi mente. No sabía qué hacer, y ademas un amigo mío se enteró de lo ocurrido y me ofreció un muy buen trabajo en su inmobiliara, cobrando bastante bien. Era una muy buena oferta, iba a ser la solución a todos mis problemas, era lo que todo el mundo me pensaba que debía hacer, lo lógico, lo correcto, lo inteligente. Pero algo en mi interior me decía que tenía que seguir, que no me podía rendir…
Y al final decidí no rendirme, decidí que iba a continuar.
Esa semana me ví este video unas 8 veces cada día. El cual me ayudó mucho, y me sé de memoria su letra, un poema que se llama “If” de Rudolf Kipling:
Fué una gran suerte decidir continuar, porque poco después el negocio empezó a crecer y crecer, llegando a facturar más de 8000€ al mes con sólo 2 sueldos a mi cargo.
La estrategia había dado resultado, me había posicionado como líder en España, y mis competidores empezaban a morir endeudados.
Después de un año y medio de duro trabajo lo había conseguido. El negocio iba genial y me daba dinero de sobra para vivir, e incluso para invertir en otros. ¡No podía estar más feliz!
Tercer aprendizaje
Cultiva la persistencia, el estoicismo. No te rindas nunca. Muchas veces lo que te hace triunfar está más cerca de lo que imaginas, pero si decides rendirte nunca lo sabrás. Sólo debes abandonar si te has quedado sin ideas, o emocionalmente no puedes más. Aun así, aprende a ser fuerte. Como sale en el video, lo mejor de caerse, es volverse a levantar.
¿Hacer de tu pasión tu profesión?
Cómo ya tenía ingresos suficientes, me podía permitir viajar, mucho y a muchas partes. Pero ya me había acostumbrado a trabajar más que un chino en el Black Friday, y eso de vivir bien no cuadraba conmigo. Quería crear algo nuevo.
Pero esto de ser de la generación Millennial es lo que tiene. Cuando ganas más de lo que necesitas, no quieres seguir trabajando sólo por el hecho de ganar más, sino que te apetece hacer otras cosas. O seguir el famoso consejo de “sigue tu pasión”.
En ese momento, lo que quería era viajar y pegarme todas las fiestas que no me había pegado los últimos 7 años. Así que lo vi claro: iba a montar algo que tuviese que ver con viajes y fiesta.
¡Iba a hacer unos viajes a Ibiza que se iba a cagar la perra!
¡¡¡Siiii!!!
Así fue como creé Sensationtrip: una agencia para organizar viajes tipo “Spring Break” a Ibiza, con fiestas en catamaranes y cosas por el estilo.
Fiché a varias personas para diseñar la web, repartir 500 flyers por toda la ciudad de Valencia y hacer un video promocional. Además, cerré acuerdos de colaboración con más de 100 relaciones públicas para vender el viaje y que se llevaran comisión. La íbamos a liar.
¿Qué podía salir mal?
Era el viaje perfecto, en el momento perfecto, y mis últimos 2 negocios seguían funcionando. Ya era un experto empresario, sabía cómo hacer las cosas y estaba seguro de que lo iba a petar…
¿Seguro?
Teníamos sólo 50 plazas para este viaje. ¿Cuántas crees que vendí?
Déjame ahorrarte el pensamiento.
Cero. Ninguna. Nessuno. Nada.
¿Qué había pasado? ¿Cómo había podido fracasar con todo lo que yo había aprendido en este último año y todos los libros de negocios que me había leído?
La razón era que se me había subido el éxito a la cabeza. Me había creído que ya lo sabía todo y que podía mantener una conversación con Zuckerberg sobre estrategia empresarial.
¡Pues nada de eso, chavalote! Palmazo de pasta como nunca te habías imaginado. Todo a la basura, para que espabiles.
Lo peor de todo es que conocía al dedillo las metodologías de customer development de Steve Blank. Sabía cómo hacer entrevistas, validar hipótesis, y en definitiva, ser humilde aceptando que no sabes nada del negocio y que todo está por descubrir.
Pero como me creía el Karpov de los negocios, me lo salté todo a la torera y tiré de intuición.
Pues ahí tenía el resultado, ¡por listo!
De vez en cuando un buen golpe viene bien. Te espabila, te devuelve a la realidad y es una cura de humildad.
Cuarto aprendizaje
Que no te engañe el éxito: nunca dejes de ser humilde. No te saltes las metodologías, están ahí para ayudarte, y están hechas por gente mucho más lista y experimentada que tú. Si no las conoces, recomiendo que empieces con un libro muy cortito y sencillo que se llama Running Lean, de Ash Maurya.
Experimentando con el sector del “ticketing”
Después de esto, vinieron 2 intentos de negocios más donde sí que apliqué las metodologías de desarrollo de negocio apropiadas y hablé con los “early adopters”, identificando sus problemas y midiendo sus “niveles de dolor”.
Ambas ideas de negocio tenían que ver con las reservas online.
La primera de ellas se me ocurrió porque ví que mi barbero tenía una lista de espera de 2 o 3 semanas y era muy difícil hablar con él para concertar una cita.
Él nunca cogía llamadas, porque quería dedicar su completa atención al cliente con el que se encontraba, y eso hacía muy difícil el proceso.
Como me costaba mucho poder cuadrar mi agenda con la suya, pensé que sería muy útil que tuviera un libro de reservas online en el que ver cuando tenía huecos libres, y en el que poder reservar la hora y el día que mejor me vinieran sin necesidad de estar mandandonos SMS todo el rato.
Este era un problema que podían tener muchos otros profesionales: entrenadores personales, fisioterapeutas, etc. Por ejemplo, si una clínica dental tuviese un sistema de reservas digital, quizá podría necesitar menos empleados en recepción, y además dar un mejor servicio a sus clientes enviándoles recordatorios automáticos por SMS y cosas así.
Este negocio no me apasionaba lo suficiente (maldita generación Millennial…), pero me parecía una buena oportunidad porque veía que era un SAAS sencillito con un modelo de negocio por suscripción y que podría funcionar bastante bien.
Así que al final lo que hice fue poner a uno de mis empleados a liderar el proyecto.
Él era programador y me había dicho anteriormente que quería aprender más sobre gestión. Le ofrecí un 20% del negocio además de continuar con su salario anterior, y le dije que él sería el encargado de tomar las decisiones y que yo estaría allí sólo para ayudarlo en todo lo que necesitase. Además, quedamos en que yo ponía el dinero necesario para arrancar, y así le evitaba a él cualquier tipo de riesgo.
Después de un par de meses me di cuenta de que a este chico le daba bastante igual el negocio. Que trabajaba muy bien cuando yo estaba con él, pero que no se implicaba al nivel necesario para sacar el proyecto adelante.
Yo creía que si le ofrecía acciones de una empresa a una persona, esa persona no iba a necesitar ningún otro aliciente, que iba a estar super motivada y a estar pensando en el proyecto 24 horas al día como yo había hecho anteriormente.
Pero me equivoqué.
Resulta que no a todo el mundo le mueven las mismas cosas que a tí, y no por tener acciones vas a estar ultra motivado.
Al final era algo que él no me había pedido y a lo que no le daba importancia alguna, y por esa razón (y que a mí tampoco me apetecía trabajar en ese proyecto), lo abandonamos.
Prácticamente a la par, yo seguía con mi obsesión por hacer algo divertido y guay, así que comencé a trabajar en una plataforma de venta de entradas para clubs y festivales integrado con un sistema de afiliación y analítica.
Gracias a esta herramienta, las discotecas podían saber quién había vendido más entradas y así poder recompensar a los Relaciones Públicas que mejor lo hacían, además de entender qué acciones de marketing estaban funcionando mejor.
En este caso, sabía que el sector de la noche era bastante cerrado y poco innovador, por lo que tener a alguien con conocimiento del sector y buenos contactos era clave para el éxito. Sin una persona en el equipo con este perfil, iba a ser muy difícil llegar a los clientes.
Por suerte para mi, tenía un amigo que era perfecto para el puesto. Además, él llevaba 2 años trabajando para una empresa parecida, y le pagaban tan mal que sufría mucho para llegar a fin de mes. A veces incluso se le retrasaban los pagos varios meses, y yo veía que trabajaba más horas de las que tenía el día.
Intenté convencerle de que se uniera al equipo, y le ofrecí un sueldo bastante mejor que el que tenía allí.
Para mi era lógico que aceptase. Al fin y al cabo, si una empresa te paga más que otra y además tu trabajo actual es un desastre, cualquiera estaría encantado de cambiar, ¿cierto?
Pues me volví a equivocar.
Resulta que mi amigo se lo pasaba muy bien con aquella gente. Para él eran casi una familia, salía de fiesta con ellos y no quería dejar la empresa.
Fue entonces cuando empecé a entender que la gente no trabaja por dinero, sino porque quiere.
Los que “trabajan” por dinero, no trabajan, sino que se dedican a calentar la silla, o ser maestros del escaqueo. Eso no es trabajar, eso es ir a la oficina.
Cómo no tenía otros conocidos del sector, también dejé este proyecto en standby, y ahí se quedó para siempre.
Quinto aprendizaje
Las personas no trabajan por dinero, trabajan por amor/pasión/motivación/aprendizaje… No todo el mundo tiene tus mismos valores. No todas las personas ven el mundo de la misma manera que lo ves tú, ni quieren tener la misma vida que tu. Cada persona tiene unas circunstancias, motivaciones y planes de vida diferentes, y pueden ser muy diferentes a los tuyos.
Cuando me creí Elon Musk
Siguiendo con esta loca idea de los Millennials de “sigue tu pasión” y “trabaja en lo que te gusta”, vino mi siguiente catástrofe empresarial: una marca de motos eléctricas de alta gama.
Sí, has leído bien. Una marca de motos. Con su fábrica y todo.
Durante mi adolescencia siempre estaba dedicado a la mecánica de motos. Siempre había sido mi “pasión”. Además, nunca me perdía una carrera de motoGP, e incluso había competido en carreras para aficionados en circuito.
Eso, sumado a que Tesla estaba revolucionando el sector de la movilidad eléctrica y a que todo el mundo que intentaba crear algo parecido estaba levantando millones como si fuera 1999, me hizo verlo claro.
Era mi pasión y era el momento adecuado, así que me puse manos a la obra.
Mi plan era juntar a un equipo de élite, hacer un plan para desarrollar el primer prototipo, e irme a los EEUU para intentar levantar al menos un millón de dólares para empezar. ¿Fácil, no?
La primera parte salió muy bien.
Conseguí convencer a un grupo de personas excepcionales que ya habían hecho algo parecido a menor escala, además de un experto en baterías, un experto en electrónica y un experto en gestión industrial.
Juntos, hicimos un plan para desarrollar la moto eléctrica comercial más rápida en acelerar de 0 a 100 del mundo, y teníamos bastante claro que iba a ser en menos de 2 segundos.
Estuvimos hablando con Ducati, y acordamos hacer un partnership donde ellos nos cedían motos como la Ducati Diavel, pero sin motor, transmisión, ni depósito, y nosotros nos encargábamos de meterle las baterías, el motor y toda la electrónica necesaria. Algo como lo que hizo Tesla con Lotus para fabricar su primer modelo, el Roadster.
Cuando ya estaba listo, me tocó enfrentarme a lo que no había hecho aún: buscar inversores.
Y como todo pollo inexperto, cometí todos los errores posibles. El primero de ellos ir a buscar pasta a EEUU.
Esta foto me la hizo un amigo en un networking con gestores de Venture Capital en Nueva York, donde claramente se nota en el lenguaje corporal del inversor, al que no le gusta nada lo que le estoy contando.
Y eso mismo fué lo que pasó con el resto de inversores con los que me reuní. A ninguno le pareció tan buena idea.
Otro problema que encontré fue que, siempre que tenía reuniones con mi equipo para contarles cómo iban las cosas por Norte América, me daba cuenta de que cuando empezaban a hablar de todos los detalles técnicos, yo no aportaba nada.
Sí, sabía mucho de motos, de mecánica tradicional, e incluso de la parte ciclo (chasis y suspensiones), pero este proyecto no tenía nada que ver con eso.
Al final, me di cuenta que el núcleo del negocio eran las baterías, la electrónica y la fabricación industrial. Tres campos que yo desconocía y sigo desconociendo por completo.
Después de un mes en Nueva York me di cuenta de que no tenía ningún sentido lo que estaba haciendo. Que yo no era un líder adecuado para este proyecto. Que Elon Musk es un genio y le da igual programar en Python que montarte un cohete espacial. Así que me dije, “Juan, no eres Elon Musk, ¡flipao!”
Este proyecto era de una envergadura totalmente diferente a todo lo que había hecho antes.
Tenía claro que lo que quería hacer iba a ser algo con impacto global, pero la verdad es que esto se me fué totalmente de las manos.
La humildad que creía haber ganado en la última caída se había ido demasiado rápido. Parecía que no había aprendido la lección.
Sexto aprendizaje
Si haces algo complejo, centrate en tu área de expertise. Puedes cambiar de sector, pero todo parece más fácil desde la ignorancia de no hacerlo y cuando entras siempre descubres toda la complejidad. Por eso, es más fácil quedarse dentro de un mismo sector.
Perdiendo la cabeza con el que iba a ser el proyecto de mi vida
Ya había aprendido la lección, ahora me iba a centrar en algo de mi área de expertise y rescatar mi carrera de Arquitecto.
Por fin había encontrado algo con el timing perfecto, que resolvía un gran problema, y ya me había olvidado del archirepetido “sigue tu pasión”. ¡Este iba a ser el proyecto de mi vida!
El negocio consistía en un software de planificación de grandes obras de construcción para empresas que utilizaban la metodología “Lean Construction”. Una metodología con muchas similitudes a la metodología “agile” del desarrollo de software, pero aplicado a la construcción.
Esta metodología de planificación colaborativa es usada por menos de un 2% de las obras en el mundo, pero la tasa de crecimiento y adopción del “lean construction” es enorme. Lo cual cumplía mi primer aprendizaje de pensar siempre en el futuro y en la ley de la oferta y la demanda.
Gracias a esta manera de trabajar se puede ahorrar hasta un 20% del presupuesto de ejecución de una obra. Por tanto, para hacer un hospital de 1.000 millones de dólares te puedes ahorrar 200 millones, además de cumplir los plazos de entrega y aumentar las calidades de la ejecución. Un gran avance respecto al sistema tradicional.
El único problema del “lean construction” es que, como todo nuevo sistema, carecía de unas herramientas de software de calidad, así que las empresas estaban utilizando plantillas y macros de excel para hacer planificaciones con cientos de obreros, perdiendo muchísimo tiempo y desaprovechando las ventajas del carácter colaborativo de esta metodología.
Aquí era donde entrábamos nosotros.
Íbamos a construir ese software para ayudar a estas empresas y así ahorrar miles millones de euros a particulares y países de todo el mundo.
Esta idea tenía, y sigue teniendo, todo el sentido el sentido del mundo. Lo podíamos petar.
Cuando le contaba esto a la gente, a todo el mundo se le iluminaba la mirada y me decía que era una gran idea. Pero claro, seguía siendo un proyecto bastante complejo y ambicioso que no podía crear yo solo.
Necesitaba socios estratégicos para llevarlo a cabo, y tuve la suerte de conseguir a los mejores.
Por un lado, convencí a una compañera de mi universidad, que es una auténtica crack del lean construction para se uniera al equipo. Y por otro lado, conocí a un chico con muchísimo talento para que liderara la parte técnica del proyecto y también se unió a la aventura.
Todo parecía funcionar bien. Hablábamos con empresas que hacían obras de más de mil millones de dólares y que utilizaban esta metodología desde hacía años, teníamos el producto bastante claro, y todo el mundo estaba dispuesto a ayudarnos. Pero otra cosa falló:
Cada uno de los tres teníamos unos planes de vida diferentes, unos valores diferentes, y tampoco nos unía una amistad anterior para poder sobrellevar los problemas y desventuras de esto de emprender.
Había apostado bastante dinero e invertido bastantes meses con todo mi esfuerzo e ilusión posibles.Tanto que había perdido el norte, y estaba actuado de manera bastante egoísta. Con lo que llegaron a definir como un carácter dictatorial por mi parte.
Esto hizo que ambas personas abandonaran el proyecto. No podían soportarme más, y huyeron de mí.
Esto fue tremendamente duro para mi.
Cerrar un proyecto cuando ves que tiene muchísimo potencial, que es exactamente lo que has estado buscando desde hace años y que además el problema es que otras personas simplemente no quieren seguir trabajando contigo, fue algo que me hundió completamente.
No podía evitar pensar que no estaba hecho para esto, que es todo era culpa mía, y que quizá era hora de dejar de jugar a las empresas y buscar un trabajo normal, como todo el mundo.
El que me abandonaran me supuso pasar casi 3 meses encerrado en casa, sin querer hacer nada, ni salir a la calle, lo que me llevó a engordar casi 10 kilos.
Nunca había estado tan jodido. Pero tenía claro que de ahí iba a salir.
Séptimo aprendizaje
Rodéate de amigos y personas con valores y planes de vida similares al tuyo. Controla bien tus expectativas sobre el proyecto y tus emociones. Y ten siempre en mente que lo más importante son las personas, no vender tu empresa a Google.
“GAP year”: mi año aprendiendo a sobre tecnología
Durante esos 3 meses de depresión, lo único útil que hice fue invertir mi tiempo en empezar a aprender a programar.
Estaba harto de tener siempre que depender de otras personas para construir software y no poder entender casi nada de lo que hacían. No podía ser un buen líder de un proyecto técnico si no sabía ni hacer una simple consulta SQL. Y esto tenía que cambiar.
Empecé haciendo varios cursos online centrándome sobre todo en tecnologías javascript, e incluso me colaba en clases de las facultades de teleco y de informática para aprender fundamentos de programación, bases de datos, Java, estructuras de datos y algoritmos.
Mientras tanto, conseguí construir mi primer proyectito utilizando React y Firebase.
Después de eso entré en una escuela de programación, donde aprendí mucho mejor todas las metodologías de trabajo y principios agile para el desarrollo de software, y además algo de Ruby.
Y finalmente, dediqué unos meses a experimentar con el Machine Learning, y con la plataforma de BigML, con lo que en total dediqué 12 meses exclusivamente a aprender sobre tecnología.
Después de un año, por supuesto que no era un gran programador ni tenía grandes habilidades, pero ya era capaz de empatizar mucho más con los desarrolladores, entender como les gusta trabajar y que necesitan para poder desarrollar su trabajo al máximo nivel.
Podía hablar el mismo idioma, y también empezaba a caerles mucho mejor.
Estaba muy contento. La inversión de mi tiempo había merecido la pena.
Octavo aprendizaje
Si vas a dirigir a un equipo de programadores, plantéate la posibilidad de dedicar unos meses a aprender programación. Esa pequeña inversión te ayudará a valorar la complejidad de su trabajo y a crear las condiciones para que trabajen mejor y no desmotivarlos. En este sentido, también recomiendo el libro Drive de Daniel Pink.
Mi actual proyecto: GuruWalk
Siempre he dicho que los viajes son un momento perfecto para poner las cosas en perspectiva. Te sirven para mirar el mundo desde un punto de vista diferente y son buenos momentos para tomar decisiones.
El pasado mes de Octubre me encontraba participando en la organización de un congreso de Inteligencia artificial en Boston, Massachusetts. Llevaba ya un tiempo jugando con el Machine Learning, y parecía que lo más adecuado era seguir mi andadura por ese sector.
No obstante, cuando volvía en el avión hacia España pensé: “Seguir en esto del Machine Learning es lo más inteligente que puedo hacer. Pero no voy a hacer lo inteligente. Ya estoy cansado de esto, así que voy a hacer lo que me apetece hacer”.
Y lo que me apetecía era empezar otro proyecto.
No puedo evitarlo. Hay gente que le da por el surf, a otros por la escalada, y a mi me gusta hacer estas cosas. Es lo que me hace fluir y es a lo que quiero dedicar mi vida. ¿Será por eso de ser Millennial?
Así que, en ese mismo avión, me dije: “Vale, haga lo que haga, ya sé que en EEUU siempre voy a tener un competidor que levante 10 veces más dinero que yo. Entonces, ¿qué puedo hacer que pueda llegar a tener alcance internacional, y sólo por el hecho de hacerlo desde España ya tenga una ventaja competitiva?”
Y lo mejor que se me ocurrió fue investigar en el sector del turismo, donde aunque España no es líder mundial, sí que estamos en una posición bastante ventajosa.
Cuando llegué a casa me puse manos a la obra, y después de investigar durante un par de meses encontré la gran oportunidad: el nicho de los “free walking tours”.
Los Free Walking Tours son rutas a pie por los principales puntos de interés de una ciudad. Suelen estar organizados por personas con formación en historia, arte, o arquitectura, y suelen tener un tono más divertido que los tours tradicionales.
Tienen la peculiaridad de que es completamente libre asistir, y simplemente al finalizar el tour puedes pagarle al guía lo que tú consideres justo por su trabajo, lo cual permite el acceso a la cultura a personas de cualquier nivel económico, a la vez que motiva a los guías a hacerlo cada vez más divertido.
¿Los conoces? ¿¡No!?
Pues este verano tienes que probarlos. ¡Entra en GuruWalk hombre! 😉
Como puedes ver en esta imagen de Google Trends, los free tours son un sector que está empezando a tomar una curva de crecimiento muy interesante… y por tanto, concluí que este era un buen momento para hacer algo relacionado con ello.
¡Recuerda que un buen timing es lo primero que tiene que tener un proyecto ganador!
Por otra parte, este proyecto no tiene una complejidad técnica tan grande como el software de construcción o las motos eléctricas, por lo menos al principio. Lo cual me permitía comenzar el proyecto sin la necesidad de socios estratégicos, cumpliendo así mi sexto aprendizaje.
Además, aplicando el séptimo aprendizaje, sabía que quería crear una cultura de equipo de colegas. Que quería trabajar con personas con las que tuviera una relación anterior y con las que poder echarte unas risas durante la comida.
Las cosas ya son demasiado difíciles por sí solas, por lo que rodearte de personas con las que te sientes bien, puede ser una gran ayuda para superar los momentos más difíciles.
Por ahora nos está funcionando muy bien, y estoy muy contento con esta decisión..
Y entonces, ¿ahora qué?
Nuestro objetivo está bastante claro: queremos ser la plataforma líder de Free Tours en el mundo.
Creemos firmemente en que podemos conseguirlo, es decir, tenemos autoestima, pero también la humildad de saber que es posible que llegue otra empresa y lo haga mejor que nosotros.
Es decir, vamos a darlo todo, pero sin perder la cabeza, y teniendo siempre en cuenta que lo primero son las personas, no vender nuestra empresa a Airbnb.
Por ahora el proyecto va genial. Aunque empezamos en febrero, ya tenemos ya casi 100 free tours en diferentes ciudades del mundo y las reservas crecen más de un 20% semanal, ¡lo cual es de locos!
Noveno aprendizaje
Trabajar con colegas es importante, porque el día a día ya es suficientemente duro, y cuando te rodeas con gente con la que puedes estar de cachondeo, todo resulta mucho más fácil.
Entonces… ¿por qué hacemos esto?
¿Por qué tanto sufrimiento? ¿Qué necesidad hay de complicarse la vida de esta manera? ¿De verdad merece la pena ser emprendedor?
Yo siempre digo lo mismo: si te metes en esto por ganar más dinero, estás equivocado.
Está claro que los que nos dedicamos a estas cosas es porque no sabemos vivir de otra manera. Tenemos una simpatía hacia el riesgo, somos soñadores y nos gusta complicarnos la vida.
Pero personalmente, creo que lo que más nos motiva es pensar en que al final de nuestra vida, podremos mirar atrás y sentirnos orgullosos de lo que hemos conseguido y de todos los obstáculos que hemos superado.
Seguramente nunca nos hagamos millonarios. Pero nos vamos a convertir en personas totalmente diferentes, porque cada vez que te caes, te levantas siendo mucho más fuerte, más talentoso, y en definitiva: más grande.
Pero sobre todo, al final te acabas dando cuenta de que los proyectos que funcionan mejor son los que resuelven problemas reales de otras personas.
Por ejemplo, con GuruWalk nos queremos centrar sobre todo en países en vías de desarrollo, porque para esas personas estamos cambiando sus vidas. Tanto es así, que un guía de La Habana está tan contento con nosotros nos ha enviado fotos de su hijo recién nacido.
Esto te hace entender que lo que haces tiene sentido, y te da fuerzas para continuar.
Así que si estás pensando en hacer algo así, ¿a qué estás esperando?
¿Crees que dentro de un año será más fácil para ti?
Ten por seguro que no.
Cuanto más mayor te haces, más difícil es, más responsabilidades tienes, e incluso de menor capacidad física e intelectual dispones.
Por lo que, si estabas esperando una señal para empezar, no busques más. Es esta.
Empieza ahora.
###
¡Ahora te toca a ti!
¿Cuál ha sido tu experiencia como emprendedor? ¿Crees que los sacrificios y las dificultades que implica elegir este camino merecen la pena? ¿Por qué sí o por qué no?
¡Cuéntanoslo en los comentarios! 🙂