«La gente elegirá infelicidad antes que incertidumbre»
—Tim Ferriss
En estos últimos años me he dado cuenta de que mucha gente confunde seguridad con certeza.
Toman decisiones buscando sentirse más seguros, cuando en realidad lo que quieren es una vida predecible, sin incertidumbre.
Por ejemplo, aceptan un empleo en vez de intentar montárselo por su cuenta porque creen que la primera opción les ofrece mayor seguridad, cuando en realidad no es el caso.
En el momento en que empiezas a trabajar para una empresa estás cediendo el control de tus ingresos a un tercero, que tiene la capacidad de despedirte o bajarte el sueldo a su antojo. Además, si el negocio quiebra, tú te quedas automáticamente en la calle.
¿Cómo alguien puede llamar a eso «seguro»?
Lo que sí que aporta un empleo es predictibilidad.
Siendo asalariado sabes exactamente qué días tienes que ir a trabajar, cuándo te van a pagar y qué cantidad. La incertidumbre desaparece y tu inseguridad en ti mismo también, ya que sabes qué va a pasar hoy, mañana, pasado y dentro de un mes en tu vida si mantienes ese trabajo.
Por supuesto, no hay nada de malo en desear una vida predecible, pero conviene llamar a las cosas por su nombre.
¿Qué es entonces la verdadera seguridad?
Para mí, la verdadera seguridad consiste en ser capaz de reaccionar ante cualquier situación, sea cual sea. En volverse antifrágil.
Hay tres activos que van a aportar seguridad a tu vida:
- Dinero. Nada da más tranquilidad que tener cash en el banco, porque sabes que mientras dure siempre tendrás comida, un techo para dormir y podrás comprar todo lo que necesites.
- Habilidades. Cuantas más cosas sepas hacer, mejor podrás enfrentarte a las situaciones que se te presenten. Además, si esas habilidades están demandadas por el mercado, siempre podrás intercambiarlas por dinero.
- Relaciones. Tener a personas de confianza que puedan ayudarte en caso de necesidad y abrirte puertas cuando lo necesites es un seguro de vida que no tiene precio.
Y si te fijas, los tres ofrecen exactamente lo mismo: opciones.
Seguridad = opciones.
Cuantas más opciones tengas a tu disposición en un determinado momento, más seguridad tendrás, y al contrario.
Una buena manera de evaluar tu nivel de seguridad real es preguntarte qué pasaría si de la noche a la mañana perdieses todas tus fuentes de ingresos.
¿Cuánto tiempo podrías mantenerte?
Con lo que sabes, ¿cuánto tiempo tardarías en encontrar o crear nuevas fuentes de ingresos?
¿A quién podrías acudir en busca de ayuda?
Puede que hacerte estas preguntas te haga darte cuenta de que tu vida no es tan segura como parecía, y de que, a pesar de que ahora todo parezca bajo control, estás al borde del desastre en cuanto ocurra el menor imprevisto.
Como dije antes, no veo nada de malo en querer una vida predecible. De hecho, todos necesitamos un cierto grado de certeza en nuestra vida (yo el primero). Sin embargo, sí que creo que la incertidumbre es un componente importante de estar vivo, y querer eliminarla por completo es irrealista y contraproducente.
Para mí, la vida sin incertidumbre es como la pizza sin piña: se puede comer, pero no mola tanto.
Y si la idea de una vida sin piña en las pizzas ya me parece poco agradable (¡piña power!), la vida sin incertidumbre y sabiendo qué voy a hacer cada día me parece todavía peor.
Por eso, hoy tengo dos consejos para ti:
- Recuerda la diferencia entre seguridad y certeza. No es lo mismo.
- Céntrate más en aumentar tu seguridad que en reducir tu incertidumbre, porque una vez que tu nivel de seguridad sea lo suficientemente alto la incertidumbre dejará de importarte.
¡Buena semana!