Este es un post invitado de Álvaro López de autorrealizarte.com.
Hace un tiempo leí un artículo con este titular: el 80% de los trabajadores españoles están insatisfechos con su trabajo
Eso quiere decir que si estás leyendo esto desde España es bastante probable que no estés demasiado contento con tu trabajo.
Nada que no me suene.
Hace dos años yo formaba parte de esa demoledora estadística, hasta que decidí despedir a mi jefe y liderar mi propio proyecto de vida.
Estoy seguro de que si sigues este blog es porque eres alguien inconformista y tampoco estás dispuesto a quedarte formando parte de esa estadística.
Para ayudarte a salir de ahí, he recopilado las 10 lecciones más importantes que aprendí durante mi propio proceso de reinvención.
¿Me acompañas?
Una crisis personal es una invitación a la superación
Hacía más de 2 años que había ido al médico por primera vez por una sensación de ansiedad continua alojada en mi pecho.
El médico me recetó 3 cosas (te prometo que lo escribió en una receta tal cual):
- Melasuda 600 g. o lo que es lo mismo, empezar a cambiar de actitud en cuanto a mi trabajo y entender que yo era más importante que ese puesto.
- Hacer deporte: por los evidentes efectos saludables para resolver situaciones de estrés
- Tranxilium: el único fármaco que me recetó y que me ayudaría a dormir mejor.
Recuerdo perfectamente que me dijo: “Álvaro, el cuerpo te está avisando, si tú no paras, él lo hará por ti…”
Eso obviamente me preocupó, por lo que puse en marcha todo lo anterior.
Ante la falta de tiempo para ir a un gimnasio me compré una bicicleta de spinning y todas las mañanas me levantaba a las 6:30 para darle a los pedales o practicar yoga (según tocara) y después me marchaba a trabajar.
No obstante, eso sólo sirvió para alargar la agonía, y 1 año después de esa visita al médico mi cuerpo reaccionó de otro modo a mi estrés.
Empecé a sentir hormigueos en pies y manos cuando se producían situaciones desagradables, independientemente del ámbito en que estas sucedieran (laboral o personal).
Por suerte tenía muy claro que el cuerpo me estaba mandando información, se estaba rebelando contra esa situación tan tensa y tan desgastante.
Me pedía a gritos que parase, y yo no le estaba haciendo caso.
Ya me había formado en varias disciplinas como Inteligencia Emocional o Mindfulness y sabía que todo estaba en mi mente, y que por tanto podía controlarlo.
Hasta que un buen día descubrí que el principal problema era que hacía demasiado tiempo que me encontraba totalmente desalineado con los valores de mi empresa, que no creía en absoluto en aquello que por decisiones corporativas hacía, y que eso se traducía en un sentimiento de traición a mí mismo por carecer de algo fundamental para tener paz interior: CONGRUENCIA.
Por eso, si estás en una crisis, aprende a escuchar tu cuerpo y tu mente, para lograr entender las razones por la que eso está ocurriendo.
Cualquier crisis personal, trata de informarte de la necesidad de un cambio, y oponerse a ello puede hacer que tarde o temprano sufras algunas consecuencias.
Si te ocurre, mi recomendación es que empieces por revisar tus valores personales y reflexionar si estás viviendo de acuerdo a ellos.
Sin soltar lastre no se puede avanzar
Tenía claro que dejando mi trabajo tendría que prescindir de muchas cosas.
Gozaba de un puesto privilegiado en el que la mayoría de mis recursos eran provistos por la propia empresa.
Tomar esa decisión significaría tener que dejar el precioso dúplex con vistas al mar de Marmara en el que vivía, un Cherovlet Captiva con todas las chorradas que puedas imaginar y cómo no, un salario extraordinario…
Pero la renuncia no iba a ser solamente material: la pérdida de estatus era evidente.
Dejar de ser el representante de una multinacional en Turquía significaba sin duda dejar de tener reconocimiento y admiración de muchos..
Se acabarían las comidas en los mejores restaurantes de la ciudad, tendría que abandonar el equipo de trabajo que yo mismo había construido y con quienes tenía una extraordinaria relación.
Sin duda, despedirme de mi trabajo no sólo significaba dejar de tener muchas cosas, sino dejar de SER otras.
Mi ego ya se había identificado con ese exitoso ingeniero que casi a los 40 años había conseguido lo que la mayoría de profesionales con mi formación no logran a lo largo de toda su carrera.
Prefería acomodarse en su rol de víctima que ser verdaderamente responsable y tomar las riendas de mi vida.
Entonces mi coach, el excepcional Raimon Samsó, me hizo ver que lo que más me costaba dejar a un lado no era todo aquello material que me aportaba un confort del que apenas disfrutaba.
Tampoco era el estatus, porque la verdad nunca me había sentido cómodo en el rol de ejecutivo.
Lo que verdaderamente me impedía dejar mi trabajo eran mis CREENCIAS.
Hasta que no cambié mi modo de pensar en ciertos aspectos no tuve el coraje suficiente de dar el gran paso.
Si estás en una situación similar, ten claro que hasta que no transformes mínimamente tu forma de pensar y te deshagas de ciertas creencias, no lograrás conducir tu vida hacia el lugar que deseas.
Te propongo que empieces a replantearte paradigmas y reflexionar sobre cuestiones como ¿qué significa tener éxito?, ¿para quién y para qué trabajas? y ¿cómo conseguir abundancia en tu vida?
Malas compañías: quejas, juicios y excusas
Si algo recuerdo de aquella época era que pasaba muchísimo tiempo quejándome por todo.
Que si trabajaba demasiado, que si mi jefe me atosigaba, que si no tenía suficientes recursos…
Todos los astros se habían confabulado contra mí.
Además juzgaba muy a menudo las acciones de los demás: las personas que trabajaban en el proyecto y salían a una hora prudencial, no estaban comprometidas. Yo creía ser un profesional modelo..
Y ¿quieres saber lo que era verdaderamente?
Un amargado y un irresponsable.
Acabé por despertar de mi ego, y tomé conciencia de que el problema estaba en mí y no ahí fuera..
Pero aún me tocaba librar una última batalla con mi ego antes de dejar mi trabajo de una vez por todas: las excusas.
Esas que me decían que era muy mayor para realizar un cambio así, que lo seguro era quedarse en el trabajo que tenía o que podría hacerlo más adelante.
Sin duda mi mente me daba todos los argumentos posibles para no dejar el trabajo.
Por suerte comprendí que esos argumentos no eran tales sino excusas, que ese discurso interno se nutría de miedos infundados, y que sin duda no había razón alguna para no hacerlo.
Por eso te recomiendo que observes y analices tu discurso interno, y reflexiones sobre si estás verdaderamente enfocado en solucionar el problema que tienes, o si realmente estás rodeado de quejas, juicios y excusas.
Te animo a que empieces a trabajar en este aspecto uniéndote a los siguientes retos:
Reto 7 días sin excusas
Reto 24 horas sin quejas
El éxito no se piensa, se siente
Allí estaba yo: con 35 años y sentado en una mesa con el Ministro de Transportes turco y 6 personas más.
No era la primera vez que sucedía, y no sería la última.
Había alcanzado un nivel en que mi responsabilidad profesional me obligaba a ese tipo de “fiestas”.
En estas reuniones y similares pasaban cosas desagradables.
Como que el Director General de los ferrocarriles turcos se sajara un dedo para firmar un pacto de sangre por el que nos comprometíamos todos a acabar los trabajos en la fecha comprometida y si no lo hacíamos saltaríamos desde el puente del Bósforo.
A menudo se veían precedidas por varias horas de espera, en las que daba mucho tiempo a pensar y reflexionar.
Yo llevaba trabajando toda mi vida para llegar ahí, para alcanzar la cumbre en lo profesional ofreciendo un elevadísimo desempeño, productividad y resultados.
Socialmente, en lo referente al reconocimiento profesional, todo el mundo me veía con alguien con un gran éxito, pero en lo personal, me sentía verdaderamente desgraciado.
Entonces entendí que las palabras no pueden encerrar los sentimientos, y que si éxito es como define la RAE “el buen resultado de una empresa”, esa empresa que era mi vida no se correspondía para nada con esa definición.
Éxito es algo que lo sientes de forma inequívoca al alcanzar un estado de congruencia y de realización que nada tiene que ver con estar en una sala rodeado de ejecutivos que se llevan a casa varios miles de euros todos los meses pero carecen de algo esencial para sentirse pleno: saber disfrutar de la vida.
El único indicador de tu éxito personal no es lo que opinen los demás, sino lo que tú sientes al respecto.
Si no estás a gusto con tu “éxito”, es hora de replantearte tu vida..
Nunca es tarde
Tras reflexionar sobre mis inquietudes, me di cuenta que estaban muy lejos de la ingeniería.
De hecho, si algo había puesto en valor en mí puesto como gestor era sin duda mis habilidades sociales ya que no había desarrollado las habilidades técnicas al nivel que el resto de compañeros con similar antigüedad (ni ponía interés en ello).
Recordé que durante la carrera gané un buen dinero dando clases particulares a chavales, y que era algo que verdaderamente disfrutaba.
Cuando acabé la carrera estuve a punto de hacer un curso de pedagogía para dar clases en la universidad, pero decidí marcharme al Reino Unido para estudiar inglés y esa idea se esfumó por completo.
Ese recuerdo me lo dejó todo bastante más claro.
Mi interés por el ser humano era mucho mayor que ninguna otra cosa, y mi vocación por formar a los demás era incuestionable.
Una de las cuestiones que más me preocupaban era que ya tenía cerca de 40 años.
Miraba hacia atrás y veía como imposible empezar de cero.
¿Cómo narices iba a dejarlo todo a estas alturas de la vida?
Esta creencia se basaba sin duda en la forma de pensar que tenemos acerca del tiempo, que es entendido como algo lineal.
Pensamos que ciertos procesos han de seguir una secuencia “natural”, y esto nos dificulta muchísimo dar pasos que de acuerdo a esa forma de pensar significarían “volver atrás”.
No existe tal cosa.
En lo referente a mi edad, obviamente ahora tengo más años que cuando dejé mi trabajo, pero mi energía es muy superior, tanto es así que cuando las personas que coincidieron conmigo en aquella época me ven todos me dicen que mi aspecto es mucho mejor y parezco más joven.
No soy el único, existen multitud de casos de personas que han completado un proceso de reinvención pasados los 30 e incluso los 40. Reinventarnos es igual de difícil (o fácil, depende de la persona) tengas la edad que tengas.
Considero que reinventarse a cualquier edad es lo verdaderamente natural, porque evolucionar forma parte del ser humano, y sin duda eso supone cambiar.
El poder reinventarte para hacer algo que sueñas, nada tiene que ver con tu edad, sino con las dependencias que tengas:
- Limitaciones físicas: si tienes 40 o 50 años es improbable que te puedas reinventar para ser futbolista.
- Apegos mentales y emocionales: estos son los más importantes y más difíciles ya que te programaste para pensar como piensas sin ni siquiera darte cuenta. Revisa tus creencias.
- Obligaciones económicas: si tienes deudas que resolver, habrás de considerarlas en tu proceso de reinvención, ya que pueden anclarte a una situación indeseada hasta que te deshagas de ellas.
Si vas a saltar desde muy alto necesitas un paracaídas.
En una de mis conversaciones de coaching con Raimon Samsó me dijo: “Reflexiona sobre cuánto tiempo podrías conservar tu nivel de vida sin tener otro trabajo”
Eso me daría la idea de cuál era mi colchón en tiempo para poder mandarlo todo a hacer puñetas y reinventarme profesionalmente.
Sin dudarlo tenía dinero más que de sobra para subsistir al menos 2 años.
Si bien durante el tiempo en el que trabajaba empecé a estudiar disciplinas de Desarrollo Personal, mis obligaciones profesionales me impedían por completo testar un plan B, por lo que en mi caso era imposible mantener dos actividades en paralelo.
Tenía que dar el salto, de eso no había duda, y lo más que podía hacer era ahorrar más y formarme todo lo pudiera para que llegado ese momento no me estrellara con una realidad que me aniquilara por completo.
Obviamente contaba con la confianza de que si había logrado alcanzar una posición de tanto nivel era porque había desarrollado diversos talentos y habilidades que de algún modo me permitirían ganarme la vida en el peor de los casos.
Casi dos años después, puedo decir que conservo la mayor parte de mis ahorros.
He consumido tan sólo un 20% de la reserva que estimaba que me daría para vivir bien 2 años, y gracias a mis inversiones y actividad como coach consigo mensualmente unos ingresos que me permiten pagar mis gastos fijos con solvencia.
No obstante, mi recomendación es clara: antes de saltar prepárate un buen paracaídas.
Realizar grandes cambios requiere garantizar los medios necesarios para que evitar poner en riesgo aquellas cosas que son importantes en tu vida.
Ir al purgatorio es mejor que quedarte en el infierno
No sé qué hacer…
Esa frase es como un rayo paralizador: te bloquea por completo y te impide moverte de donde estás.
La incertidumbre es el mayor enemigo del cambio, principalmente porque nuestro cerebro está entrenado para sobrevivir y se asienta en la seguridad para garantizar que así sea.
Pero, ¿acaso puedes tener certeza de algo?
La respuesta ya la sabes..
Obviamente, antes de dar el salto yo también afronté esa situación.
Me preocupaba en exceso qué sería de mi futuro, pero mi salud hacía del presente un verdadero infierno.
Ese infierno ya duraba demasiado y estaba claro que nunca iba a poder alcanzar el nivel de certidumbre que me hiciera sentir con garantías ante el gran salto.
Honestamente, no tenía nada claro qué narices hacer, sólo sabía que quería salir del abismo. Creo que nadie sabe cómo reinventarse desde el principio.
Marqué en el calendario la fecha para hacerlo: finales de 2013, fecha en la cual el primer hito importante del proyecto se habría alcanzado.
Pero al llegar agosto ocurrió un accidente laboral de uno de mis trabajadores que dejó al desnudo muchas de las miserias de una organización de la que muy a mi pesar yo era el último responsable.
Por suerte el accidentado pudo recuperarse, pero mi moral y mi salud quedaron destrozadas.
En mi desolación pensé que cada minuto de mi vida tenía importancia, y sabía que era únicamente responsabilidad mía acabar con esa situación.
No tenía claro dónde ir, no sabía qué hacer, pero lo que ya era seguro es que no iba a esperar hasta descubrirlo.
Decidí que era el momento de presentar mi carta de dimisión: si bien el futuro era incierto, lo que era indiscutible es que no estaba dispuesto a permanecer más en ese infierno.
Por eso te animo a que si vives tu trabajo como algo que totalmente te consume como persona, y tienes la posibilidad de seguir pagando tus facturas y conservar tu estilo de vida durante un tiempo razonable (6 meses a un año como mínimo), busques una alternativa intermedia que te permita salir de esa situación que está aniquilando hoy tu vida.
No hay reinvención profesional sin una transformación personal
Aunque fuera dentro de mi propia empresa, yo ya había vivido una reinvención profesional, pero casi nada cambió.
Me explico.
Cuando vine a trabajar a Turquía supuso un reto totalmente nuevo: trabajar en una nueva cultura, en nuevo proyecto, nuevas responsabilidades…
Era una reinvención en toda regla.
El caso es que yo ya estaba un poco cansado de algunas cosas que vivía en mi empresa: horarios excesivos, vivir apagando fuegos, etc..
Aterrizar en Turquía suponía un inmenso cambio, pero mi empresa no cambió.
Y para ser sinceros, aunque yo evolucioné en la forma de ver muchas cosas, tampoco había realizado un cambio personal para sentirme mejor: tenía los mismos problemas, me quejaba de las mismas cosas, etc..
Fue tras una dolorosa separación con la que era por entonces mi pareja cuando toqué fondo emocional, y entendí que no sabía nada sobre mí.
Era un experto de resolver problemas de todo tipo, menos los que tenían lugar en mi interior.
Cuando tomé conciencia de esto tuve claro tenía que era momento de ocuparme de mí mismo.
Empecé por lo que menos controlaba: mis emociones.
Decidí estudiar Inteligencia Emocional y hacer un curso de experto. Aprendí muchísimo en aquel curso, pero independientemente de lo que expresaba la titulación obtenida, era de todo menos experto en emociones..
Lo siguiente en lo que me sumergí fue el Mindfulness: había leído que esta práctica meditativa es una buena herramienta para reducir el estrés.
De hecho, implementar la meditación y el yoga en mi vida fue sin duda una de las mejores decisiones y más transformadoras en mi vida.
A pesar de todo, el nivel de disconfort estaba lejos de desaparecer y era evidente que no era capaz de hacerlo sin ayuda.
Era momento de contratar a un coach.
Como estaba desplazado y quería contar con un coach español me puse a buscar posibilidades online. Casualmente descubrí que Raimon Samsó ofrecía sus servicios de coaching online y no me lo pensé dos veces.
Raimon me ofreció la guía para completar el cambio interior que requería, lo demás ya dependía de mis decisiones.
Me hizo reflexionar sobre mis valores personales y mis prioridades en la vida, y me hizo ver que trabajar en aquella empresa no era lo que yo quería.
Aún así tardé un año y medio más en presentar mi dimisión: el proceso de superar miedos aunque los conozcas y los tengas perfectamente identificados no siempre es sencillo, y en ocasiones requiere su tiempo.
Por eso, si estás pensando en reinventarte profesionalmente, piensa que lo más importante es tu cambio personal, y que para este necesitarás dedicación, esfuerzo y compromiso. Nadie sabe cómo reinventarse profesionalmente y lo consigue sin esos 3 ingredientes.
Recuerda que como dice Ángel en este artículo, “hagas lo que hagas, siempre te sentarás en el mismo culo”
La vocación no aparece, se cultiva
Esta pregunta bombardeaba mi mente porque como he comentado antes no tenía claro qué hacer con mi vida.
Desde luego lo que tenía claro es que lo que estaba haciendo no era mi vocación.
En el caso del Desarrollo Personal y la formación, empezó como una curiosidad para resolver mi problema personal y desembocó en un evidente interés.
Se convirtió en un hobbie permanente, pero no lo concebí desde el principio como una profesión a pesar de haberme formado como coach.
Sin embargo al dejar mi trabajo, empecé a trabajar con mis primeros clientes (más allá de las prácticas) y empecé a disfrutar de la experiencia.
Monté mi blog, desde donde pretendía sólo hacer recopilación de todo ese conocimiento que iba adquiriendo para divulgarlo.
Entonces todo encajó, mi pasión por el desarrollo personal se hizo profesión a través de mi blog porque era el valor que quería ofrecer a los demás como el propósito más profundo de mi ser.
Además me permite trabajar con mis clientes de España desde Estambul, ya que después de 6 años tengo aquí mi vida y adoro esta maravillosa ciudad.
La vocación se revela como la culminación tras un tiempo de flirteo que te permite entender que detrás de eso que te atrae se encuentra el amor de tu vida.
¿Te ha pasado alguna vez que una persona del sexo opuesto te atraía en un inicio, al conocerlo verdaderamente dejó de gustarte?
Esto pasa con las ocupaciones.
Algunas pueden resultar muy atractivas pero al conocerlas descubres que no lo son tanto, y lo mismo ocurre al contrario.
Como dice Ángel en su artículo “5 cosas que debes saber antes de dar un gran salto en tu vida”: Hay una gran diferencia entre que te guste LA IDEA de hacer algo y el REALMENTE hacerlo.
Sólo practicando con frecuencia algo que te apasiona conseguirás cultivar tu verdadera vocación.
Permítete fallar, pero no dejes que te supere el miedo para no intentarlo
Como te he contado anteriormente, uno de los sentimientos que más me retenían a la hora de dejar el trabajo era el de perder.
Un cambio tan importante en la vida supone de un modo u otro una renuncia que es difícil de afrontar y de asimilar.
Por suerte, un buen día reflexioné sobre qué perdía (o dejaba de ganar) mientras seguía en mi trabajo, y mi perspectiva cambió por completo.
No dejar mi trabajo suponía renunciar a muchas más cosas, que si bien no eran tangibles, eran verdaderamente importantes para mí.
Significaba renunciar a hacer algo verdaderamente importante en mi vida, a mis sueños, al estilo de vida al que aspiraba: crear una familia a la que pudiera atender y no conformarme con ver a mis hijos en el futuro a partir de las 9 cada noche.
Continuar en mi trabajo significaba renunciar a mi libertad.
Por supuesto la apuesta podía salir mal.
Nada me ofrecía garantías de éxito, pero no me imaginaba cómo la apuesta de quedarme en la empresa podría salir mejor…
Entonces pensé que si me quedaba allí, parado, sin hacer nada, me lamentaría algún día.
Desde que dejé mi trabajo sabía que hacía lo correcto, sabía que era lo que tenía que hacer, y ¿sabes qué?, no me he arrepentido ni un minuto de haberlo hecho.
Y tú, ¿cuándo piensas empezar a vivir tu vida al máximo?
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