Quiero cerrar esta mini-serie improvisada sobre el trabajo con un post aclaratorio sobre identidad y autoestima que creo que puede serte útil.
En mi último artículo, Virginia dejaba el siguiente comentario:
Gracias mil Angel, me ha encantado, me ha llegado, ha resonado.
Yo estoy en plena transición y por momentos sólo veo niebla alrededor. La última vez hace unos días escasos. Tremendo bache que llevó mi cuota de autoestima a unos rankings bajísimos.
Todo llega, todo pasa. Somos cambio y para conocer lo bueno hay que saber también caminar por lo aparentemente menos bueno. Todo es cuestión de actitud. Vendrán épocas de duda pero de ti dependerá de cómo las afrontes.
En mi caso, lo que he aprendido de estos días grises es que:
1. Valgo por lo que soy y no por lo que hago
2. No hay fracasos, sólo aprendizajes
3. Las expectativas que tengo me están impidiendo vivir el ahora
He salido fortalecida, con dudas aún, pero segura que es el camino por el que quiero transitar a pesar de lo difícil que pueda parecer. Por lo menos intentarlo para no arrepentirme luego de lo que nunca sucedió (no hay nostalgia peor, que añorar lo que nunca jamás sucedió dice el gran Sabina).
Gracias por tus palabras. Eres genial y te admiro muchísimo!!!
Y Teoma le respondía de esta manera:
Virginia, esa es la confusión de hoy en día, no vales por lo que eres, al contrario, vales por lo que haces.
Te imaginas que el encabezamiento de este blog fuera: Soy Ángel, natural de Cáceres, he dejado mi trabajo en una pescadería, porque mi ilusión es viajar por el mundo.
¿La admiración esa de la que hablas, la tienes por lo que ha hecho y que el 90% de las personas no lo haría, o por lo que es?
Vivimos en un mundo de aprobación, hasta que no te liberas de la aprobación de unos o de otros y te dedicas a la realización de ilusiones, sean cual sean y sin tener en cuenta la criba que supone la búsqueda de que alguien lo apruebe, nada te llenará.
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¿Por qué a veces, como le pasó a Virginia, nuestra autoestima se desploma bruscamente? ¿Es cierto lo que dice Teoma de que hoy en día nos valoran sólo por lo que hacemos? ¿Es eso algo malo o erróneo? ¿Sería mejor valorar a la gente por lo que son?
Todas estas son preguntas tremendamente interesantes que estoy seguro que tú también te has hecho alguna vez. En mi caso, las tengo muy recientes a raíz del taller al que asistí hace un par de semanas y hoy me gustaría compartir contigo mi visión personal sobre el tema.
Lo que eres vs. Lo que haces
«¿Qué somos?»
Esta es una pregunta que los seres humanos llevamos haciéndonos desde el principio de los tiempos, y que a lo largo de la historia ha dado lugar a miles de libros y ensayos filosóficos. Se puede responder de muchas maneras y desde distintos puntos de vista (material, espiritual, psicológico, sociológico…), pero en este artículo quiero centrarme únicamente en lo más obvio.
Creo que coincidirás conmigo en que todos los seres humanos somos una combinación de lo siguiente:
- Cuerpo físico
- Pensamientos
- Emociones
Podemos utilizar otros nombres (por ejemplo, conciencia en vez de pensamientos) o ser más o menos granulares (dentro de pensamientos distinguir entre recuerdos, valores, creencias…), pero así a grandes rasgos y de forma muy simplificada estos serían los tres componentes que de una persona, o lo que es lo mismo, lo que eres.
Como puedes ver, en la lista no he incluido nuestras acciones, a pesar de que están íntimamente relacionadas con nuestro cuerpo, nuestros pensamientos y nuestras emociones. El motivo por el que he preferido ponerlas a parte, al menos por ahora, es que nuestras acciones no son exactamente una parte de lo que somos sino una expresión de ello. Lo que haces es una expresión de lo que eres en el momento en que tiene lugar la acción.
Y ahora que hemos hecho estas aclaraciones previas, podemos meternos en materia 🙂
¿Cuánto vales?
En su comentario, Teoma le decía a Virginia lo siguiente:
Te imaginas que el encabezamiento de este blog fuera: Soy Ángel, natural de Cáceres, y he dejado mi trabajo en una pescadería porque mi ilusión es viajar por el mundo.
¿La admiración esa de la que hablas, la tienes por lo que ha hecho y que el 90% de las personas no lo haría, o por lo que es?
Lógicamente, Virginia me admira por lo que hago, ya que es lo único que puede ver de mí (además de mi aspecto físico). No puede leerme los pensamientos, por lo que su imagen de mi tiene que venir obligatoriamente de mis acciones, que es la parte visible de estos.
Mis acciones en sí son completamente neutrales. Virginia las admira porque las ha juzgado en función de sus valores y el resultado ha sido positivo, pero hay gente con otros valores totalmente diferentes que piensan que soy un imbécil por dejar un trabajo fijo o que escribo mal porque no les gusta el estilo que utilizo.
Valorar a los demás por lo que hacen es perfectamente normal y sano, y algo que todos hacemos continuamente. En cuanto conocemos a alguien le asignamos mentalmente una valoración en función de la impresión que nos haya dado y de nuestros valores, y esa valoración va evolucionando a lo largo del tiempo según vamos observando su comportamiento y van cambiando las cualidades que consideramos importantes en los demás.
Aunque no lo parezca, este mecanismo de valoración es muy importante porque las relaciones interpersonales son siempre interesadas. Cuando interaccionamos con los demás siempre buscamos nuestro beneficio, y si no hay beneficio por ambas partes no hay relación (o la relación se vuelve disfuncional). El ser capaces de juzgar a los demás es lo que nos permite elegir con quién nos asociamos. Lo que sí que varía en las relaciones es el grado de interés, como puedes ver en el siguiente esquema:
Los círculos de fuera indican relaciones más condicionales y basadas en el interés
A un desconocido, por ejemplo, le valoras exclusivamente en función de lo que puede aportarte. Si estás buscando un empleado para tu empresa, vas a fijarte en el currículum de los candidatos porque representa lo que han hecho en los últimos años, y vas a contratar al que creas que va a hacer mejor su trabajo. O si acabas de conocer a alguien tendrás más o menos interés en invertir tiempo en ser su amigo en función de cómo te caiga, y él se comportará exactamente de la misma manera.
Con tus amigos es ligeramente diferente. Si algún día un colega te la lía no pasa nada, le perdonas. Como conoces a esa persona desde hace tiempo, has ido creando poco a poco una valoración positiva de ella en base a sus acciones que no desaparece tan fácilmente. Pero si la situación se repite una vez tras otra, al final se enfría la relación y te acabas buscando otro grupo de amigos.
En el siguiente círculo están tus hermanos. A un hermano se le pasa mucho más que a un amigo por el simple hecho de que es tu hermano. Cuando tu hermano la caga siempre le ayudas, incluso si ya le habías advertido de que no hiciese eso porque la iba a cagar y no se lo merece. Pero todo tiene un límite, y las relaciones entre hermanos también se acaban rompiendo. Tampoco puedes cargar con los errores de los otros toda la vida.
Luego vienen los padres. El amor de una madre por su hijo es prácticamente incondicional, independientemente de lo que haga el niño. A mí siempre me viene a la cabeza la imagen de la típica madre que defiende a su hijo a muerte en las reuniones del colegio, hasta el punto de tener una discusión fuerte con el profesor, a pesar de que no llevar ninguna razón. A un hijo se le quiere porque es tu hijo, y punto.
Y por último, en el centro del círculo, estás tú.
Hacia una autoestima incondicional
Igual que valoramos a los demás, también nos valoramos a nosotros mismos. La valoración que tenemos de nosotros mismos es lo que llamamos autoestima.
Algunos de nosotros, especialmente los que tenemos padres que nos han exigido mucho de pequeños, hemos desarrollado una autoestima condicionada a los resultados que conseguimos. Es decir, nos valoramos en función de lo que hacemos y lo que logramos.
Este tipo de autoestima tiene algunos problemas:
- Para sentirte bien tienes que estar logrando nuevos objetivos continuamente y demostrándote sin descanso lo bueno que eres. Nunca estás satisfecho
- En ocasiones, el que nuestros resultados sean buenos o malos dependen de otras personas, como por ejemplo nuestro jefe. Por eso, hay veces que hacemos cosas que realmente no queremos hacer sólo para ganarnos la aprobación de otros
- Como estás acostumbrado a que todo te salga bien, si un día fallas en algo te hundes completamente
(Si quieres ver un ejemplo verídico de todo esto, te recomiendo que leas este post)
Cuando Teoma dice que “hasta que no te liberes de la aprobación de unos y de otros y te dediques a la realización de ilusiones nada te llenará», se está refiriendo a que para sentirnos verdaderamente satisfechos necesitamos abandonar esa autoestima orientada a resultados.
¿Y cuál es la alternativa? La alternativa es aceptarnos tal y como somos (aunque siempre intentemos mejorar) y querernos de manera incondicional a pesar de nuestros defectos y nuestros errores, como nos quiere nuestra madre, como quieres a tus hijos, o como quieres a tu mejor amigo. Llegar a la conclusión de a la que llegó Virginia, que «valgo por lo que soy y no por lo que hago», y hacer las cosas simplemente porque nos gustan y queremos hacerlas, y no para demostrarle nada a nadie.
Eres lo que haces… y mucho más
La gente te valorará exclusivamente por tus acciones, ya que es lo único que pueden ver de ti. No tienen poderes adivinatorios ni pueden leerte el pensamiento, así que por mucho que tú en tu cabeza quieras con locura a otra persona, si en vez de decírselo y demostrárselo te portas como un cabrón (aunque sea con tu mejor intención), te considerará un cabrón.
Esto es lógico y normal, pero tú no tienes por qué valorarte a ti mismo de la misma manera. Tú sabes que eres lo que haces y lo que piensas (y mucho más). Tu identidad es la suma de múltiples partes y está en tu mano el aceptarlas todas y cada una de ellas.
Deja de demostrarle a unos y a otros lo guay que eres. Si eliges ese camino siempre te sentirás vacío, ya que vivir buscando la aprobación de los demás es como intentar llenar un pozo sin fondo. En vez de eso, haz lo que verdaderamente deseas. Que tu motivación nazca del entusiasmo y no de la frustración ni de la necesidad de conseguir logros que realmente no te interesan sólo para impresionar a los demás. Eres lo que eres y, si alguien no lo acepta o comparte, no tienes por qué cambiar para contentarlo.
Desarrolla una autoestima incondicional y aprende a quererte por ser quien eres
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Toda mi vida he tenido una autoestima orientada a resultados y he sido un firme creyente del “no eres lo que dices, sino lo que haces.” En su taller Quiérete de Verdad, Miguel Guzmán me enseñó otras creencias más sanas y me ayudó a unir muchas piezas que hasta entonces habían estado sueltas. Más concretamente, me hizo entender que es normal que la relación con los demás sea condicional pero que de cara a nosotros mismos es más útil el querernos incondicionalmente. Me gustaría aprovechar estas líneas para darle las gracias por su trabajo y por inspirarme a escribir este post.
Tengo el placer de conocer a Virginia en persona y es una tía estupenda a la que yo también admiro mucho. Virginia, te deseo mucha suerte con esta etapa que estás atravesando, aunque estoy completamente seguro de que saldrás adelante 🙂
La foto es en Alleppey, al sur de la India. En un barco conocí a un niño Indio y le dije que nos echásemos una foto poniendo los dos cara fea, pero como ves no me hizo mucho caso. El que en la foto esté haciendo el tonto no quiere decir que sea tonto 😉