¿Te sientes identificado con alguno de estas afirmaciones?
- Estoy continuamente estresado, corriendo de un lado a otro.
- Me siento abrumado ante de la cantidad de tareas que tengo pendientes. Son tantas, que muchas veces no sé ni por dónde empezar y me bloqueo.
- Tengo la sensación de que todo el mundo está tirando de mí en distintas direcciones, y que son otras personas las que controlan mi horario.
- No duermo bien por las noches porque no puedo parar de pensar en lo que tengo que hacer al día siguiente.
Yo desde luego sí.
Debido a mi tendencia a querer hacerlo todo, ha habido momentos en los que lo he pasado mal y, viendo los comentarios del último post, parece que no soy el único.
Por eso, en el artículo de hoy quiero hablarte de minimalismo existencial. De como hacer menos, a la larga, significa hacer más y encima disfrutar el proceso.
“Estoy demasiado ocupado”
Estos meses en Madrid me he visto obligado a rechazar distintos planes por estar demasiado ocupado. No he podido quedar con amigos a los que tenía muchas ganas de ver porque tenía que acabar unos vídeos, y me he perdido la cena mexicana en casa de Alberto porque al día siguiente tenía que madrugar para poder acabar todo lo que tenía pendiente.
Igualmente, cuando estuve recientemente en Cáceres, no paré de repetir lo liado que estaba, y no tuve tiempo de ver una película con mi padre por la noche ni de echarme más partidas al League of Legends con mi hermano Alfonso porque tenía mucho que hacer.
Hay gente que considera que estar siempre a tope y metido con mil historias es algo de lo que sentirse orgulloso y un sinónimo de tener una vida interesante. Yo, sin embargo, pienso que es justo al revés. Si estoy continuamente respondiendo “imposible, estoy hasta arriba” a la gente que me importa es que algo va mal.
Estar siempre ocupado no encaja con la visión que tengo de mi vida ideal. Para mi tener éxito es poder vivir relajado y disponer de tiempo para los planes verdaderamente importantes. El problema es que me encanta hacer cosas. Quiero crear, aprender, viajar, conocer y ayudar a los demás con mi trabajo.
¿Cómo combinar ambos deseos? ¿Es posible ser productivo y tener un impacto positivo en el mundo sin estar continuamente estresado?
Menos pero mejor
Cuando viajo me gusta ir despacio. En vez de visitar 15 ciudades en un mes como hace la mayoría de turistas, yo prefiero visitar sólo 3 pero realmente conocerlas a fondo y disfrutar de ellas. Me gusta hacer amistad con los autóctonos, descubrir los rincones que no aparecen en las guías e ir tantas veces a comer al bar de abajo que la camarera me llame por mi nombre.
Tanto el viaje como el recuerdo que luego me lleva a casa me resultan mucho más satisfactorios que si me dedicase a correr de ciudad en ciudad fotografiando monumentos.
Pues bien, el secreto para curar el síndrome del “estoy siempre ocupado” sin renunciar a tener una vida activa consiste en aplicar esta misma idea a tu día a día y hacer menos pero mejor. En vez de hacer mil cosas y sufrir por terminarlas, haz menos y date el lujo de disfrutar el proceso de hacerlas.
En cambiar de mentalidad y, en vez de intentar hacerlo todo, hacer únicamente aquellas cosas que realmente importan.
En vez de decir siempre que sí, ser muy selectivo y solamente aceptar las tareas que te vayan a ayudar a conseguir tus objetivos.
En vez de vivir de manera reactiva, aceptando sin pensar todo lo que se cruza en tu camino y lo que te pide la gente, ser muy intencionado a la hora de decidir en qué vas a invertir tú tiempo.
El objetivo es ser igual o incluso más productivo que antes, pero sin el estrés ni el agobio. Y la única manera de conseguirlo es eliminando todo aquello que no sea absolutamente esencial.
Esto que te acabo de contar queda muy bonito en el papel, y de hecho el vivir conscientemente es algo de lo que llevo hablando desde hace tiempo en este blog. Sin embargo, aplicarlo con éxito… eso ya es otra historia.
Para las personas como yo, que somos inquietos, curiosos y no nos gusta desperdiciar ninguna oportunidad, el hacer menos a propósito nos cuesta horrores. Pero, ¿por qué es tan complicado?
Estos son algunos de los motivos por los que nos resulta difícil implementar esa filosofía de vida, junto algunas ideas para corregir esos malos hábitos.
Motivo #1: Somos pocos selectivos
Una de las razones por las que decimos sí a cualquier propuesta mínimamente interesante es porque somos incapaces de distinguir entre las que son importantes y las que no.
Cuando somos poco selectivos y nuestra definición de importante es muy amplia, creemos que todo es importante y acabamos metidos en demasiados proyectos al mismo tiempo.
SOLUCIONES
1. Ten claro lo que quieres
Cuando no sabes a dónde quieres ir, tampoco puedes identificar qué es lo que te va a ayudar a llegar allí (lo importante).
Si te falta claridad, empieza con el ejercicio de “tu vida ideal” que explico en el punto #3 de este post. Luego, márcate objetivos basados en esa visión.
A partir de ahí, antes de comprometerte con cualquier cosa, hazte la siguiente pregunta-filtro: ¿Por qué quiero hacer esto? ¿Me va a ayudar a conseguir el resultado final que busco?
Acepta únicamente aquellas tareas o proyectos que te acerquen a tu vida ideal.
2. Adopta unos criterios más estrictos
No te conformes con lo mediocre. En vez de meterte en cualquier proyecto que esté más o menos bien, elige sólo aquellos que realmente te apasionen y supongan una oportunidad única.
Quédate con los 9's y los 10's y descarta todo lo demás. O como dice Derek Sivers, “sólo hay dos opciones: HELL YEAH o no”.
3. Reserva tiempo para reflexionar sobre tu vida
Normalmente estamos tan ocupados con las tareas del día a día que no tenemos tiempo de pararnos a pensar en si realmente estamos viviendo la vida que queremos.
Acostúmbrate a reservar unos días al año (y a ser posible cada pocos meses) para revisar tus prioridades y evaluar cómo de bien las estás cumpliendo.
Motivo #2: No queremos pagar el precio
Cualquier decisión implica un sacrificio: si dedicas tu tiempo a una cosa, no se la puedes dedicar a todo lo demás. Aunque esto es ley de vida, muchas veces nos negamos a aceptarlo y, como no queremos renunciar a nada, decidimos hacerlo todo.
SOLUCIONES
1. Acepta que todo tiene un precio
Hazte a la idea de que todo, absolutamente todo, tiene un precio. Siempre existe un trade-off.
¿Prefieres tener novia o estar soltero?
¿Quieres ser directivo de una gran multinacional o tener libertad geográfica?
Cada opción tiene sus ventajas y sus inconvenientes. No puedes quedarte con todos los pros sin ninguno de los contras. Debes elegir.
La clave es aprender a ver estos trade-offs de una manera positiva. En vez de fijarte en lo que pierdes (“¿A qué tengo que renunciar?”), fíjate en lo que ganas (“¿En qué voy a poder centrarme al 100%?”).
Motivo #3: Tenemos miedo a perdernos algo
Estás cansado y les dices a tus amigos que no quieres salir. Cuando te vas a la cama, piensas en que quizá te has equivocado quedándote en casa y que te estás perdiendo la noche del año.
¿Te resulta familiar?
La angustia de creer constantemente que te estás perdiendo algo se conoce como Fear Of Missing Out (FOMO), y se ha incrementado en los últimos años debido a la popularidad de las redes sociales.
Cuando miras Facebook desde el trabajo y lo único que ves son fotos de gente sonriendo y paisajes maravillosos, sientes que tu vida es mucho peor que la de los demás y que no estás aprovechándola como deberías. Como respuesta, esa semana aceptas todos los planes que te proponen tus amigos para ser un poco más cool.
SOLUCIONES
1. No prestes tanta atención a lo que hacen los demás
Ahórrate las sesiones de cotilleo en las redes sociales porque no te hacen ningún bien.
La vida de la gente no es tan emocionante como parece. También pasan horas y horas delante de un ordenador, cocinan huevos fritos y discuten con su pareja. Lo que ocurre es que en Facebook hay mucho postureo y sólo publican sus mejores momento.
Te sorprendería saber la cantidad de personas que sólo viajan para echarse fotos y demostrar que son súper guays. Si no pudiesen llevarse la cámara seguramente elegirían otro destino.
2. Evalúa las oportunidades en base a las posibles ganancias
Que te inviten a algo o se te presente una oportunidad no es motivo suficiente para aceptarla.
En vez de decir que sí sólo para evitar perder esa oportunidad (aversión a la pérdida), piensa en si realmente es algo que te apetece y te conviene. No te preguntes “¿Cómo me sentiré si dejo escapar esta oportunidad?”, sino “¿Qué estaría dispuesto a sacrificar para conseguir esta oportunidad si no la tuviese?”.
Motivo #4: Nos puede la presión social
Muchas veces decimos que sí únicamente para no tener que decir que no.
Alguien nos propone un plan o nos pide que hagamos algo por él y, aunque nos viene fatal, aceptamos, porque tememos que si rechazamos su oferta se puede molestar.
En ocasiones también hacemos cosas sólo porque nuestros padres, nuestros amigos o la sociedad las consideran correctas. Aunque nosotros realmente estemos en contra, preferimos seguir al rebaño que ir a contra-corriente.
SOLUCIONES
1. Aprende a decir que no
Todos los días, las personas que tienes a tu alrededor intentan controlar tu agenda (la mayoría sin mala intención, afortunadamente).
Tu amiga quiere que quedes con ella. Tu jefe quiere que hagas horas extra. Tus padres quieren que estudies medicina. Tus lectores quieren que respondas sus preguntas
Intentar complacerlos a todos significa vivir la vida de otros y aceptar un montón de tareas que no necesariamente son importantes para ti, y la única manera de liberarse y proteger tu tiempo es decir que no.
Es cierto que rechazar planes y oportunidades te hará menos popular, e incluso puede que alguien se moleste contigo, pero es imposible caerle bien a todo el mundo y la gente que de verdad merece la pena te respetará más.
2. Establece reglas con antelación
Evaluar cada oportunidad individualmente es muy costoso, y es muy fácil tomar decisiones equivocadas cuando estás cansado. Ya sabes, la típica noche que te llaman tus colegas y dices “Hoy no debería salir porque mañana tengo que madrugar, pero estada tarde he trabajado muy duro y necesito airearme,” y al final acabas llegando a casa a las 4.
La solución para evitar decir que sí cuando deberías haber dicho que no es marcarse reglas con antelación.
Por ejemplo, durante estos meses que estado trabajando en Idea2Blog me puse como regla no conceder entrevistas ni dar charlas, porque son actividades que en ese momento no eran una prioridad para mí.
Gracias a esto, cada vez que alguien me contactó para entrevistarme o invitarme a una conferencia le dije que no sin necesidad que analizar si era o no era una buena oportunidad. Además, me resultó mucho más sencillo hacerlo porque lo única que tenía que decir era: “Muchas gracias por la invitación, pero en estos momentos estoy centrado al 100% en otro proyecto y no acepto conferencias ni entrevistas. Por favor, escríbeme de nuevo el mes de Abril.”
Motivo #5: Somos víctimas de la falacia de la planificación
Los seres humanos tendemos a subestimar cuanto nos va a llevar completar una determinada tarea. Somos demasiado optimistas y creemos que vamos a tardar menos de lo que acabamos tardando realmente. Se trata de un fenómeno conocido como la falacia de la planificación.
En ocasiones, esta es la causa de que digamos que sí a más cosas de las que deberíamos. Pensamos que nos va a dar tiempo a todo, y al final acabamos estresados y sacrificando horas de sueño para terminar a tiempo.
SOLUCIONES
1. Sé consciente de esta limitación
Cada vez que tengas que calcular el tiempo que te va a llevar hacer algo, acostúmbrate a añadir un 50-100% más para cubrir posibles imprevistos. Si al final acabas antes de lo previsto, siempre puedes añadir alguna tarea adicional, empezar con antelación lo siguiente que tenías pensado hacer o irte al parque a leer un buen libro.
Es como en los restaurantes, que llegas con hambre, pides como un loco y al final sobra comida. Mejor quedarse corto y, si después de las primeras raciones quieres algo más, pedir otro plato.
2. No des una respuesta inmediata
Cuando trabajaba en Microsoft, era común que en medio de una reunión alguien te preguntase que cuanto tiempo tardarías en acabar un cierta feature. Lo normal, por supuesto, era pecar de optimista y dar una cifra demasiado baja.
Calcular “en caliente” lo que te va a llevar una tarea es muy complicado, y lo más probable es que metas la pata. Por eso, cuando te veas en esta situación acostúmbrate a responder algo en plan: “Ahora mismo no lo sé, tendría que estudiarlo detenidamente. Esta tarde te escribo un e-mail y te digo.”
De esta manera podrás pensarlo sin presión y evitarás comprometerte con unas fechas irrealistas.
Tu turno
Aunque llevo tiempo intentado hacer menos y adaptarme al minimalismo existencial, todavía me queda mucho por aprender y me encantaría escuchar tu opinión al respecto.
¿Tienes tú también el perfil de “intentar hacerlo todo y decir a todo que sí”?
Según tu propia experiencia, ¿por qué crees que nos comportamos de esta manera?
¿Cuáles son tus recomendaciones para no meterse en más proyectos de la cuenta?
¡Cuéntanoslo en los comentarios!
###
Este post está inspirado en Essentialism, de Greg McKeown, uno de los libros que más me ha marcado estos últimos meses. RECOMENDADÍSIMO.
Parece que mi amiga Marina de Psicosupervivencia y yo tenemos una conexión mental, porque justo ella acaba de publicar un post sobre este mismo tema. Si quieres leer su punto de vista, puedes hacerlo aquí: Por qué no se puede estar siempre a tope.
La semana pasada muchos me preguntasteis por mis planes de viaje. Son estos:
- 4 – 9 Abril: Suiza
- 9 Abril – finales de Mayo: Italia
- 6 Junio – 16 Julio: Estados Unidos
- 22 – 27 Julio: Tomorrowland (Bélgica)
- Agosto – Septiembre: ¿Rusia? ¿Mongolia?
- Septiembre – <no lo sé>: Barcelona
Si vamos a coincidir en alguno de estos sitios avísame para que nos tomemos algo juntos 🙂
¡Última llamada para la quedada VAM de este miércoles en Madrid! Apúntate aquí.
Foto: Single allium flower