El martes pasé una de las peores noches que recuerdo que en mucho tiempo. Me estaba alojando en un albergue del casco viejo de San Sebastián en una habitación con 3 literas, y cuando volví a casa a la 1 de la madrugada ninguno de mis compañeros estaba allí.
Cualquier persona que tenga una mínima experiencia en albergues puede decirte lo que esto significa: están todos de fiesta y llegarán a mitad de la noche haciendo ruido y despertando a todo el mundo. Y efectivamente, así fue.
Sobre las 3 de la madrugada llegó un chileno acompañado de una chica americana que encendió la luz mientras comentaba a voces: «¡Qué suerte hemos tenido, no hay nadie durmiendo!». Yo me quité la máscara y le respondí que sí que había alguien durmiendo, pero el daño ya estaba hecho.
A partir de ahí se sucedieron una serie entradas y salidas del chileno tratando de ligarse a las alemanas del cuarto de al lado, de ronquidos de los que hacen temblar las paredes, y de sacudidas de litera para intentar parar esos ronquidos. A las 8 de la mañana, habiendo dormido apenas 2 horas y viendo que la situación no mejoraba, me largué de allí y me fui a desayunar algo.
No hace falta decir que ese día fue un infierno. Estaba tan cansado que a las 10:30 me eché una cabezadita de camino a Eibar y cuando me desperté estaba yo solo en el bus, en un lugar desconocido y con las puertas cerradas. Pero esa es otra historia…
Una fuente inagotable de historias
Me encantan los albergues, hasta el punto de que prefiero quedarme en uno antes que en un hotel a pesar de que el primero sea más caro o se duerma peor. Aunque de vez en cuando puedas tener una mala experiencia como la que te acabo de contar, lo normal es que te encuentres un ambiente estupendo y acabes haciendo buenos amigos, y para mi ese es un aspecto esencial de viajar.
Durante los 7 meses que he estado recorriendo Asia, muchos de mis mejores momentos los he vivido en albergues. Desde mi primer amor de viaje –a quien conocí en el baño del Nap Park de Bangkok– hasta innumerables noches de cervezas y buena conversación, podría contarte mil y una anécdotas que me han ocurrido en estos lugares. Pero de entre todas ellas hay una que destaca por encima del resto por lo absurdo y surrealista de la misma, y hoy he decidido compartirla contigo.
Todo empezó con una mala noche…
¿Agua?
Eran mediados de Julio y estaba en mi albergue favorito de Chiang Mai. Como iba a pasar un mes allí, me estaba quedando en el dormitorio VIP, como a mí me gustaba llamarlo.
Para que te hagas una idea de cómo estaba organizado el albergue, imagínate un gran jardín con cuatro edificios de dos plantas. La primera planta tenía un baño al fondo y un dormitorio común a la izquierda con cinco camas, y la segunda tenía dos habitaciones privadas. Todos los edificios eran iguales salvo en el que dormían los dueños, que tenía el dormitorio común dividido en dos partes con una cortina: una era la oficina/dormitorio donde vivían Aoi y su compañero, los dueños, y el otro tenía dos camas individuales para huéspedes de larga duración (el dormitorio VIP).
Acababa de regresar de cenar con unos amigos a las 2 AM. Mi compañero, un japonés que había estado haciendo un curso de masaje tailandés, se había marchado ese día y el próximo chico no venía hasta el día siguiente. Parecía que algo no me había sentado bien esa noche porque me dolía un poco el estómago y no era capaz de conciliar el sueño.
Sobre las 3 AM, cuando por fin estoy a punto de quedarme dormido, el sonido de unas voces me despierta. Era una pareja que volvía de fiesta y como habían bebido no eran conscientes de que estaban hablando demasiado alto. Después de maldecirles, escucho como suben al cuarto de arriba y se callan. Bien, puedo intentar dormir otra vez.
Al rato, más ruidos. Me vuelvo a despertar. La parejita se ha puesto cariñosa y puedo escuchar perfectamente la mezcla de gemidos y golpes contra el suelo. Pero de pronto, el movimiento se detiene y escucho a la chica hacer la pregunta del millón:
– «Oye, recuerdas cómo me llamo, ¿verdad?»
Momento de máxima tensión.
Un segundo.
Dos segundos.
Tres segundos.
El chico no contesta.
Cuatro segundos.
Cinco segundos.
– «Claro que sí, te llamas Sarah» –responde él finalmente.
– «Ahhh, menos mal, ¡creía que no te acordabas!»
El chico respira aliviado y la pareja retoma la actividad.
Cuando terminan la faena, vuelvo a intentar dormirme. A la tercera va la vencida, pienso. Pero no. Una vez más, cuando estoy en estado de semi-consciencia a punto de quedarme sopa me despierta otro ruido. Esta vez es como si alguien hubiese vertido el agua de una botella en el suelo.
La habitación está completamente a oscuras y no tengo ni idea de qué puede haber pasado. Escucho como los dueños del albergue se despiertan, alguien sube las escaleras, hay una conversación subida de tono y de pronto se enciende la luz y me encuentro al compañero de Aoi sonriente, fregando el suelo sin camiseta.
Mi primera reacción es pensar que el tipo se ha emborrachado y ha vomitado, pero no tiene mal aspecto ni huele a vómito. Todavía con los ojos medio cerrados, le pregunto que qué ha pasado. Él me responde que no me preocupe y que me vaya a dormir. Pero la curiosidad me puede, así que en cuanto veo que el tipo se ha marchado a vaciar la fregona me levanto y le pregunto directamente a Aoi, que me cuenta toda la historia.
Antes de seguir leyendo… ¿qué crees tú que ha ocurrido? Si lo adivinas te regalo un pin 😉
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Al parecer, la chica había bajado con la intención de pasarse por el baño del albergue, pero se había confundido de puerta y había entrado en la habitación. Ni corta ni perezosa, se había bajado los pantalones y había meado allí mismo, en la entrada. Aoi, que también había escuchado la expresión de amor previa, había subido a la habitación del chico en cuanto vio el charco en el suelo para pedirle explicaciones. La chica le había abierto la puerta de malas maneras gritándole «What! What!» y Aoi la había echado de allí.
Miro el reloj y son más de las 5 de la mañana. Estoy muerto de sueño, pero una vez resuelto el caso del agua misteriosa por fin consigo dormir feliz.
No todos los años cuentan lo mismo
Aquella noche no fue la más agradable del mundo, pero la recordaré toda mi vida. Podré contarle la historia de esta noche en un albergue de Chiang Mai (y otras muchas) a mis amigos y echarnos unas risas todos juntos recordando mi viaje y las anécdotas y buenos momentos que viví esos siete meses que estuve en Asia.
Es curioso, pero cuando echo la vista atrás hay años de mi vida de los que apenas tengo recuerdos. Fueron años de rutina en los que cada día era prácticamente una copia del anterior y lo único que quedan de ellos son alguna noche más divertida de lo normal y poco más. El resto es como si nunca hubiese existido.
Por el contrario, hay otros periodos de mi vida que recuerdo perfectamente. El año que me fui a estudiar a Albuquerque, los campamentos de verano, mis inicios en Seattle, todos los viajes que he hecho…
Viendo esto, he llegado a la conclusión de que hay años que cunden más que otros, que –literalmente– hay años en los que vives más que en otros. Si no me crees, tú mismo puedes hacer la prueba: ¿Qué recuerdos tienes de estos últimos 5 años? ¿Están esos recuerdos distribuidos equitativamente a lo largo del tiempo, o hay épocas con muchos más recuerdos que otras? ¿Cuáles son esas buenas épocas?
Creo que por eso me gusta tanto viajar: porque da lugar a todos esos momentos y experiencias inolvidables, porque hace que cuando mires hacia atrás te recuerdes con una sonrisa, porque te obliga a vivir de verdad, a vivir al máximo.
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Y a ti, ¿cuál es la historia más increíble que te ha ocurrido en un albergue?
Hoy a las 6 de la tarde empieza la quedada de Barcelona. ¡Todavía estás a tiempo de apuntarte!
La foto es de una noche cualquiera en el Monte de San Pedro, en La Coruña. Durante la quedada que hicimos allí subimos a visitarlo y Juan me echó una foto subido a un cañón que había por allí. No sé cómo lo hizo, pero parece que el cañón está dibujado por ordenador y mola un montón 😀 ¡Gracias Juan!
Lo primero que me pasa por la cabeza es: ¿Esperó 5 segundos? ¿En serio? ¿Con un nombre tan genérico como Sarah? Cacho de idiota…
Pero que se puede esperar de una ‘señorita’ que está tan borracha como para confundir el baño con un cuarto. Creo que la hubiese llamado Helena o Carla y lo mismo sería -_-‘
A mi me gustan los albergues, pero nunca me ha ocurrido nada tan raro. Creo que me abstendré de los de Tailandia xD
Tienes razón. Realmente le pegaba más algo acabado en «y»: Ashley, Halley o algo así 😛
Lo mio fué una experiencia «religiosa» en toda regla!XD
Era peque, si más que ahora, y fuí con mis padres a Alemania…siempre ibamos a albergues pero este no era mixto, los chicos y las chicas estaban en edificios distintos(debía de ser del opus mínimo!)nosotros llevabamos un champú y un gel para todos, así que después de dos dias incomodos dejando los botes en recepción para que los recogieran ellos y después esperar pacientemente a que nos lo dejaran a nosotras mi madre, muy inteligentemente, me dió dinero y me mando a comprar un gel para nosotras….Si el alemán ahora me suena a chino imagínate por aquel entonces…cogí el bote más bonito, de H&S con unas preciosas hojas verdes dibujadas en la superficie….
Fuí la primera en ducharme y respirar ese aroma a menta taaan fresquito….digamos que en ciertas partes el frescor fue «interesante»…que luego dió lugar a una sensación de quemazón importante…Así que digamos que utilizar H&S mentol como gel del cuerpo fue una de las experiencias «religiosas» de mi vida…. aún así mi parte masoquista le cogió el gustillo oye!!jajajajajaja
Si un dia te levantas tontuco pruébalo, despierta al más pintao!!XD
Chu!!
Eres muy grande, Caro, sólo puedo decir eso 😛
Me has dejado alucinado. Jajajajajajaja. Por lo menos estás tú, los demás somos de la tribu de los sosones.
P.D. Tú comentario es el comienzo de un libro. Te lo digo en serio.
Lo cierto es que a mí no me ha dado tiempo en esta vida a ir a muchos albergues. Por desgracia.
Tengo 42 años y me pasé desde los 25 hasta los 37 viajando a lo grande (entonces me lo podía permitir). Pero llegó un día en el que dije, más que nada por lo de empezar a ahorrar por causas de fuerza mayor, voy a ver qué es esto de los Hostel….Me daba curiosidad porque había visto precisamente la película «HOSTEL», un american horror film dirigida por Eli Roth. Ya podéis imaginaros cuál era mi imagen de un sitio de estos.
El caso es que tenía que ir a Barcelona por una cosa de trabajo y allí que me fui. Era el año 2010 y tenía 39. La experiencia fue graciosa porque de repente estaba en una habitación con 9 chicas más en literas. Muuuuuuuuuuy jóvenes y casi todas japonesas. Bajé a la salita común (o como diablos se denomine eso) y me senté a cenar. Me sentía una especia de bicho raro. No hablé con nadie ni nadie conmigo. Estuve solo una noche pero salí espantada. Me juré no volver a ningún Hostel jamás. Aunque al menos no me habían descuartizado en el baño.
Pero cuando estuve viviendo en Chile a principios de este año, no tuve más remedio que repetir la experiencia. Estaba en una estancia de investigación en una Universidad y sí o sí, mis compañeros de viaje eran universitarios de entre 20 y 25 años. De nuevo los hostel entraron en mi vida. Y fue ahí, en uno de Valparaíso, donde me ocurrió la mayor coincidencia de toda la historia mundial.
El resto lo explico, a quien quiera saberlo, en la quedada «Vivir al Máximo» de Valencia.
Ahí, ahí, fomentando la curiosidad para que se apunte la gente! 😉
Nos vemos dentro de poco y me cuentas el final de la historia!!
Me pilla un poco lejos nena….
Me hubiera apuntado con gusto si estuviera por allí y lo sabes, así que esa historia me la tienes que contar por teléfono, je ;))
uhhh te olvidas de los ronquidos, o quizás a ti no te molestan. A mí en Dublin me hicieron estar a punto de gritarle algo al vecino, pero pobre, él no tiene la culpa. Desde entonces nunca viajo sin tapones!
Totalmente de acuerdo! Los tapones para los oídos y la máscaro son FUNDAMENTALES, algo así como el kit del perfecto alberguista. Yo perdí los míos en Corea y tengo que comprarme otros ya mismo!!
Los albergues siempre dan muchas historias que contar: he vivido simulacros de incendio en albergues de 8 pisos donde la gente ha bajado en albornoz de la ducha, encontrarme a alguien dormido en mi cama, noches de cine con comidas típicas del país de cada uno…
Y para dormir, tapones y llegar muuuy cansada, para que no me puedan despertar ni a cañonazos. Aunque viviendo en un Colegio Mayor, estoy perfectamente entrenada para dormir con ruido, gente de aquí para allá e incluso fiestas en la planta de debajo. Y si aún así no puedes dormir… Si no puede con ellos, ¡únete!
Normalmente soy de los que se une (como tu dices, es la mejor solución), pero esa noche necesitaba dormir. El tour Vivir al Máximo está siendo más intenso de lo que creía!!
Yo viajando por Chile me vi en la situación de tener que ir corriendo por los pasillos del hostal, en mitad de la noche, con los pantalones y calzoncillos bajados porque… ¡no había papel higiénico en el baño! Y para mi desgracia ese día había comido unas empanadillas de marisco picantes y un plato enorme de curanto que hicieron que mis tripas estuvieran desbocadas toda la noche.
Si en ese momento se hubiera levantado algún otro huesped y me hubiera pillado seguro que hubiese sido una anécdota que no iba a olvidar con facilidad…
Desde luego la peor noche que he pasado viajando, aunque luego sea divertido contarlo.
jajajajajajajaja muy bueno!! Las empanadillas de marisco picante no perdonan…
Jajaja… Qué buenisimo! Me he reído un rato con lo de que la chica le pregunta sobre si sabe su nombre. Yo por ahora no he ido a albergues, pero sin duda cuando me haga un viaje con poco presupuesto acudiré a ellos.. A ver que pasa! Jaja sin duda, aunque la experiencia puede ser algo molesta te lo tienes que tomar a risa i hacer de ella una anécdota más.
Saludos:)!
Buena entrada, seguro que a más de uno nos hace revivir experiencias. En mi caso, y para ello podría crear una entrada con mi historia por la extensión que tiene y, aunque tampoco haya estado demasiadas veces en albergue. Recuerdo muy bien, por desgracia, una noche en la que mi novia y yo estuvimos en Berlín, en un albergue bastante decente por poco precio, en el centro de la ciudad, aunque no recuerdo el nombre. Digo por desgracia porque además de no ser agradable, también al día siguiente estábamos reventados viendo la ciudad.
En nuestro caso, el primer día no hubo ningún problema, había un griego solamente en nuestra habitación y se marchaba al día siguiente, ¡llegó a poner su alarma del móvil en vibración para no molestarnos!
La noche inolvidable fue la siguiente: nosotros teníamos nuestra cama, porque aunque teníamos derecho a dos camas dormimos juntos. Dejamos algo encima antes de salir a hacer turimos por la ciudad, no recuerdo que, para que se supiese que esa cama estaba ocupada, pues íbamos a estar fuera todo el día. A la vuelta, sobre las 8 de la tarde vimos que había calzoncillos, calcetines y un montón de cervezas saliéndose de la papelera. El problema fue que esos calzoncillos y calcetines estaban sobre nuestra cama. Los apartamos como pudimos y ya empezamos a olernos que esa noche iba a ser simpática.
Mi novia, muy graciosa me dijo: «¿no querías hablar en inglés? Pues estos tienen pinta de anglosajones». En efecto, habían dejado algún mapa en inglés, además de su ropa interior en sitios poco apropiados.
Nos fuimos a cenar y a ver un poco más la ciudad de noche. Cuando volvimos, estuvimos en la sala común hablando con personas de distintos países y al rato nos fuimos a dormir. No había nadie allí, así que de 00.30 a 03.00 aproximádamente dormimos. Pero ya llegó la hora.
El albergue estaba en un bajo, y nuestra habitación tenía vistas a la calle, pues nuestra pared no era otra cosa que un cristal que desde dentro de la habitación se ocultaba tras unas cortinas. A esa hora, un americano vestido con ropa cara empezó a llamar al cristal, que por pocas de la vida tenía una puerta para entrar o salir directamente desde la habitación.
-«Pum pum, pum pum». Hacemos caso omiso pero nos despertamos. Puede ser algún gracioso que quiera molestar, pues estábamos en el centro y era viernes.
-«PUM PUM PUM». Volvía a llamar insistentemente y decido mover la cortina a ver qué es lo que pasaba.
– «Hey, abre la puerta, necesita entrar en la habitación» (Habla en inglés, un inglés ebrio pero inglés, y le contesto en su mismo idioma).
* «Hola, ¿ésta es tu habitación? Entonces abre con la llave o entra por la entrada principal»
– «Hey, open the door, O P E N THE D O O R». Me decía despacio, como si no le hubiese entendido o algo.
* «Si quieres entrar, GET THE KEY» Le vuelvo a decir, también despacio a ver si me oía bien.
Total, que me vuelvo a la cama. Vuelve a llamar insistentemente y me empiezo a malhumorar. Vuelvo a levantarme después de insistir dos o tres veces con golpes en el cristal. Le digo que no voy a abrirle, que no le conozco y que puede entrar desde la entrada principal. Él me contesta que está cerrada y que necesita entrar. Vuelvo a dejarle claro, serio, que no le voy a abrir y que nos deje dormir.
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Por enésima vez llama de nuevo. Ya me empiezo a irritar de verdad y mi novia al ver que ya iba a hablar algo más agresivo, más subido de tono, aunque en mi caso esa agresividad no equivale a falta de respeto, prefiere ir ella. Le dice que no le conocemos de nada y que no le vamos a abrir. Él empieza a mostrarse a sí mismo, enseñando su ropa de marca para que no pensemos mal de él. Yo, de todos modos, me levanto y la acompaño para hablar a través del cristal, aunque dejo que sea ella la que le vuelva a repetir que mire si tiene la llave y si no que llame a sus amigos para cogerla.
Finalmente, al muy lúcido le da por mirar en su bolsillo, después de haberle dicho mil veces que buscara la llave, que mirara en sus bolsillos o en cualquier otra parte. Y a los pocos segundos entró por la puerta, diciendo que «qué estaba mal con nosotros», traducido literalmente.
¡Hahaha! Yo flipaba, se nos quedó una cara a los dos. Le dijimos que «cuál era SU problema», nosotros solo queríamos dormir. Finalmente nos comentó, «you know, drugs and alcohol», «nevermind». Y se echó a la cama a dormir, con la ropa de calle.
Ojalá todo hubiese acabado ahí, pero no. Sobre las 6 llegó un musculoso americano con los ojos inyectados en sangre. Entró a la habitación, fue directamente al servicio y vomitó. Lo de los ojos lo sabemos porque entre una y otra de su vomitonas nos lo cruzamos para ir al servicio de la habitación y así estaba, nos dio hasta pena por él. Aunque teniendo en cuenta lo de la entrada escrita por Ángel, es un detalle que al menos no vomitara fuera del váter.
Sobre las 7 vinieron los otros 2 americanos a la habitación, con más americanas incluso.
«Oh fuck», dijeron al vernos en la cama a mi novia y a mi. Decidieron que esa era buena hora para ver nuestra habitación, con las paredes pintadas. Encendieron las luces y se pusieron a nuestros pies a ver los dibujos que había encima de mi novia y de mi. Nos despertaron de nuevo, diciendo «sorry», pero seguían molestando sin irse de allí, admirando los dibujitos de la pared.
Finalmente, se llevaron a los otros dos que intentaban dormir y se fueron a otra habitación. Pudimos dormir con suerte una 45 minutos más y sobre las 8 nos fuimos. Afortunadamente una pareja de españoles amigos de mi novia estaban allí el mismo período de tiempo y dormimos con ellos la noche siguiente.
Desde mi opinión, es más graciosa la historia de Ángel. Aunque sigue siendo una experiencia que dudo que se nos olvide :P! Además, nos hará valorar más las horas de sueño.
¡Un saludo y perdón por la subentrada! ¡pero me apetecía comentarlo y rememorarlo así!
Yo me acuerdo cuando el año pasado (vivía en Inglaterra) vimos un viaje con Megabus a Amsterdam por catorce euros ida y vuelta. Y claro, como gastábamos tan poco en el viaje, no íbamos a gastar mucho más en el albergue o no compensaba, así que decidimos que era buena idea alquilar una habitación en el albergue más cutre de Amsterdam y probablemente de casi todas las ciudades colindantes. Además de encontrarnos con un ratón encima de una cama, que conseguimos capturar en mi bolso, llevarlo a recepción y que nadie se sorprendiese, resultó que en las habitaciones no había enchufes porque al parecer la gente los usaba para enchufar cachimbas o similares. Además de todo esto, nuestros compañeros de habitación se pasaron toda la noche diciendo cada medio nanosegundo «¿Tenéis porros?, ¿tenéis porros?, ¿tenéis porros?», todo esto en español a pesar de que los chicos con los que iba eran todos ingleses. Para amenizar (más) la noche los de la habitación de al lado llamaban a la puerta regularmente para decir que antes habían estado en nuestra habitación y se les había quedado un paquete de tabaco, que avisáramos si lo encontrábamos. ¡Jajaja!
P.D. La foto mola un montón, soy de (cerca de) Coruña y no sé dónde está. Fail!
¡Menudas historias! La verdad es que creo que todos los que hemos estado en albergues tenemos anécdotas para dar y tomar, pasas noches de lo más surrealista.
En mi caso yo hace cinco años, cuando tenía 20, hice un Interrail durante un mes. Éramos 4, y solíamos coger habitaciones de diez o doce camas porque eran más baratas.
Estando en Praga, nada más entrar a nuestro cuarto vimos que ya había gente en él, porque se habían dejado las mochilas. Eran como las nuestras pero además de ropa llevaban, en la parte de arriba, cascos de vikingos.
Por la noche ya estábamos acostados cuando vinieron los vikingos, eran noruegos de 1,90 y cuadrados, pusieron heavy metal y sacaron cervezas, y como veíamos que no íbamos a poder dormir nos unimos a ellos, resultaron ser muy majos :p
En Rotterdam dormimos en un albergue de cien camas pero no pasó nada memorable, y en Munich acabamos metidos en un semisótano con una ventana minúscula con una señora bastante mayor que se paseaba en tetas y un tipo que hacía moverse las listeras como si se estuviera masturbando (lo que, probablemente, estaba haciendo). Menos mal que solo estuvimos allí esta noche.
Pero lo que mejor recuerdo es dormir en estaciones de tren. Nosotros sólo llevábamos el billete de Interrail con derecho a coger cualquier tren, pero normalmente elegíamos albergue estando ya en la ciudad o uno o dos días antes. Así que a veces, por precio o disponibilidad, no quedaba otro remedio que pasar la noche en el andén. En Viena nos despertó un guardia a patadas (literalmente) a las cinco de la mañana gritando que ya era de día, en Utrech nos atrincheramos en una cabina de cristal entre las vías y dormimos seguros, y la estación de Dresden fue el mejor «albergue» de todo el viaje. La primera noche que nos vimos obligados a dormir en estaciones fue allí, yo me oponía hasta que vi un grupo de francesas super pijas que sacaban los sacos y almohadones y se acostaban plácidamente.
Que ganas tengo de hacer un viaje así de nuevo 😀
Un saludo!
Qué momento ese de preguntar el nombre… aunque a quién no le ha pasado que se olvida del nombre de la otra persona? La meada muy epic. Sin duda evoca a la famosa escena de El Exorcista cuando la chavala se mea delante de todos los invitados.
Mi vida albergueril es bastante pobre, de hecho he dormido más veces en aeropuertos que en albergues. Recuerdo una vez en Praga que volvíamos de fiesta y queríamos esperar a que se nos bajara un poco la fiesta. Sacamos el portátil y nos pusimos a ver El Rey León. Acabamos cantando a viva voz las canciones de la película. Recuerdo que se quejaron, pero recuerdo poco más.
Totalmente de acuerdo Ángel, esas experiencias son las que se recuerdan siempre y por eso merecen la pena, por muy mal que se pase en esos momentos. Eso sí es vivir al máximo y lo demás cuentos.
Yo también tengo una buena colección y sigo acumulando cada vez más porque parece que tengo cierto imán para las «movidas» jeje.
Lo de Coruña estuvo bien, aún me acuerdo de ese tremendo jamón 5 jotas a las 7 de la mañana. Que churros ni leches, 5 jotas y a sobar como pajarillos jajaja.
La foto es mérito del pepino de cámara que te has comprado y de mi arte para la perspectiva, aunque también puede que me saliera bien porque aún estaba mareado de hacer el mono colgándome boca abajo 🙂
Valencia está al caer amigo, reserva fuerzas que voy para allá!
¡¡Qué arte tenía el que lo contaba!! jajaja
La chica se sentía humillada delante de su amado, por eso gritaba what!! what!!!
Mis recuerdos de Albergue se remontan a mis 16 años más o menos, en segundo de BUP viaje de fin de curso en Granada .
Como éramos mogollón hubo de todo, desde el inicio de un amor, de habitación a habitación pasándonos por la ventana paquetes de gusanitos y demás porquerías, escrituras debajo de los cajones del albergue, fotos de grupos en pijama, y borracheras indecentes de alguno de la clase. Pero en general nos lo pasamos fenomenal pasando de una habitación a otra, riéndonos, y conviviendo fuera de lo que es la clase….
Nada fuera de lo común, pero que me trae muy buenos recuerdos
;))
El mes pasado me fui con mi novia de excursión a Londres un fin de semana. Después de mirar y remirar, ningún hotel se ajustaba a nuestro presupuesto, así que terminamos reservando en un hostel.
Llegamos pronto, y no nos dejaron pasar a la habitación hasta las 2 de la tarde, así que dejamos las maletas en una taquilla y nos fuimos a recorrer Londres.
Cuando un montón de horas volvimos a la residencia, nos dieron la llave de la habitación (era privada con baño) y nos enseñaron las escaleras.
un 6º sin ascensor! Así durante 3 días.
Y el día que nos íbamos, dando una vuelta por nuestra planta, de repente nos encontramos una puerta sin letrero, donde se accedía a una habitacioncita donde había … un ascensor!!
Esa es mi peor experiencia con albergues e ingleses
Ya te vale Ángel, sacar estos temas tan divertidos, algún día si me atrevo contaré alguno, pero me da vergüenza, algunos son de salir en los periódicos, Jajaja.
Es normal que a la chica le pasara eso, si vio la foto del encabezamiento y nunca mejor dicho eso del encabezamiento,con unas copitas de más, lo normal no es que se meara, se tendría que haber hecho las aguas mayores. Jajaja.
P.D. Que pasada lo de Caro chan con su adición al mentol, jajaja. Tiene que ser la chica con los zapatos más limpios y sin mota de polvo, de Grana.Jajaja
Qué buenas historias, me he reído un montón 😀
Yo la verdad tengo muchas, pero ninguna en albergue con extraños (así de espectaculares a las vuestras). Las que tengo son con mi familia política. Que cuando salen de «paseo de Navidad» llegan a ser más de 40 personas. Es más que suficiente para tener una historia de «terror» que contar. Me ha tocado ronquidos alarmantes, noches amorosas agitadas, lágrimas, gritos, peleas, animales extraños en la cocina, en el baño, en la sala, piscina, etc…
Pero la que más me ha dejado descolocada fue estar en una Navidad con una tía de más de 50 con su reciente novio de cuarenta y tantos compartiendo el mismo espacio. Ellos toda la noche dándole al tema… Parecían adolescentes. Sus hijos estaban en el cuarto, nosotros en la gran sala con ellos y yo sin poder dormir entre gemidos, gritos y traqueteo… He tenido vecinos bullosos, hasta amigos en campamentos, pero esto fue el «no va más»…
Una mezcla de «por favor» y «Dios a los 50 yo quiero lo mismo» 😀
jajajajaja me reí muchísimo!!!!!! que lindo escribis 🙂
¡Gracias Flor! 🙂
Hola Ángel,
Has hecho un buen trabajo ¡Enhorabuena¡!Me encanta!
Una pregunta te quería hacer, ¿sabes si cuando entras en Thailandia te exigen el pasaje de salida del país?
Sé que en algunos países te lo piden y como sólo tengo el pasaje de ida te agradecería si tienes alguna información, me lo pasaras.
Muchísimas gracias!