Empecé a invertir en fondos índice en 2011, después de leer I Will Teach You To Be Rich de Ramit Sethi.
Ramit explicaba que una buena cartera indexada tenía que tener tanto acciones como bonos, y que aunque las acciones tenían una mayor volatilidad a largo plazo también crecían más, así que cuando tuve que decidir mis porcentajes no lo dudé ni un segundo y opté por un 90% de acciones (el máximo recomendado) y un 10% de bonos.
Al fin y al cabo, si podía elegir entre un activo que me iba a dar un retorno medio del 10% anual y otro que sólo me iba a dar un 5-6%… ¿por qué no iba a invertir lo máximo posible en el primero?
Era joven, tenía un buen trabajo, y no iba a necesitar ese dinero hasta 30 o 40 años.
Por lo tanto, el que ese mayor retorno viniese acompañado de una mayor volatilidad no suponía ningún problema para mí.
Lo único que importaba era que la rentabilidad de mi cartera fuese cuanto más alta mejor. Todo lo demás daba igual.
Durante muchos años, esta ha sido mi filosofía de inversión:
Una cartera con el máximo porcentaje de acciones posible y reducir los gastos al mínimo para maximizar ganancias.
De ahí que siempre haya recomendado lo mismo en mis artículos:
- Un porcentaje de acciones de “110 – tu edad”, o incluso del 90% si no pensabas tocar ese capital en al menos 10 años
- Hacerlo tú todo manualmente a través de un bróker sin comisiones como MyInvestor, para no incurrir en ningún tipo de coste adicional
No me entraba en la cabeza que alguien –sobre todo alguien con 20 o 30 y pico años– decidiese voluntariamente reducir sus ganancias potenciales optando por una cartera más conservadora, con un 40% de bonos, por ejemplo.
O peor aún: que decidiese pagar un 0,4 o un 0,5% de comisión adicional por invertir en esos mismos fondos a través de un roboadvisor como Indexa Capital, sabiendo que programar aportaciones regulares en MyInvestor y reequilibrar tu cartera de vez en cuando era tan sencillo (en este post explico paso a paso como hacerlo, para que veas que lo fácil que es).
Sin embargo, en estos últimos dos años he ido cambiado de opinión.
Después de sufrir la crisis económica en mi propio negocio y tener que despedir a todo el equipo este verano; después de ver como muchas de mis fuentes de ingresos se reducían o incluso desaparecían; y después de ver cómo una parte de los beneficios de mis inversiones se esfumaban en los últimos meses con las bajadas de la bolsa…
Me he dado cuenta de que el rendimiento potencial de tu cartera es importante, pero que la parte psicológica lo es mucho más.
Sobre el papel todo parece muy sencillo:
«Invierto 5.000€ al mes durante, mi capital crece al 10% anual, y en 15 años estoy jubilado. ¿Qué durante el proceso la bolsa baja un 30%? Pues mejor, así compro en oferta cuando todas las mentes débiles estén vendiendo por el pánico. Ja, ja, ja (risa malvada)»
El problema es que en el mundo real las cosas son bastante más complejas.
En primer lugar, lo más probable es que tus ingresos y tus gastos no se mantengan estables a lo largo de tu vida, sino que tengas que lidiar con situaciones personales que cambien tus planes: un despido en el trabajo, una mala racha en el negocio, un divorcio, la compra de una vivienda, una enfermedad, el nacimiento de un hijo…
En segundo lugar, tu patrimonio no va a ir siempre hacia arriba, como en la típica simulación de Excel.
Como inversor de largo plazo tus inversiones van a sufrir bajadas regulares, algunas de ellas bastante importantes y durante un tiempo prolongado, y no es lo mismo ver un -30% en un gráfico del histórico de la bolsa –en el que además se ve como unos años más tarde todo recupera– que verlo en la cuenta de tu bróker, sobre todo cuando toda la gente a tu alrededor está hablando de recisión y de que el mundo se va a acabar (que suele ser el clima que se respira cuando la bolsa cae un 30%).
Somos seres humanos, no robots, y cuando tienes invertidas cantidades importantes y ese -30% equivale a varios años de ahorros acumulados con el sudor de tu frente, lo normal es que te afecte. Y si encima se te junta con más problemas a nivel personal y/o profesional, pues aún más.
Y es precisamente en esos momentos, en los que lo ves todo negro y las emociones están a flor de piel, en los que es fácil entrar en pánico y cometer errores.
Por ejemplo, en la entrevista con Antonio Rico que publiqué la semana pasada cuento como a pesar de que tengo una situación económica desahogada, de que llevo invirtiendo desde 2011, y de que mis inversiones me ha dado más de un 7% anual como media a pesar de los bajones recientes… este pasado mes de julio tuve un momento de debilidad y me desvié de mi plan.
Las bajadas continuadas de los mercados durante la primera mitad del año, sumadas a la situación de mi negocio y a las noticias catastrofistas que escuchaba por todas partes, hicieron que me agobiase y que un día a la 1 de la madrugada transfiriese una parte importante de los fondos que tenía en mi cartera 90/10 a un fondo más conservador como Baelo Patrimonio.
E insisto: fue algo totalmente irracional.
Lo hice a pesar de que no necesitaba ese dinero para nada, de que sabía perfectamente que ese bajón era sólo temporal, y de que esa parte de mi cartera en concreto estaba un +40% arriba a pesar de las caídas.
Simplemente se me metió en la cabeza la idea de que si no reaccionaba iba a perder ese 40% de beneficios que tanto tiempo me había llevado conseguir e hice la operación.
Por supuesto: no hace falta decir que unos días después de este suceso las acciones rebotaron y mi cartera, al tener ahora menos porcentaje de renta variable, se recuperó menos de lo que había caído en su momento 🤷♂️
Pero bueno, a mi favor también debo decir que podría haber sido mucho peor.
Y es que en el mundo de la inversión un único error puede hacerte perder años de avances.
Por ejemplo, imagínate que en marzo de 2020, después que las bolsas se desplomasen de golpe por el COVID, hubieses vendido todas tus posiciones por miedo a que los mercados cayesen todavía más, y que hubieses recomprado esas mismas posiciones 3 meses más tarde, después de ver que eso de la pandemia no era para tanto y que con la llegada de las vacunas todo se iba a recuperar.
Sólo esa decisión te hubiese hecho perder un 25% de tu capital en una cartera 90/10. Además de ralentizar el efecto del interés compuesto en tus inversiones y de generarte una inmensa sensación de culpa por haberla liado.
Por eso, ahora creo que a la hora de elegir tu estrategia de inversión, es más importante dormir bien por la noche y no cometer errores que maximizar la rentabilidad esperada.
Obviamente la rentabilidad sigue importando, no nos vamos a engañar.
Pero creo que es preferible ganar un poco menos, vivir relajado y saber que pase lo que pase vas a ser capaz de seguir con tu plan… que elegir una estrategia demasiado agresiva, estar siempre estresado y acabar vendiendo en el peor momento y tirando por la borda todo lo ganado.
Así que si el elegir una cartera más conservadora y con menos volatilidad te va a ayudar a mantener la calma en los momentos difíciles…
O si invertir en un fondo de autor o invertir en fondos índice a través de Indexa te va a dar tranquilidad, porque te va a permitir desentenderte al 100% y no mirar nunca tu cartera, o porque sientes que las newsletters que envían el gestor del fondo o el roboadvisor contribuyen a que te sientas arropado y no te desvíes de tu estrategia…
Entonces creo que está más que justificado el conformarte con un retorno un poquito menor.
Pasa lo mismo que con las dietas:
Es mejor adoptar un estilo de alimentación sostenible, con el que «sólo» pierdas 1kg al mes pero que puedas mantener sin problemas durante resto de tu vida…
…que hacer una dieta súper estricta para perder 2kg al mes, pero con la que estés siempre con un poco de hambre y de mal humor, y que luego cuando lleguen las vacaciones recuperes lo perdido porque como has acumulado tantas ansias de comer «alimentos prohibidos» todos los días te pones ciego en el buffet del hotel.
Al final, mi conclusión después de más de 10 años en los mercados es que la inversión no va sólo de números, sino que por encima de todo va de sentimientos y emociones.
Por lo tanto, pienso que debemos priorizar siempre este aspecto a la hora de decidir qué hacemos con nuestro dinero, porque a largo plazo es lo que va a determinar los rendimientos que obtenemos, y porque como siempre dice Antonio Rico:
«Sentirse bien es parte del éxito como inversor»
Este artículo está patrocinado por Indexa Capital
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