Han pasado 7 meses desde aquel día, pero me da la impresión de que fue ayer cuando me subí al avión con destino a Bangkok que dio comienzo a todo esto. Lo único que llevaba conmigo en ese momento era una mochila de 28 litros con algo de ropa, un puñado de ilusiones y esa sensación en el estómago de no saber qué te deparará el futuro.
Hoy escribo estas líneas desde el tren que me lleva –temporalmente– de vuelta a casa. Atrás quedan experiencias inolvidables, nuevos amigos y mil y una aventuras.
Y es que ya puedo decir que no me arrepiento en absoluto de haber dejado mi trabajo para recorrer Asia. De hecho, ha sido una de las mejores decisiones que he tomado en mi vida.
Viajar te cambia de una manera sutil pero profunda. La gente que conoces, las cosas que ves, los desafíos que te encuentras… Es difícil de explicar, pero el Ángel que regresa a España es muy diferente del que se marchó: más generoso, más humilde, más agradecido por estar vivo.
Aunque es imposible resumir en un post todo lo que me ha enseñado esta experiencia, en este artículo quiero compartir contigo 10 lecciones que he aprendido durante estos 7 meses viajando solo.
Espero que lo que te voy a contar a continuación te inspire a hacer una de las mejores cosas que la vida tiene que ofrecer: viajar.
1. El mundo es un lugar amigable
Hay dos maneras distintas de ver el mundo. Puedes verlo como un lugar hostil, lleno de peligros y gente que busca timarte y aprovecharse de ti; o puedes verlo como lugar agradable, en que el resto de habitantes quieren ayudarte y ser tus amigos.
Elijas la que elijas estás en lo cierto, porque esa creencia será la que determine cómo te comportas con los demás y en consecuencia cómo se comportan ellos contigo.
Yo decidí elegir la segunda –tratar de sentirme como en casa en cada país que visitaba– y la verdad es que no me ha ido nada mal.
En todos estos meses no he tenido ningún problema. Salvo algún pequeño timo sin importancia, ni me han robado, ni me han violado ni me ha pasado nada raro. Porque la realidad no tiene nada que ver con las noticias sensacionalistas que salen por la tele, y si se hacen las cosas con cabeza uno acaba dándose cuenta de que Asia no sólo no es un continente peligroso, sino que algunos de sus países son, en muchos aspectos, incluso más seguros que España.
Pero sin duda lo que más me ha impresionado ha sido la calidad humana de la gente, tanto la de otros viajeros como la de los autóctonos que, lejos de intentar aprovecharse de mí, me han tratado como un amigo desde el minuto uno. Desde mi queridísima Tip, que me dibujaba corazones de miel en el yogurt todas las mañanas, hasta la chica de la tienda del Tíbet que nos dio una bolsa de fruta cuando le preguntamos que dónde podíamos comprar uvas. Todos y cada uno de ellos me han tocado el corazón.
2. Si no sabes inglés eres (casi) analfabeto
Más de una vez he escrito en este blog sobre lo importante que es aprender inglés, pero después de estos 7 meses viajando he llegado a la conclusión de que hoy en día si no sabes hablar este idioma eres analfabeto.
¿Crees que estoy exagerando? Te invito que vayas tú solo a cualquier país en el que no hablen español y me cuentes tu experiencia.
Por ejemplo, imagínate que vas a Koh Tao, una isla turística en Tailandia:
- ¿Quieres hacerte amigo de los otros huéspedes del albergue? No puedes porque no eres incapaz de comunicarte con ellos.
- ¿Quieres hacer un curso de buceo? No puedes porque no entiendes las explicaciones del profesor.
- ¿Quieres comprarte una tarjeta SIM para el teléfono? No puedes porque no sabes cómo pedirla.
El resultado es que el 99% de los españoles únicamente viajan en grupo y sólo se relacionan entre ellos. No saben lo que se están perdiendo.
Algunos empresarios astutos han visto en nuestra ignorancia una oportunidad y han creado negocios alrededor de ello. Concretamente, en Koh Tao hay una escuela de buceo llamada Pura Vida que sólo enseña en español. Y no, no busques su equivalente francés o alemán porque no existe.
Sé que puedo sonar pesado, pero es que quiero que te mentalices de una vez:
Si todavía no te sientes cómodo hablando y leyendo en inglés, esa debería ser tu prioridad #1
3. Es una buena idea tener una ciudad como base de operaciones
Estar continuamente cambiando de ciudad, haciendo actividades diferentes, conociendo gente nueva y comiendo lo primero que encuentras es divertido, pero también agotador. Llega un momento en el que te cansas y dejas de disfrutar de tu viaje.
Una buena manera de evitar el síndrome de «otro templo, otra montaña» es elegir una ciudad en la que te sientas cómodo como base de operaciones, y volver allí a descansar cada cierto tiempo.
Yo elegí Chiang Mai, en Tailandia, y cada 2 meses de viaje me pasaba allí 1 mes durante el cual aprovechaba para hacer ejercicio, comer sano, relajarme, ver a mis amigos y afrontar proyectos un poco más largos de lo normal como el rediseño del blog o la publicación de mi primer libro.
Gracias a ese periodo de descanso, llegaba a mi siguiente destino con las pilas cargadas e ilusionado por conocer un nuevo país.
4. Viajar solo no significa estar solo…
Mucha gente cree que viajar solo es sinónimo de estar solo. Nada más lejos de la realidad.
Cuando viajas solo, el único momento en el que no estás con amigos es en el avión (y eso si no te apetece hablar con tu compañero de asiento). Una vez que llegas a tu albergue, es tan fácil conocer gente que a veces lo complicado es encontrar un momento de tranquilidad. Yo reconozco que más de una vez me he tenido que «escapar» del albergue en busca de un rato de soledad.
Ir a un albergue es como ir a un campamento de verano o empezar la universidad. Todo el mundo está en la misma situación que tú y tampoco conocen a nadie, por lo que hacer amigos suele ser tan simple como acercarse a alguien con una sonrisa (muy importante) y decir: «Hola, me llamo Ángel. ¿De dónde eres?» Incluso si eres tímido acabarás conociendo gente, porque cuando estás solo tienes un aspecto tan accesible que tarde o temprano algún grupo te invitará a que vayas con ellos.
Si por lo que sea no te gustan los albergues, Internet te facilita mucho la vida. En CouchSurfing, por ejemplo, existen grupos específicos de cada ciudad en los que puedes dejar un mensaje para quedar con autóctonos o con otros viajeros que también estén allí. Además, suele haber una quedada semanal en la que tanto los hosts como los surferos de la ciudad se reúnen para tomar unas cervezas y compartir historias. Otras buenas herramientas son Facebook (busca grupos de actividades en la ciudad correspondiente), Meetup, Craigslist (sólo en algunos lugares) o los Hash House Harriers.
Vamos, que si acabas solo es porque quieres 🙂
5. …pero pasar tiempo con gente que te conoce sigue siendo importante
A pesar del punto anterior, llega un momento en el que te cansas de hacer nuevas amistades y sientes necesidad de quedar con alguien conocido con el que exista una relación más personal.
Según mi experiencia, hay varias maneras de conseguir esto:
- Conocer gente que viva permanentemente en la ciudad que hayas elegido como base
- Invitar a tus amigos a que viajen contigo
- Elegir un destino en el que viva algún amigo tuyo
Yo tuve la suerte de hacerme muy amigo de algunas personas que trabajaban en Chiang Mai, así que cada vez que iba para allá tenía la oportunidad de verlos. Además de eso, me pasé 1 mes recorriendo el sudeste asiático con Marco, 10 días en el Tíbet con María y 3 semanas con Alberto, Carlos y JL en Japón.
6. La gente que viaja en vacaciones es muy diferente de la que viaja durante el resto del año
Hasta este año siempre había viajado en Semana Santa, verano o Navidades. Por eso, ahora que he tenido la oportunidad de viajar cuando la mayoría de la gente no está vacaciones, me ha llamado mucho la atención el tipo de personas que me he encontrado.
En temporada baja conocí sobre todo a viajeros. La mayoría estaban viajando solos y durante varios meses. Por ejemplo, en el albergue de Bangkok coincidí con un músico de San Francisco que estaba recorriendo el mundo y componiendo un vídeo musical sobre cada país al que iba, y con una chica inglesa que llevaba 18 meses de mochilera sin pasar por casa. En general, los viajeros son respetuosos, interesantes y me suelo llevar muy bien con ellos.
En temporada alta lo que abundan son los turistas. Suelen viajar durante una o dos semanas, siempre en grupo y lo único que buscan es salir de fiesta y liarla. La cultura local les importa una mierda y a veces se creen que están en un parque temático, haciendo ruido y faltando al respeto a la gente que vive allí. Son el motivo por el que en los lugares más turísticos no tratan bien a los extranjeros. Salvo raras excepciones, trato de evitar a este tipo de personas siempre que puedo.
Dos recomendaciones al respecto:
- Si tienes la oportunidad, prueba a viajar en meses poco turísticos como Febrero u Octubre. Vivirás una experiencia mucho más auténtica y conocerás a gente increíble.
- Si viajas con amigos en vacaciones, por favor, no seas el típico turistazo. Date cuenta de que no estás en tu casa sino en la casa de otras personas, así que compórtate con el máximo respeto.
7. Necesitas menos de lo que crees
Todo mi equipaje durante estos 7 meses de viaje ha sido una mochila de 28 litros con algo de ropa, el portátil y poco más.
Curiosamente, en ningún momento he echado en falta el tener más cosas, sino más bien todo lo contrario. Gracias a que viajaba ligero no tenía que facturar maletas en los aeropuertos o decidir que modelito iba a llevar cada mañana.
Cuando tienes un espacio de almacenamiento limitado y sabes que vas a tener que cargar –literalmente– con todas tus pertenencias durante más de medio año aprendes a limitar tus compras únicamente a lo verdaderamente esencial.
Esta experiencia me ha hecho darme cuenta de que no necesitamos tantas cosas como creemos, que es posible vivir muy bien con poco y que en otros países también tienen lavadoras (va en serio).
8. En España tenemos mucho que aprender de otros países
Todavía recuerdo cuando, el verano antes mudarme a Seattle, le conté a un amigo que estaba muy contento porque había conseguido un trabajo en los Estados Unidos.
«Buah, ya te vale irte a vivir a América.» –me dijo. «Yo nunca haría algo así porque como en España no se vive en ningún sitio. Nuestras cañas, nuestro jamón, nuestras tapitas…»
Por supuesto, no hace falta decir que este chico nunca había salido de la Península Ibérica.
En España hay mucha gente como mi amigo que sigue creyendo que somos el centro del universo. La realidad es que, a pesar de nuestras virtudes –que también las tenemos, y muchas–, nos vendría bien ser un poco más humildes y aprender de otros países.
Por ejemplo Japón, el último sitio en el que he estado, tiene muchas lecciones que darnos:
- Cuando estuve en Kyoto perdí mis gafas de sol y mi gorra y tuve que ir a la oficina de objetos perdidos de la estación de trenes. Mientras esperaba a que me atendiesen, llegó un señor que había perdido su iPhone 5. Mi primera reacción fue pensar que ese hombre estaba perdiendo el tiempo, porque obviamente nadie iba a devolver un teléfono tan caro como un iPhone. Sin embargo, el dependiente sacó una caja llena de móviles que habían entregado la gente y allí estaba su flamante iPhone blanco.
- Después del terremoto de Fukushima se fue la luz en todo Tokio durante 8 horas. Los japoneses, asustados porque no sabían lo que iba a pasar, se lanzaron a la calle a comprar alimentos por si las moscas. Sorprendentemente, a pesar de esta situación de caos total, la gente hacía cola en las tiendas como si nada hubiese ocurrido y no se registró ningún robo.
- Nunca me he sentido tan seguro y bienvenido a un país como en Japón. Salía a la calle completamente relajado porque sabía que nadie iba a intentar timarme o robarme. Además, aunque la mayoría de japoneses no hablan inglés siempre están dispuestos a ayudarte con cualquier problema que puedas tener. ¿Estás buscando un restaurante para comer? No pasa nada. Pregunta en una tienda cualquiera y el dependiente dejará su puesto de trabajo para llevarte hasta la puerta del restaurante y, por si fuera poco, se despedirá de ti con varias reverencias.
- Situaciones como la que vivió mi amigo Miguel en correos este verano son inconcebibles en Japón. Vayas donde vayas, los trabajadores te atenderán con ganas, respeto y la máxima eficiencia. La gente se toma muy en serio lo que hacen y eso se nota.
¿Y todavía alguien se pregunta por qué le han dado los Juegos Olímpicos a Tokio en vez de a Madrid?
9. El comunismo no funciona
A todos esos adolescentes anti-sistema que visten camisetas con la hoz y el martillo les invitaría a que dejasen la casa de sus padres una temporada y se diesen un paseo por países como Laos o China.
Cuando vean que en Laos hay toque de queda y todo el mundo tiene que estar en casa antes de medianoche, que puedes ir a la cárcel si tienes sexo antes del matrimonio o que los niños juegan al fútbol en el colegio sin zapatillas porque viven en la pobreza, entonces quizá el capitalismo no les parezca tan terrible.
Cuando vean que en China todos los lunes por la mañana hay desfile militar obligatorio en el colegio, que medio Internet está bloqueado y que debido al brutal adoctrinamiento que han recibido desde pequeños la mayoría de los habitantes son incapaces de pensar por sí mismos (por eso son tan buenos haciendo copias, pero no creando nada nuevo), entonces quizá se replanteen sus ideas políticas.
Si ya antes de empezar mi viaje no me gustaba el comunismo, ahora que he vivido en países que lo han aplicado me gusta todavía menos. Entiendo que en el papel puede parecer muy bonito, pero en la práctica el resultado es autoritarismo y una privación inaceptable de las libertades individuales.
10. Tu experiencia en un país depende de la gente que conozcas
Uno de los países en los que más disfruté fue Macao. A pesar de no tener grandes monumentos ni muchas cosas que hacer, me lo pasé como los indios. ¿Por qué? Porque me quedé en casa de una chica de CouchSurfing que tenía todo tipo de contactos en los casinos. Eso me permitió vivir una serie de experiencias que de otra manera hubiesen sido inaccesibles para mí.
Y es que a lo largo de este viaje me he dado cuenta de que lo mucho o poco que me gustaba una ciudad dependía en gran medida de la gente que conocía allí.
Ahora mi filosofía cuando viajo es la de darle menos importancia a las atracciones turísticas (que siempre puedes ver en fotos por Internet) y centrarme más en las personas. ¿Cómo viven? ¿Cómo piensan? ¿Cómo se relacionan entre ellos? Por eso, siempre trato de conocer a alguien de la ciudad lo antes posible y organizar mi estancia a partir de ahí. Le pido que me lleve a sus lugares favoritos, que me hable de su infancia, que me saque de fiesta con sus amigos.
Personalmente, eso me llena mucho más que cualquier castillo o jardín.
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Y tú, ¿qué ha sido lo más importante que has aprendido en tus viajes?
¡Ya estoy en Cáceres! ¿Quieres que quedemos? Escríbeme.
La foto es de una de nuestras últimas cenas en Tokio. Voy a echar de menos Japón…