Ser libre significa poder actuar según tu propia voluntad y tomar tus propias decisiones. A primera vista esto es algo deseable, pero en la práctica no todo es de color de rosa. De hecho, me atrevería a decir a que casi todos tenemos un gran miedo a ser libre.
Toda acción (causa) tiene consecuencias (efecto), y cuando eres tú el que elige las acciones que tomas en tu vida también eres tú el único responsable de los resultados que obtienes. Si las cosas salen bien es muy fácil darse palmaditas en el pecho y decir «qué listo soy». Sin embargo, si la situación se tuerce, a nadie le gusta dar la cara y reconocer que se ha equivocado.
Piensa, por ejemplo, en dos de los problemas más graves que afectan a la sociedad española hoy en día: el desempleo y los desahucios. Jamás escucharás a alguien decir que no tiene trabajo porque se equivocó yendo a la universidad o porque no es capaz de aportar suficiente valor a ninguna empresa, o a alguien reconocer que se merece que el banco le quite la casa porque firmó una hipoteca que no podía permitirse con la intención de especular y le salió mal la jugada.
En realidad todos queremos ser libres, pero sin aceptar la responsabilidad que la libertad conlleva. El problema es que eso es imposible, porque libertad y responsabilidad son inseparables. No puedes tener la una sin la otra. Como dijo elPakoP en el comentario que dejó en mi último post:
«Cuanto más libre es alguien, en igual medida es más responsable de lo que pasa en su vida. Alguien totalmente libre es totalmente responsable de lo que le acontece.»
El peso de la responsabilidad
Para mí ser responsable significa aceptar las consecuencias de tus acciones. Significa entender que son las decisiones –conscientes e inconscientes– que has tomado a lo largo de los años las que te han llevado a tu situación actual. Significa creer que estás EXACTAMENTE donde te mereces estar.
Adoptar esta creencia no es nada fácil, porque implica reconocer que tú eres el causante de todos los aspectos negativos de tu vida. Por ejemplo…
- ¿Estás soltero? El motivo es que no eres tan atractivo como para interesarle a la chica que buscas, no tienes las habilidades sociales necesarias para transmitir tu atractivo o no estás invirtiendo suficiente tiempo en encontrar pareja (en vez de ser que tienes mala suerte con las mujeres o todas las tías son unas tales y unas cuales).
- ¿Tienes un sueldo bajo? El motivo es que voluntariamente decidiste aceptar tu empleo actual a sabiendas del sueldo, o que lo que aportas a la sociedad vale justamente lo que te están pagando (en vez de ser que tu jefe es un inútil o que la economía está muy mal).
- ¿Has perdido todos tus ahorros en la bolsa? El motivo es que invertiste donde no debías y sin saber lo que estabas haciendo, o permitiste a la persona equivocada que gestionase tu dinero (en vez de ser que los bancos son un ladrones o que te engañaron).
Ser libre da miedo porque ser responsable da miedo. Hay miedo a la responsabilidad. Nos aterroriza y nos provoca ansiedad y culpa, porque significa no sólo reconocer nuestros errores sino reconocerlos delante de otros. Por eso, lo que solemos hacer es renunciar a nuestra responsabilidad, aunque en el proceso también perdamos parte de nuestra libertad.
Aligerando la carga
Hay dos maneras de renunciar a tu responsabilidad (y por lo tanto a tu libertad):
1. ENTREGÁRSELA A OTROS
Una manera muy común de renunciar a tu responsabilidad es entregándosela a otra persona. Como a ti te resulta una carga muy pesada, se la pasas a otro para que la lleve él. Obviamente esto no es gratis. Al ceder tu responsabilidad también cedes el control sobre una parte de tu vida.
El ejemplo más claro de este fenómeno es aceptar un trabajo. Cuando te conviertes en empleado, aceptas obedecer las órdenes de un tercero a cambio de un salario. El empresario carga con todo la responsabilidad y tú sólo tienes que hacer bien lo que te manden. Si la empresa quiebra y te quedas en la calle, la culpa es de los que tomaron las decisiones que son unos ineptos. Al fin y al cabo, ¡tú sólo seguías órdenes! A cambio, tú dejas que la empresa decida qué es lo que haces durante 40 horas a la semana, cuál es tu sueldo y a qué hora te levantas de lunes a viernes, entre otras cosas.
Otro ejemplo bastante frecuente es confiar en un tercero sin contrastar ni verificar sus recomendaciones o sus resultados previos, algo de lo pequé hace poco tiempo.
En Enero de 2013 mi página de ebooks me generó casi 5.000 euros en comisiones, pero yo quería más. Mi análisis del Kindle Paperwhite no aparecía en los primeros 10 resultados de Google y pensé que si conseguía posicionarlo el primero podría ganar todavía más dinero. Sin embargo, en esos momentos andaba un poco pez en temas de SEO y me daba pereza aprender, así que contraté a una empresa para que se encargase de ello. «Aquí tenéis 200 euros. Posicionadme este artículo el primero para la palabra clave ‘Kindle Paperwhite'» les dije. El resultado ya lo conoces: una penalización manual por enlaces artificiales que reducía mis ingresos prácticamente a 0.
A veces son amigos que con su mejor intención te aconsejan comprar acciones de cierta compañía, y otras veces son expertos o empresas a los que contratas, pero en ambos casos estás entregando el control de tu dinero, tu negocio o tu vida a cambio de que sea otro el que asuma la responsabilidad de tomar decisiones. Es cierto que si algo sale mal siempre podrás decir que no fue tu culpa, pero igualmente serás tú el que cargue con los resultados. No lo olvides.
2. CULPAR A LAS CIRCUNSTANCIAS
La segunda manera de renunciar a tu responsabilidad es echándole la culpa de todo lo negativo a factores externos como la suerte, la política o la economía. Por ejemplo, diciendo que la causa de todos tus problemas es que «los políticos son unos inútiles y estamos en crisis» o que «naciste en una familia pobre con pocas oportunidades».
Cuando entregas tu responsabilidad a factores externos pasas a estar a merced de ellos, y si quieres que tu situación cambie lo único que puedes hacer es esperar: esperar a que tengas un golpe de suerte y te toque la lotería, esperar a que el consejo de ministros apruebe una ley o esperar a que el banco europeo suba los tipos de interés. Renuncias por completo a tu libertad y a tu capacidad de acción.
Es cierto que la suerte, la economía global y la política nos afectan a todos, pero salvo que seas Dios, el presidente del Banco Central Europeo o un importante empresario no vas a poder hacer nada para modificar ninguna de esas cosas. Por eso, lo mejor que puedes hacer es aceptarlas (que no es lo mismo que culparse de ellas) y centrarte en aquellas cosas sobre las que SÍ tienes control.
NOTA: Opino que no debemos aceptar las injusticias y quedarnos de brazos cruzados, pero también debemos ser conscientes de nuestras limitaciones y saber sobre qué cosas tenemos influencia o sobre qué cosas no. Por ejemplo, si no estás de acuerdo con los políticos actuales puedes: A) votar a otro partido en las próximas elecciones (opcional ayudar en la campaña para que consigan más votos), B) meterte en política, C) irte a vivir a otro país con unos políticos que te gusten más, D) convertirte en alguien tan influyente como para tener impacto en la política de tu país, E) trabajar activamente en un movimiento para el cambio. Todas estas son soluciones que sí están en tu mano y que puedes adoptar. Lo que no tiene sentido ni es útil es lamentarse continuamente sin hacer nada al respecto.
Cómo ser responsable de tu propia vida sin volverte loco en el intento
Cuando paramos de luchar contra la realidad y nos hacemos responsables de nuestros actos dejamos de ser víctimas y recuperamos el control de nuestra vida. Porque cuando algo no nos gusta sabemos que somos nosotros los responsables y que, por lo tanto, PODEMOS CAMBIARLO.
Si todavía no has adoptado la mentalidad de «responsabilidad 100%», te invito a que la pruebes durante un tiempo y compruebes por ti mismo qué tal funciona. A que dejes de echarle la culpa a los demás y a las circunstancias y entiendas que son tus decisiones pasadas las que te han llevado hasta donde estás ahora. Y para ayudarte, me gustaría compartir contigo 3 simples pasos para ejercer tu responsabilidad de una manera sana:
- Analiza cómo has acabado allí. Cuando te equivoques, tengas un problema o haya algún aspecto de tu vida que quieras cambiar, piensa en el conjunto de decisiones que te han llevado a esa situación. Céntrate únicamente en aquellas acciones que tomaste voluntariamente y que por tanto podrías haber hecho de otra manera, no en las circunstancias externas ni en los actos de los demás.
- No te culpes. Aunque te hayas equivocado y seas el único responsable de ese error, fustigándote y arrepintiéndote sólo conseguirás sentirte peor. Lo pasado, pasado está. Entiende que hiciste las cosas lo mejor que sabías en ese momento y mira hacia adelante.
- Aprende de tus errores. Como el pasado no se puede cambiar, piensa en el futuro y en aprender lo máximo posible de tu experiencia. Dada tu situación actual, ¿qué opciones tienes? ¿Qué es lo mejor que puedes hacer? Y lo más importante de todo: ¿qué vas a cambiar a partir de ahora para que no te vuelva a suceder lo mismo?
Esta es la misma estrategia que seguí cuando perdí más de 5.000 dólares invirtiendo en bolsa:
- Reconocí que la culpa era mía, no del CEO de Nokia ni del mercado bursátil ni del capitalismo. Compré acciones de ese compañía porque pensaba que iba a subir, pero realmente ni había investigado sobre la operación ni sabía nada sobre cómo funciona la bolsa.
- Hice lo posible por no darle vueltas en la cabeza a lo ocurrido y a lo que podría haber hecho en su lugar. Reconozco que no fue fácil, y que me sentí muy mal durante varios días, pero siempre que pensaba en los 5.000 dólares que acababa de perder me decía a mí mismo: «Ángel, lo hiciste lo mejor que sabías en ese momento. Es humano equivocarse.»
- Me prometí a mí mismo que no me volvería a ocurrir lo mismo nunca más. Me compré varios libros y me pasé todo el mes aprendiendo sobre finanzas personales, el mercado bursátil y distintas estrategias de inversión. Desde entonces nunca más he vuelto a comprar acciones individuales de ninguna compañía con el objetivo de especular.
Conclusión
La responsabilidad es una decisión. Puedes decidir ser responsable de tus acciones y mantener el control sobre tu vida, o cedérselo a los demás y a las circunstancias. Yo tengo clara mi elección: quiero construir la vida con libertad y responsabilidad sobre mis actos.
La responsabilidad total también es una utopía. No podemos controlarlo todo, y de hecho no es sano. También es necesario confiar en los demás. Por ejemplo, si vas a un restaurante a comer, no vas a analizar la comida con un microscopio para saber que está en buen estado antes de comértela. En cierto modo tienes que fiarte del cocinero y hacerle responsable de tu digestión. De lo que sí que eres responsable es de haber ido a un restaurante, de haber ido a ese restaurante en concreto y de haber elegido ese plato. Siempre puedes ejercer tu responsabilidad y minimizar riesgos yendo a un restaurante con una buena reputación y eligiendo un plato sin alimentos crudos.
En todo caso, creo que dar un paso adelante y aceptar que eres responsable de todo lo que te ocurre es un ingrediente muy importante para ser feliz porque te da el poder de cambiar todo aquello que no te guste (y se pueda cambiar, claro).
Al final, la receta es muy sencilla. Si algo no te gusta, sólo tienes dos opciones:
- Aceptar la realidad
- Hacer algo para cambiarla
Culpar a otros a factores externos no sirve de nada.
###
Siento publicar este post con un día de retraso, pero no fui capaz de terminarlo a tiempo el domingo. Yo soy el único responsable por no organizarme bien y no haberlo dejado escrito antes de irme al Encuentro Nacional de Couch Surfing en La Plata.
La foto es de la estatua de Atlas, dios de la mitología griega, en el edificio GE del Rockefeller Center.